Villargordo de Jaén, mi pueblo,
se viste de gala para recibir a Jesús
Colaboración de Paco Pérez
Esta tarde regresé a casa más temprano de lo habitual y, como el cielo ofrecía unos bellos tonos rojizos, decidí buscar a mi compañera. Una vez en su presencia le comenté la posibilidad de pasear por las eras de la "Dehesa Boyar", ella aceptó el ofrecimiento, la tomé en mis manos con ternura, la colgué con suavidad en mi hombro izquierdo, le pregunté si se sentía cómoda, no respondió y yo interpreté el silencio como una respuesta afirmativa, abandonamos el domicilio y, por la calle Granadillos (antes era conocida como calle "La Parra"), nos encaminamos hasta ese paraje.
Suelo ir a él con mucha frecuencia porque, como se encuentra a una cierta altura sobre el resto del casco urbano, pues los ocasos vespertinos son muy visibles y bellos. Veamos si es verdad lo que digo o es que soy demasiado villargordeño y se me ve el plumero más de la cuenta:
Seguí caminando por el campo hasta regresar al comienzo de la calle Ramón y Cajal, continué con dirección a la carretera de Torrequebradilla y tomé esta maravilla:
No tuve necesidad de caminar mucho para divisar y captar esta toma inédita para mi archivo fotográfico:
De regreso, como la noche ya se había apoderado de nuestras calles, decidí no entrar en casa. Continué hasta la esquina de "Decor-Cuadro" y entonces observé que la Navidad ya estaba presente en ellas:
Esta visión me animó el espíritu y decidí encaminarme hasta el templo parroquial:
No tuve la suerte de ser pastor aquel lejano 25 de diciembre del año CERO pero como de ilusión, dicen, que también se vive pues me transporté a aquella idílica escena bíblica en la que la estrella les señalaba el lugar donde les esperaba el niño al que venían buscando desde lejanos lugares.
Cuando puse los pies en la tierra y recobré la visión real de los hechos me encaminé hacía la calle José Mª Polo:
Así llego de nuevo a Ramón y Cajal:
Unos pasos más adelante me encuentro con nuestro querido "Paseo":
Durante el tiempo en que estuve cortando este ramillete de flores para ustedes fui muy feliz porque me olvidé de los problemas que nos tienen planteados los inútiles de nuestros gobernantes (los he metido a todos en el saco y no he dejado a ninguno pululando por las calles, confío en que esta noche vengan los martinillos y lo depositen en el camión de la basura) y saqué esta conclusión: Como no nos alegremos el corazón confiando en que Jesús nos perdonará nuestros errores y nos echará una mano estamos perdidos.
Opino así porque esta gentuza sólo nos echa una mano al cuello y la otra nos la mete en el bolsillo cuando más confiados estamos.
Tomo prestadas de D. Miguel de Unamuno este texto que dirigió a Millán-Astray y que yo adapto para nuestra realidad nacional actual: [“¡España es el templo de la inteligencia, y los españoles somos sus supremos sacerdotes, no ustedes! Vosotros estáis
profanando el sagrado recinto de nuestras instituciones. Nosotros siempre hemos sido, digan lo que digan ustedes, unos buenos ciudadanos en nuestro país. Venceréis, pero no nos convenceréis jamás.
Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no nos convenceréis, porque
convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta:
razón y derecho para hacer lo que hacéis. Me parece inútil pediros que penséis en España. He
dicho”.]
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