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jueves, 17 de abril de 2014

SEMANA SANTA 2014

  

PREGONERO:
Santiago López Pérez

                            CAPÍTULO II

INTRODUCCIÓN
He vuelto de nuevo junto a ti, sintiéndome pequeño y casi un niño. El corazón alborotado de recuerdos, de los amores que tú me has ido dando año tras año. He vuelto a sentirme feliz a tu lado, a saber que nos pertenecemos y nos amamos.
Y, sin embargo, te quejas. Y me dices que ya no te quiero como antes, que te he ido olvidando como se olvida la sonrisa de la gente amiga que pasa a nuestro lado, como se olvidan los rencores de quienes nos hirieron tanto.
Pero, no es cierto. Olvidarte sería ingrato, una traición, un mal paso que, por encima de escritos y papeles, siempre dejaré a un lado. Pues tú eres mi descanso, mi reposo, el regazo en el que mi corazón se esconde cuando, roto ya el equipaje de tristezas y golpes amargos, busca tu mano tierna, el cobijo de tu abrazo.
Y me gusta entonces pasearte y susurrarte en silencio palabras que rompan el tiempo en mil pedazos. Llevarte las mañanas de sol y primavera, cogidos los dos de la mano, como se cogen los que se aman, y se sonríen, confiándose con la mirada secretos que sólo ellos conocen, palabras siseadas al oído de dos locos enamorados.
A pesar de las distancias y del paso implacable del tiempo, vengo hoy especialmente ante todos a decirte que te quiero, a proclamar en voz alta, con el corazón alegre y sereno, que te sigo amando como el primer día, cuando me inundaste con tu luz y tu vida, con tu abrazo tierno de madre y amiga, con tu mirada confiada de quien se sabe querida para siempre.
Amada tierra de Villargordo, añorada tierra de mi pueblo, nunca podrá la distancia ni el tiempo romper este vínculo de amor, que echa raíces cuando nacemos, en el corazón de cada villargordeño.

SALUDOS
Mis queridos padres y familia,
Reverendo D. José María Romero,
Sr. Alcalde D. Sebastián López y Autoridades Locales,
Hermanos Mayores y Presidentes de Cofradías y Hermandades,
Mi querido maestro, D. Antonio López, a quien debo mi vocación por la enseñanza,
Señoras y Señores,
Amigos todos… ¡¡BIENVENIDOS!!

AGRADECIMIENTOS
Muchas gracias, amigo Fernando, por haber aceptado ser mi presentador en este acto y por tus amables palabras, por otra parte inmerecidas y que brotan de una amistad sincera. Gracias por ennoblecer este acto con tu presencia, como bendices tu casa como buen marido y padre, así como tu trabajo como buen profesional. Siempre admiraré en ti tu voluntad de ayudar a todo el que lo necesita.
Mi agradecimiento también a esta Agrupación de Cofradías por haber insistido en su confianza en mí para pregonar la Semana Santa de Nuestro Pueblo. Un honor del que sigo creyendo que no soy digno. En este sentido, y a modo de guía, procuraré atenerme al significado que da la Real Academia Española, cuando en su Diccionario de la Lengua define la palabra “pregón” como el “discurso elogioso en que se anuncia al público la celebración de una festividad y se le incita a participar en ella”. Y yo estoy aquí para pregonaros la Fiesta de la Vida, de una Vida ofrecida para que nuestra vida tenga plenitud en la Verdad, que es Jesucristo, muerto y resucitado por ti y por mí, por cada uno de nosotros.
Villargordeños, estamos inmersos en la Cuaresma, es tiempo de oración, de reflexión y de conversión; tengamos nuestros corazones abiertos de par en par para recibir al Señor; asistamos a las Celebraciones, a los Santos Oficios de Nuestra Parroquia, y fortalezcamos nuestro Espíritu Cristiano, acompañando a Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Amigos, llega la primavera y el azahar y el romero y la hierbabuena perfuman ya las calles de nuestra Andalucía, y lo que empezó siendo tristeza y ceniza culminará, en breve, en la alegría, en la fiesta de la Luz y de la Vida.

