Festividad
de
San Antón
Colaboración de Tomás Lendínez y Paco Pérez
Capítulo
V: Costumbrismo
y actos religiosos
El día 17 de enero se sigue celebrando en
nuestro pueblo la festividad de San Antón, el santo protector de los
animales.
En el pasado se oficiaba la misa en la puerta
de la ermita, estando presente la imagen del santo, y después, al concluir
ésta, se procesionaba por las calles de aquel barrio. En ese acto se
hacía el sorteo del “marranico” de San Antón, el cual había sido
donado por la cofradía del santo. Durante todo el año el animal vagaba
por el pueblo, de casa en casa, en busca de la comida. Cuando tenía sed y no
encontraba agua entonces entraba en alguna de las tabernas y la saciaba
bebiendo en el tinajoncillo el vino que había y que procedía del goteo
de la pipa del tonel y del derrame que se ocasionaba cuando el tabernero
llenaba las botellas a los clientes. Como consecuencia de esta acción el animal
apañaba unas borracheras muy respetables y después las dormía en el propio
establecimiento o en la calle.
Las VUELTAS eran muy típicas y los niños se
echaban apuestas sobre quién daría más. Los pastores también las daban
con sus rebaños y, mientras las daban, cantaban:
San Antón, yo te voy a pedir
con muchísima devoción
que cuides de mis animales
que ellos son mi pan
y también mi profesión.
Por la mañana y por la tarde, en la calzada terrera
y riscosa que nos llevaba hasta la ermita, se
organizaban carreras de caballos con los ejemplares que
traían los ricos cortijeros. Estos animales venían enjaezados con vistosas
monturas y con llamativas mantas rondeñas, adornadas con largos y retorcidos
flecos. Un jinete célebre de finales de los cincuenta fue Tomás “El de los
veinte mil duros”, todavía puede contar estas vivencias.
Al llegar la noche se organizaban en algunas casas
reuniones y bailes que duraban hasta la media noche, se conocían popularmente
como los “bailes del candil”.
En la puerta del baile se ponía un costal repleto de
grano y el mozo que quería entrar tenía que cargárselo como si de una talega de
bellotas se tratara. A aquellos que fallaban en el intento o no lo volteaban
con destreza se les impedía la entrada.
En estas reuniones se bailaba el bolero, el
cual tenía unas características distintas y una música propia en cada pueblo,
las que le daban personalidad y lo diferenciaban de otros lugares. Cada bolero
llevaba el nombre del lugar donde se bailaba, Villargordo también tenía
y tiene el suyo, el cual presenta una verdadera seña de identidad pues al verlo
bailar nos hace recordar el movimiento de las piedras de molino triturando
la pulpa de la aceituna recogida en nuestros olivares. Los “bailaores”
tejen y destejen los pasos llevando el ritmo con gracioso y armónico
movimiento, dándole un aire apasionado y montaraz. La mujer, al marcar el
movimiento, enseña e insinúa su ropa interior adornada con encajes y bordados,
los que hacían embelesar y despertar la admiración de su pareja o de quienes
contemplaban a quienes bailaban.
A veces, el bolero era bailado por una sola persona,
preferentemente mujer, para conseguir un mayor lucimiento. En él demostraban su
habilidad y hubo algunas muy destacadas, entre ellas se recuerda de una manera
especial a Paquita “La
Bastianeja ”.
Paco Pérez afirma que recibió de su amigo Miguel “El
Pereto”, ya fallecido, esta versión de los “bailes del candil”: La
mayoría de las veces, éstos acababan de mala manera porque los mozos que
no lograban entrar se vengaban de los de dentro llamando a la puerta, les
abrían, los atendían y, al primer descuido, le daban un ganchazo al candil…
Imagínense lo que vendría detrás.
Seguimos manteniendo el día 17, como tradición del pasado, el no trabajar
y la superstición, y, como consecuencia de ésta, seguimos dando las tres
vueltas.
Con el paso de los años la superstición ha
evolucionado. Al no trabajarse ya con los animales y con los carros, ahora hay
que ir con los tractores y con los coches.
El día 17 se sigue oficiando la misa con
la presencia de la imagen de San Antón, pero en el templo parroquial, y
después se sube en procesión a la ermita. La imagen se baja a la iglesia unos
días antes a la parroquia. En la ermita, una vez concluida la procesión y
después de dar las tres vueltas con el santo, el párroco sigue haciendo la
bendición de los animales.
Ya hemos comentado antes que las VUELTAS eran
muy típicas, junto a las carreras de caballos. En mi niñez, conjugando carreras
y vueltas, jugábamos a “caballos y jinetes” y su práctica nos
hacía muy felices. Unas fechas antes cortábamos en los olivares más próximos
unas ramas de olivo y, con las navajillas, nos tallábamos los tradicionales “bocados”.
Todos sabemos que éstos son unos útiles que forman parte de los aparejos de los
caballos y que cumplen la función de “freno”. En los extremos de la
talla se hacían unas hendiduras y en ellas se ataba una cuerda,
la que cumplía el papel de “brida”…
¡¡¡Ya estaba completo el juguete!!!
Cada niño llevaba el suyo y, por parejas, se
alternaban en el papel de “caballo” y “jinete”. Se jugaba a echarse
carreras con otro para comprobar quienes corrían más o quienes
daban más vueltas.
Los actos del día 17 han evolucionado
tanto que San Antón, de haber vivido en Villargordo en 2013, habría
tenido que abandonar sus animales, comprarse un tractor amarillo
y subir a la ermita para dar las vueltas subido en él.
Lo que no ha evolucionado es el complejo mundo
de la sugestión, por ella seguimos temiendo a los ataques del santo y no
razonamos que si es santo, supongo, será por todo lo contrario.
Ahora algunas fotos de los actos religiosos de esta
mañana:
Finalmente les voy a mostrar cómo quedan las calles el día 17 de enero, es decir, el día
después de… Las huellas que les voy a
mostrar estaban esta mañana, precisamente, en la calle San Antón:
1.- Restos del “ramón”
que no ardió porque no le encendieron la mecha.
2.- Cenizas
y restos de la madera usada.
3.- Los servicios
del Ayuntamiento se vuelcan y les
limpian la arena que había en la calle porque no se había usado por las lluvias.
Buenas noches, cerramos San Antón y mañana se mostrarán nuevas noticias.
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