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jueves, 1 de agosto de 2013

FIESTAS DE SANTIAGO 2013, SUBIDA DEL CRISTO


Colaboración de Juan Antonio Martos

El día 28, como todos los años, el pueblo comienza a congregarse en la plaza un tiempo antes de que comience el desfile procesional.

A la hora prevista, los costaleros encaraman la imagen del Cristo de la Salud sobre sus hombros, la sacan por la puerta de tronos y abandona el templo parroquial, después de haber estado en él desde el día 24. 
En esos momentos se aúnan el fervor popular de los presentes, manifestado en los ojos lagrimosos y en los vítores que le dedican inspirados en ese sentimiento religioso tradicional que los ha convocado, la cohetería del señor Ramón, los aplausos y los acordes de las bellas piezas musicales que la banda de la Asociación Musical “Maestro Miguel” interpreta con su habitual maestría, tras un breve descanso, inicia el camino de retorno a la ermita. En la procesión la imagen fue acompañada por el párroco, las autoridades civiles, los representantes de las cofradías y el pueblo.
Durante el trayecto la tradición hace acto de presencia y los vecinos se agolpan en las puertas y esquinas de las calles para verlo pasar, rezarle sus oraciones y hacerle sus peticiones habituales de salud para el próximo año. 
También se agolpan en los lugares donde se producen las “levantás” del trono. La primera se presencia cuando la imagen, en su traslado por la calle Eras, pasa por la hornacina que contiene una imagen pequeña del Cristo en el lugar conocido como “Esquina del Cristo” y la segunda cuando caminando por la calle 14 de abril, en la esquina de “Blasico” –aquel señor inolvidable que vendía, a diario, el carbón por las calles con un carro tirado por un burro y la cara llena de tiznajos, ocasionados al limpiarse el sudor con las manos. En ese punto está el desvió para ir al cementerio y ahí también hay otra. En ambas el público se emociona con la acción y los costaleros mucho más.
Al llegar a la ermita se continúa con los pesos y, a la conclusión, se produce la quema de la colección de fuegos artificiales, esta vez el señor Ramón deja el protagonismo a la empresa especializada en estas prácticas.
Además del tema religioso estos días nos permiten convivir con personas que se ausentaron del pueblo por diversas razones y que regresan puntuales en estas fechas para reencontrarse con sus familiares, amigos y tradiciones. Son innumerables los encuentros cargados de recuerdos que tienen lugar durante las procesiones, en “El Paseo” y en los restaurantes y bares del pueblo… ¡¡¡Cómo no van a salir los recuerdos del pasado en ellas!!!
Un encuentro emotivo de este acto fue ver al señor Blas “El de los Llanos”, con sus 82 años cumplidos, en la procesión. Al verlo me vino el recuerdo de por qué acudía y entonces me afloró esa leyenda urbana oral por la que aprendí cómo se salvó la imagen del Cristo de ser destruida durante la Guerra Civil por quienes hicieron esa acción destructiva con las imágenes del templo parroquial.
Su padre vivía con la familia en la “Casilla de los Llanos”, por su oficio de “guarda rural”. Se enteró que la imagen estaba tirada en el corralillo de la ermita con la cabeza separada del cuerpo, que un vecino la había recogido, que la tenía guardada en su casa y que estaba asustado. Entonces vino hasta ese señor, lo liberó de su miedo, le cogió la imagen y se la llevó para esconderla en la “Casilla”, ese fue su primer destino salvador. Una vez en ella la familia le encendía sus luminarias pero, la verdad, se encontraba también muy asustada.
Más adelante, el señor Luís Jiménez “El secretario” la trasladó a su domicilio, situado en la carretera de Jaén- hoy Dr. Sagaz, abrió un barranco en el corral para enterrar en él una vieja bañera de metal y, en su interior, colocó la imagen. Bien protegida de la humedad la cubrió de nuevo con la tierra y encima del tesoro colocó un montón de palos para entorpecer su localización. Ahí estuvo enterrada la imagen hasta que acabo la lamentable contienda bélica que enfrentó a los españoles.
Si reflexionamos un poco nos daremos cuenta de que su presencia en la plaza no era una casualidad, era el fruto del último vestigio de una realidad de nuestro pueblo y que por ella él acudía a la llamada de la imagen. Tal vez piense que ese es su dios pero también podría ser que tal vez el verdadero Dios fuera esa noche el único que conocía los verdaderos motivos de su presencia, el recuerdo de lo que hicieron sus padres, dos personas buenísimas, con la IMAGEN por amor a Dios.
Este es mi homenaje personal al recuerdo de esas personas que, a su manera, arriesgaron su vida por ser cristianos y para que el pueblo conozca esa parte de nuestra historia local, desconocida para la mayoría.
Finalmente, quiero hacer una valoración positiva de la profesionalidad del señor Ramón “El cohetero” y reconocerle el rigor con que ejecuta su trabajo. 
Hasta que se encargó él de este trabajo, en Villargordo ocurrieron ciertos hechos que no acabaron en desgracia por pura casualidad o milagro.
Un año estaba la plaza llena de gente, se celebraba la misa y esperaban para, a continuación, acompañar a la procesión de la tarde por el pueblo, todos sabemos que ésta ya no se celebra porque no había costaleros para este acto, ahora faltan huecos en los varales. El cohetero llevaba el mazo debajo de uno de sus brazos, encendió uno sujetado por el mismo brazo, la lumbre desprendida antes del despegue prendió a los otros, cuando se percató del peligro los soltó y estos volaron sin control. Uno de ellos impactó en un carro de bebé, con la suerte de que unos minutos antes la mamá cogió al niño y entró con él en la iglesia, solamente se quemó el jersey.
Otro año el protagonista de un suceso cohetero fue Ramón “El sereno”, le explosionó uno de los cohetes antes de volar, venía mal de fábrica, no se usaba entonces tablilla y sólo se quemó la mano.




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