“CACHAFLATAS”
Y
EL HAMBRIENTO
Colaboración de Paco Pérez
“Cachafltas”
se llamaba Rafael Álvarez y era hermano del padre de Blas Álvarez “Pololo”. Este señor vivió con su familia en la calle Tiradores.
A este caballero le correspondió vivir, junto a sus hijos
y esposa, en unos tiempos complicados en el mundo del trabajo y,
consecuentemente, en el bienestar familiar. Eran muy buenos y trabajadores pero
el hambre no se quitaba con esas
cualidades y sí con lo que no tenían,
el dinero.
Por esta razón se guardan en nuestra memoria algunas
de las estampas jocosas que protagonizaron los componentes de esta familia.
Usaron para producirlas un ingenio único, las acompañaron de una pericia
inigualable y por la gracia que causaron a los villargordeños todavía son recordadas.
En nuestro pueblo se le suele decir, a veces, a las
personas esta frase:
- ¡¡¡Estás
hecho un cachaflatas!!!
Con ella lo que hacemos es calificarla como una persona despilfarradora, debido a que
gasta mucho o que le da poco valor al dinero. Así era “Cachaflatas”.
Cuentan los mayores que una noche se acostó y, como
no podía dormirse, daba vueltas y más vueltas en el catre… ¡¡¡Ni una pizca de sueño tenía!!!
Entonces se levantó, husmeó con la mano en los
bolsillos del pantalón y encontró un
centimillo. Al verlo se sintió aliviado porque descubrió que ese era el
origen de su falta de sueño. Lo cogió, salió al corral, lo tiró al tejado y se dijo
muy satisfecho:
- Sabía muy
bien que algo raro me pasaba, vamos, acostarme yo con dinero en el bolsillo…
¡Ahora a dormir tranquilo!
Alonso
Jiménez García recuerda, de manera especial, a uno
de sus hijos varones. Éste se ganó la popularidad con el apodo de “Niño Tillo” y no por su nombre.
En aquellos tiempos quienes tenían alguna tierra
sembraban melones y los jóvenes, en este caso Alonso, se pasaban gran parte del tiempo haciendo las labores
propias y descansando en la choza. Su estancia allí era más continuada cuando
comenzaban los melones a crecer, cuando ya estaban totalmente formados y porque
entonces tenían que hacerles las cabezas
o darles polvazo.
El “Niño
Tillo” y su hermano iban todos los días por allí cuando regresaban de
espigar cargados con los sacos. Lo hacían porque Alonso les tenía preparado ya algún melón que otro de los que cogía
a diario porque estaban picaillos, lo hacía para evitar que no se estropearan.
Un día, al entrar en el melonar, los dos hermanos
dejaron sus sacos en el suelo y comenzaron a pelearse junto a las matas de
melón. Daban vueltas uno sobre otro y Alonso
acudió para separarlos. Conseguido el objetivo les dio su ración de melón para
que se refrescaran y se encaminaron para el pueblo.
Cuando al día siguiente, haciendo las labores de
cada día, pasó por la mata en la que habían ocurrido los hechos narrados se
percató de que todo lo que había presenciado el día anterior fue un cuento
urdido por los dos hambrientos espigadores. Lo descubrió cuando observó que el
mejor melón del melonar había desaparecido y entonces comprendió que el número que montaron fue para cortarlo y
esconderlo en un saco, camuflado con las espigas.
Al “Niño
Tillo” y a su hermano no les hizo falta leer a los célebres pícaros de
nuestra literatura para protagonizar su cuadro cómico, está comprobado que sólo
hace falta tener hambre.
Un día, por la mañana, estaba la familia reunida en
casa antes de salir a buscar algo de comida y comentaban qué cocinarían ese
día. Acordaron preparar, con lo que tenían en casa, una sopa de ajo.
Era mediodía, ya estaban sentados alrededor de la
mesa, la madre repartía en los platos y llaman a la puerta. Se levanta “El Niño Tillo”, abre, se encuentra con
un señor andrajoso y le pregunta:
- ¿Qué quieres?
- Algo de comida.
Vuelve junto a la familia y le pregunta su padre:
- ¿Quién es?
– Un pobre.
- ¿Qué quiere?
– Algo para comer.
– Dile que pase y que coma hoy con nosotros.
El “Niño
Tillo” sale a la puerta y le da al pobre este mensaje:
- Dice mi papa que como salga te folla.
Cierra la puerta, vuelve a la mesa y le pregunta el
padre:
- ¿Qué te ha dicho?
- Que no tiene hambre.
El bueno de “Cachaflatas”
se levanta, sale a la puerta, comprueba que se aleja de su casa y lo llama:
- ¡¡¡Buen hombre, venga usted!!
- ¡¡¡No quiero!!!
- ¡¡¡Vuelve y
come. No alimenta pero sí calienta!!!
- ¡¡¡Te vas a
follar a tu puta madre!!! - le respondió el pobre.
Después de darle al Sr. “Cachaflatas” esta
respuesta salió corriendo y ya nunca le vieron el pelo por Villargordo.
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