Colaboración de José Carlos Castellano
Rogelio, en una mesa
con un café y una baraja,
entretienese y embelesa.
El solitario trabaja.
Si no sale a la primera,
da tres golpes, como a estera.
Y con la baraja, hecha un haz,
da tres golpes al tablero,
otea, levantando la faz,
vuelve a empezar con esmero.
Si no sale a la segunda,
da tres golpes y que cunda.
De nuevo, cartas en bloque,
da otros tres golpes al cristal,
sin cortar y con un toque,
levanta la vista al local.
Si no sale a la tercera,
da tres golpes, desespera.
Cartas a mano, en paquete,
otros tres golpes en mesa,
y vuelta al solitariete.
Hasta que salga no cesa.
Si no le sale a la cuarta,
da tres golpes, se va, se harta.
Trago a trago, se acaba el café.
Carta a carta, el solitario.
Mañana, otra vez, volveré
a intentarlo como a diario.
Ahora me entretendrá el tute,
más que San Juan y Matute.
Si cayera dar barrena,
a diestro y siniestro, daré.
Sin sentir ninguna pena,
al tute, yo, no jugaré.
Así lo digan, veces mil,
maestro, agricultor o albañil.
Si me invitaran a jugar,
responderé de este modo,
dinero me queréis ganar,
mi dinero es como todo.
Jugad, con José o Fidelio,
y dejad en paz a Rogelio.
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