EL  INEVITABLE  PASO  DE  LOS  AÑOS
La Semana Santa viene cada año cargada de sentimientos y recuerdos. Evocaciones de mi infancia, cuando era monaguillo con D. Pablo, y posteriormente con D. Leo, y la Parroquia se urgía en disponerse para la celebración del Triduo Sacro. Un puñado de feligreses se afanaban en preparar el Monumento en la capilla de la sacristía: Juanillo era el encargado de las alturas, mientras que Josefita Párraga, Patro, Josefa o Pepa “la de letras”, entre otros, estaban atentas a los detalles del acabado que remataban con sábanas y colchas y macetas de pilistras para ocupar tan amplio espacio. En medio de todo: el Sagrario; y, en él, Cristo esperando.
Pero la Semana Santa es también tiempo en el que vienen a mi mente los recuerdos de aquellos que se marcharon, de aquellos que nunca nos dijeron “Adiós”, sino un “Hasta luego” prolongado que culminará en un nuevo encuentro al otro lado de esta vida. El recuerdo agradecido a mi abuela Marina Delgado, entregada día tras día a su trabajo; pero que, llegando estas fechas, siempre nos pedía que le trajéramos sus “libros sagrados” para volcarse entonces en la lectura de la Palabra y en el misterio del amor de Dios.
¡Qué importante es para las familias el testimonio y la presencia de los más ancianos!
Ellos son en los hogares ejemplos de la ternura de Dios. Y es que el papel de los abuelos y de los padres, dentro de la familia, es importantísimo, en este mundo en el que estamos constantemente bombardeados por vanidades y en el que damos mucha importancia a las cosas superficiales. Por eso, hoy debemos tener muy presente a la Santa Familia de Nazaret, espejo y modelo en el que toda familia debe mirarse.
La familia es el centro neurálgico de la educación cristiana y civil de los hijos, es la comunidad religiosa más pequeña y cercana a todos, por lo tanto es ahí donde primero tiene que estar siempre presente el Señor. Los padres deben enseñar a sus hijos el respeto al Señor y a María, su Madre; los hijos debemos obedecer y respetar a los padres, que nos han dado la vida; nuestros abuelos deben tener en los hogares el cariño y el amor de sus hijos y nietos, que les hagan felices, y no dejar que se consuman como vegetales en la soledad de las residencias, verdaderos morideros.

ESTAMPAS  DE  OTROS  TIEMPOS
El recuerdo de Pedro, “el Tiznajo”, siempre a los pies del Nazareno; Teresa “la Tororona” y su devoción al Sagrario; o, Fernanda, “la Campanera” de Dios, que, día tras día, año tras año, nos invitaba a la celebración de la Misa; o, María de la Cabeza, mujer fiel de la Eucaristía…  Son tantos los ejemplos de vidas cristianas que poblaron esta tierra de Nuestro Pueblo, vidas sencillas y humildes que, en todos, de una manera imperceptible y cotidiana, fueron dejando su huella y nos ayudaron con su testimonio callado a ser lo que somos. Ellos forman ahora la Iglesia del Cielo y, con nosotros, todos celebran también estos días santos.
Pero los días que se avecinan son días también que evocan a la familia, a mi madre y a mis hermanos, en la cocina, viendo y ayudando, respirando el dulce sabor de las panzas de vieja, de los roscos de naranja, del arroz con leche, los hornazos…  Y, las mañanas de Viernes Santo, ayuno; y, al mediodía, el sempiterno y triste potaje de garbanzos.
Sabores, celebraciones, tradiciones, ejemplos de familiares y amigos que poblaron nuestras calles… 
¡Caminamos todos juntos, Señor, sabiéndonos siempre cogidos a tus benditas manos!

