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lunes, 29 de abril de 2013

VIAJANDO
CON
DON RECUERDO
 
Colaboración de Paco Pérez
 
EL BARBERO DEL CERRO “SAN CRISTÓBAL” (II)
Capítulo VII
Hace ya algún tiempo que escuché un rumor al que no di mucho crédito, en el “Cerro San Cristóbal” habían abierto una “barbería” nueva. Unas fechas después volvieron a comentarme la misma noticia y les pregunté si era la misma que había pelado unas  décadas atrás a nuestro querido paisano “El Purillo” con aquellos trasquilados célebres que le dejaron el cráneo tan limpio y desprotegido que lo llevó a coger un constipado tan fuerte que le hizo no volver jamás por ese lugar. Ante mi pregunta recibí un no rotundo como respuesta.
Esta conversación ya no pudo celebrarse en el “testero cartelero” porque fue unas fechas después de que fuera demolido por el nuevo propietario de la casa. Tengo que reconocer que las fuentes informantes no me merecían el mismo crédito que quienes ocuparon el célebre e histórico espacio y, aunque también me mezclo con ellos de vez en cuando, debo de reconocer que la verdad del asunto es que no les conozco tan personalmente como a los otros. Éstos de ahora, los de “los bancos y los cartones (uno para el culo y el otro para la cabeza)”, también son gente muy digna de confianza.
Como las familias estamos atravesando un periodo demasiado crítico por culpa de la economía del país mi abuelo, de haber vivido en estas fechas, hubiera diagnosticado la situación de “periodo tuberculoso” y además, estoy seguro de no equivocarme al afirmarlo, hubiera proclamado a los cuatro vientos que no nos salvaba ni el “médico de Torres”. Amparado en ese recuerdo pensé que en aquel barrio no había peluquerías y que era correcto trabajar para ganarse el chusco y entonces decidí visitar el lugar para comprobar quién la regentaba.
Una mañana del día 6 del pasado mes de marzo, siendo para más señas la 20:07 horas, me colgué en el hombro izquierdo mi inseparable amiga, abandoné el domicilio familiar y me encaminé hacia las eras de la “Dehesa Boyar” para intentar quemar sin cerillas todo aquello que estuviera acumulado en mi cuerpo sin permiso del que iba fotografiando. Reconozco que el paraje elegido no fue el habitual, éste lo es cuando los nublados favorecen el amanecer o el atardecer, pero ese día lucía un sol radiante y lo que me interesaba era comprobar la veracidad de la noticia recibida el día anterior y no inmortalizar cómo salía ese día el sol.
Fui dando un rodeo hasta la carretera de Torrequebradilla, la crucé para ascender hasta el “Cerro San Cristóbal”, una vez en la cumbre tomé fotos de todo lo que se movía y de lo que no, inicié el descenso hacía la carretera y, mientras lo hacía, observaba y escudriñaba con suma atención las construcciones del lugar impulsado por la intención sana de descubrir algún rótulo luminoso que me indicara dónde estaba la nueva “barbería”. Después de patearlo todo llegué al final de ese complejo agrícola y entonces se presentó ante mi vista lo que buscaba… ¡¡¡Era verdad lo que comentaban en la peña “banco y cartón”!!!
No se me impacienten que, en su momento, les hablaré con precisión del establecimiento y les mostraré, en fotos, las instalaciones.
Me aproximé al lugar y, a pesar de que era una hora muy temprana, escuché un murmullo en el interior y eso denotaba que ya estaban trabajando. Al entrar me encaminé a la mesa de recepción, fui atendido con suma amabilidad y se me informó de que no era una peluquería y sí un centro oficial de formación de peluqueras. A continuación me explicó que allí las alumnas tenían clases teóricas y prácticas para poder adquirir las destrezas  necesarias. Para facilitarles su formación se les autorizaba a pelar a quienes lo desearan pero con esta condición: <El pelador no cobraría ni un céntimo al pelado y éste, a su vez, tenía que comprometerse, por escrito, a no denunciar al pelador si el pelado, o cualquier otro inconveniente que ocurriera en el transcurso de la práctica, no fuera de su agrado.>
Mientras me iban mostrando los distintos habitáculos de la academia fui tomando imágenes y entonces comprendí por qué había tanto ruido en ella a esa hora tan temprana del día, la CRISIS obligaba a quienes ocupaban los sillones a visitar el lugar, sin importarles mucho si resultaría el pelado mejor o peor. Veamos las instalaciones, ya está aquí lo prometido:
1.- El “Centro de Peluquería” visto desde la Cooperativa de “El Cristo de la Salud”:
2.- Recepción e información para alumnos, familiares, pelados y curiosos. En este último grupo entro yo:
3.- Sala de espera para los pelados:
4.- Habitáculo destinado a los pelados:
Hay que sorprenderse, yo lo quedé en demasía, cuando comprobé que hubiera muchos de los pelados sentados en los sillones y unos pocos colgados, así hacían los peladores su trabajo. Pregunté y me lo explicaron pero, la verdad, no me acuerdo de la razón que me dieron para que pelaran así. Lo que sí puedo afirmar es que esas diferentes formas de hacerlo no fueron por razones discriminatorias y sí porque de esa forma hacen mejor el pelado.
5.- Así quedaban quienes fueron pelados en la “academia”:
¿Se comprende ahora por qué eran precavidos en ella y obligaban a firmar los documentos que les ponían delante antes de pasar al salón de prácticas?
Estaba ya en la puerta y unas cuantas alumnas me llamaron para pedirme que les concediera el privilegio de pelarme la abundante cabellera blanca que adornaba mi testa. No os podéis imaginar lo mal que lo pasé cuando decliné aceptar y les argumenté que ya había quedado con Miguel para pelarme al día siguiente. Quedamos en que la próxima vez que me pele, a mi vuelta de Nerja, las visitaré. Creo que para esas fechas ya habrán echado muchos pelados y su técnica habrá mejorado… ¡¡¡Hasta otro día chicas!!!

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