Colaboración de José Martínez Ramírez
Dedicada a mis amigos, los
cetreros del Reino,
D. Ramiro y D. Jorge
Amanece
el cetrero en Sierra Mágina,
amarrado
en el brazo altivo el azor.
Fluye
en hálito puro el perfume del alba,
delirio
azul sobre encinas, cazan los dos.
Hermoso
esplendor voluptuoso, lo que se ama
no
pone bridas al vuelo, a pleno pulmón,
una
perdiz torna el silencio en color, salta,
detrás
de la majada, huye de su perdición.
El
azor impulsado por el cetrero, levanta
su
celeste destello, éste, en un puño el corazón,
sabe
que en gozo o desastre la lucha acaba.
Confía
a su amigo de mística pupila y calla.
En
su catatonia ve cómo ya nunca al albor
la
perdiz entonará su canción. Te llamabas...
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