VIAJANDO
CON
DON
RECUERDO
Colaboración de Paco Pérez
EL BARBERO DEL CERRO
“SAN CRISTÓBAL” (II)
Capítulo VII
Hace ya algún tiempo que escuché un rumor al que
no di mucho crédito, en el “Cerro San
Cristóbal” habían abierto una “barbería”
nueva. Unas fechas después volvieron a comentarme la misma noticia y les
pregunté si era la misma que había pelado unas
décadas atrás a nuestro querido paisano “El Purillo” con aquellos trasquilados célebres que le dejaron el
cráneo tan limpio y desprotegido que lo llevó a coger un constipado tan fuerte
que le hizo no volver jamás por ese lugar. Ante mi pregunta recibí un no
rotundo como respuesta.
Esta conversación ya no pudo celebrarse en el “testero cartelero” porque fue unas
fechas después de que fuera demolido por el nuevo propietario de la casa. Tengo
que reconocer que las fuentes informantes no me merecían el mismo crédito que
quienes ocuparon el célebre e histórico espacio y, aunque también me mezclo con
ellos de vez en cuando, debo de reconocer que la verdad del asunto es que no
les conozco tan personalmente como a los otros. Éstos de ahora, los de “los bancos y los cartones (uno para el
culo y el otro para la cabeza)”, también son gente muy digna de confianza.
Como las familias estamos atravesando un periodo demasiado
crítico por culpa de la economía del país mi abuelo, de haber vivido en estas
fechas, hubiera diagnosticado la situación de “periodo tuberculoso” y además, estoy seguro de no equivocarme al afirmarlo,
hubiera proclamado a los cuatro vientos que no nos salvaba ni el “médico de Torres”. Amparado en ese
recuerdo pensé que en aquel barrio no había peluquerías y que era correcto trabajar
para ganarse el chusco y entonces decidí visitar el lugar para comprobar quién
la regentaba.
Una mañana del día 6 del pasado mes de marzo,
siendo para más señas la 20:07 horas, me colgué en el hombro izquierdo mi
inseparable amiga, abandoné el domicilio familiar y me encaminé hacia las eras
de la “Dehesa Boyar” para intentar quemar
sin cerillas todo aquello que estuviera acumulado en mi cuerpo sin permiso del que
iba fotografiando. Reconozco que el paraje elegido no fue el habitual, éste lo
es cuando los nublados favorecen el amanecer
o el atardecer, pero ese día lucía
un sol radiante y lo que me interesaba era comprobar la veracidad de la noticia
recibida el día anterior y no inmortalizar cómo salía ese día el sol.
Fui dando un rodeo hasta la carretera de Torrequebradilla, la crucé para
ascender hasta el “Cerro San Cristóbal”,
una vez en la cumbre tomé fotos de todo lo que se movía y de lo que no, inicié
el descenso hacía la carretera y, mientras lo hacía, observaba y escudriñaba
con suma atención las construcciones del lugar impulsado por la intención sana
de descubrir algún rótulo luminoso que me indicara dónde estaba la nueva “barbería”. Después de patearlo todo
llegué al final de ese complejo agrícola y entonces se presentó ante mi vista
lo que buscaba… ¡¡¡Era verdad lo que
comentaban en la peña “banco y cartón”!!!
No se me impacienten que, en su momento, les
hablaré con precisión del establecimiento y les mostraré, en fotos, las
instalaciones.
Me aproximé al lugar y, a pesar de que era una
hora muy temprana, escuché un murmullo en el interior y eso denotaba que ya
estaban trabajando. Al entrar me encaminé a la mesa de recepción, fui atendido
con suma amabilidad y se me informó de que no
era una peluquería y sí un centro oficial
de formación de peluqueras. A continuación me explicó que allí las alumnas
tenían clases teóricas y prácticas para poder adquirir las destrezas necesarias. Para facilitarles su formación se les
autorizaba a pelar a quienes lo desearan pero con esta condición: <El pelador no cobraría ni un céntimo al pelado y éste, a su vez, tenía que
comprometerse, por escrito, a no denunciar al pelador si el pelado, o cualquier otro inconveniente que ocurriera
en el transcurso de la práctica, no fuera de su agrado.>
Mientras me iban mostrando los distintos
habitáculos de la academia fui tomando imágenes y entonces comprendí por qué
había tanto ruido en ella a esa hora tan temprana del día, la CRISIS obligaba a quienes ocupaban los
sillones a visitar el lugar, sin importarles mucho si resultaría el pelado
mejor o peor. Veamos las instalaciones, ya
está aquí lo prometido:
1.- El “Centro
de Peluquería” visto desde la Cooperativa
de “El Cristo de la Salud”:
2.- Recepción e información para alumnos, familiares, pelados y curiosos. En este último grupo entro yo:
3.- Sala de espera para los pelados:
4.- Habitáculo destinado a los pelados:
Hay que sorprenderse, yo lo quedé en demasía, cuando
comprobé que hubiera muchos de los pelados sentados en los sillones y unos pocos colgados, así hacían los peladores su trabajo. Pregunté y me lo explicaron pero, la
verdad, no me acuerdo de la razón que me dieron para que pelaran así. Lo que sí
puedo afirmar es que esas diferentes formas de hacerlo no fueron por razones
discriminatorias y sí porque de esa forma hacen mejor el pelado.
5.- Así quedaban quienes fueron pelados en la “academia”:
¿Se
comprende ahora por qué eran precavidos en ella y obligaban a firmar los
documentos que les ponían delante antes de pasar al salón de prácticas?
Estaba ya en la puerta y unas cuantas alumnas me llamaron
para pedirme que les concediera el privilegio de pelarme la abundante cabellera
blanca que adornaba mi testa. No os podéis imaginar lo mal que lo pasé cuando
decliné aceptar y les argumenté que ya había quedado con Miguel para pelarme al
día siguiente. Quedamos en que la próxima vez que me pele, a mi vuelta de Nerja,
las visitaré. Creo que para esas fechas ya habrán echado muchos pelados y su
técnica habrá mejorado… ¡¡¡Hasta otro
día chicas!!!
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