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lunes, 10 de febrero de 2014

LO SUBLIME DE LO INÚTIL

Colaboración de José Martínez Ramírez

Aquella mañana decidimos hacer una ruta a pespunte, caminata que tenía varias particularidades: era de largo recorrido, tenía unas cuestas que daban miedo y, algo muy importante, agua no faltaba.
Los que aman la naturaleza y sus habitantes, su soledad, sus perfumes, sus colores… Saben bien de lo que hablo.

Otro día lo pasé fenomenal, escuchando a Beatles y a Bee Gees, mientras observaba con mucha atención sus movimientos, su forma de respirar cuando cantaban o tocaban, sus miradas y sonrisas… Advertí, sorprendido, que cada vez me apetece más escucharlos y no tengo ni idea de inglés, o sea, me provocan encuentros, sensibilidad, recuerdos… Un algo que no siento rodeado de otros seres humanos más tangibles.
Cuando amaneció ya nos encontrábamos caminando por Toledo y visitamos su Alcázar, allí recordé, de pronto, la escena pictórica “El caballero de la mano en el pecho” y entonces pensé que tenemos tendencia a llevarnos la mano a otros lugares del cuerpo. Anduvimos todo el día y disfrutamos de lo que otros, siglos atrás, nos habían construido. Si el alba fue preciosa en esta ciudad para la noche no tengo palabras.
Los museos en Madrid son de los que desgarran el alma. Como supongo le ocurre a los de otras grandes ciudades. El Alcázar de Segovia, Los castillos de Jaén, La Sierra de Cazorla, el pilar redondo y así, como ya saben mis queridísimos y pacientes lectores, un interminable etc.
Pues bien, otra mañana en Zamora, cuando ya llevábamos unos quince mil metros andados, nos encontramos con un labriego el cual, con una azada y sus NOVENTA años, cuidaba de su pequeño huerto. Nos habló de un combate en Montoro (Córdoba), en plena Guerra Incivil; de lo divino y de lo humano, de la madre que lo parió y de Dios. Concluyendo, decía este hombre que Dios debe tener otro concepto de la Justicia y otra ruta para el amor. En fin, consideraba que sería diferente, absolutamente, en todo a nosotros. En caso contrario cómo se explica que mueran de hambre y miseria tantos seres humanos a diario. Que seamos tan hijos de puta y no recibamos castigo alguno, sino todo lo contrario. Nos regalan una docena de las mejores ostras cuando arruinemos a familias enteras y ponemos en riesgo de ir a la cárcel a muchos miembros de esos núcleos de población afectados.
Cuando robamos más que una zorra paría y le quitemos a nuestros semejantes la vida en vida, que es la peor muerte. Violamos, traficamos con drogas y embustes, agraviamos de las mil maneras posibles y los castigos se los manda Dios a los mismos de siempre…
¿Y si deciden algún día tomarse la justicia por su mano los de siempre con tanto agobio? ¿Es o no es una posibilidad?
Fuera está nevando en estas vísperas de después, -que diría Sabina-, de San Antón 2114 y eso me provoca regocijo y cierta felicidad. Mi familia descansa aún. La existencia de lo que no se ve es intrascendente, es lo que se siente lo que cuenta. No podemos evitar vivir en pasado y por ello recuerdo momentos vividos, penas más que alegrías. Creo, por todo esto, que muchos necesitamos que existan los Beatles, el Alcázar de Toledo,  las Meninas,  los Reyes Magos, necesitamos creer en los demás y, también, en Dios.
Ahora que cae la nieve la contemplo en su sencillez, es maravillosa y en cada copo veo todos los iconos que necesito para vivir.
Huelga decir que la frustración busca vías de escape, de ahí el refrán: [No hay mal que dure cien años ni quien los pueda aguantar]. Por eso la mente humana tiene mecanismos para olvidar o congelar lo que le afecta negativamente y así hacer más soportable la existencia.
En esta situación podemos estar hasta que llegue el día en que adquiramos  la capacidad de despojarnos de nuestra condición actual, que enterremos la bandera de miserias que arrastramos con los siete ases por escudo o que la ilusiones nos las desayunemos sin resignación y las cenemos sin nihilismo.
Cuando los reyes magos arrojan caramelos al viento, personas unidas por vínculos fuertes y, supuestamente, a prueba de bombas durante un segundo o treinta años los pierden y llega la nada. Sólo los sentimientos perduran, a través de la intencionalidad más pura. Ésta, la detectamos al vuelo.
¿Realmente nada existe?
Las horas las inventaron con las crecidas del Nilo, o eso creo, no son tangibles. El perfume del galán tampoco pero se puede sentir a través del olfato, somos lo que sentimos.
Dice el poeta: [Las espadañas del arroyo se mecen en el viento, ¿Por qué estoy sin ti? Sólo queda el recuerdo. ¿Qué hacer para regresarte, para sorprenderte? ¿Dónde fue tanto dolor?].
El escritor echa de menos algún ser humano o bien un amor no correspondido.
Con estos interrogantes, o parecidos, se nos pasa la vida flotando en la nada.
A través de la perla de Steinbeck: [Las personas que se quieren enriquecer con lo ajeno, arrasan sin contemplaciones con todo, mediante el engaño y demás perlas humanas.].
En “Las uvas de la ira”, la historia de ahora se repite: [Batacazo económico, religioso y moral.].
¿Tiene la religión respuesta para las dificultades graves que experimentan tantos humanos?
Porque si los logros conseguidos en unos siglos eran impensables… ¿no vamos a lograr cambiar nuestra condición a través de la sabiduría?
Mientras tanto no tendremos indulto, seguiremos subiendo y bajando, riendo y llorando, blanco y negro. Más vale que nos vuelvan a inventar otra vez la rueda…
¡Qué felicidad sin tecnología, sin mercados y sin la madre que los parió!





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