A  VOSOTROS,  AMIGOS  COFRADES 
Esta relación familiar es también la que debe existir en cualquier cofradía y entre todas las cofradías, pues todos veneramos a un mismo Señor. Cada Hermandad debe preocuparse por ser misionera de Cristo, por ser un cauce de fe y de vida cristiana. Un buen cofrade busca también ser un buen cristiano y concibe la Hermandad no como un instrumento de filigranas y retóricos movimientos del paso, sino como un medio para la Evangelización, para acercar todavía más a otros al Corazón de Cristo. Las Hermandades han de ser verdaderos ríos por los que discurra con toda fluidez, sin obstáculo alguno, el mensaje del Señor, y, para ello, es importantísima la formación, como en cualquier otro aspecto de la vida. Así, por ejemplo, en el ámbito familiar o profesional, las innovaciones y la preparación es algo que vamos asumiendo como necesario y constante. Y, si esto es así, ¿por qué no actualizarnos también en el ámbito religioso? ¿por qué conformarnos con hacer las cosas porque sí y no buscarles el profundo sentido que pudieran tener?, es decir, ¿por qué no buscar la Verdad de lo que hacemos para que, con ese conocimiento, podamos transmitirla con más claridad y consigamos, de esta manera, contagiársela a otros?
Porque, amigos, cuanto más se conoce, más se ama, y el amor, que es creativo, te proporcionará los mejores medios para llegar a los demás. Es por ello que la Formación debe ser un pilar fundamental sobre el que se apoye cualquier Hermandad, y cualquier cristiano, en general.
Y de la mano de la formación, que te va a llevar a un conocimiento más “intelectual”, ha de ir la Oración, que te acercará al diálogo con Dios, al conocimiento íntimo y personal. Una oración que ha de brotar del silencio y del querer dejarse encontrar por Cristo; sabiendo que, cuando te dejas encontrar por el Señor, Él te va a colmar de plenitud y felicidad.
Unámonos, pues, a los deseos del Papa Francisco de reevangelizar nuestras vidas, de experimentar en nosotros la alegría del Evangelio.
A finales de los años setenta y durante la década de los  ochenta, hubo un renacer de asociaciones, colectivos y grupos a través de los cuales nuestra sociedad se expresaba como colectividad. Pero, poco a poco, hemos sido llevados por oscuros intereses y actualmente vivimos tiempos de pobreza para la expresión de la conciencia popular; hemos sido guiados, con nuestro consentimiento, hacia un individualismo, en el cual la persona vive en su soledad ante Dios, entendiendo que la Iglesia es el lugar en el que resguardar sus preocupaciones religiosas antes que el lugar concreto donde Dios lo llama para recibir su Palabra, para hacerle ver su presencia, para oír su Evangelio y hacerlo vida en el mundo. Esto es algo que sólo se puede hacer como pueblo y es ahí donde la importancia de las Hermandades es capital. La Hermandad nace del pueblo y en el pueblo, forma parte de su tradición y está en su esencia ser la expresión de la conciencia del pueblo. La Hermandad se alimenta del pueblo y se da al pueblo. Y es en este “dar” donde reside el aspecto fundamental: ES NECESARIO DAR A CRISTO.
Vivimos tiempos en los que se nos quiere confundir para enfrentarnos, tiempos en los que nos dicen que todo es relativo y todo vale. Y no es cierto. Para el cofrade, para el cristiano en general, su único valor es JESUCRISTO.
Las Hermandades, con sus Pasos en nuestras calles, llevan este mensaje  de entrega de Jesucristo, del dolor de una Madre que nos ofrece a su Hijo. Y nos presentarán en los próximos días verdaderas catequesis explicadas con la belleza de sus imágenes, con el buen hacer de cada uno de sus cofrades que, si lo vive con recogimiento y respeto, sabrá transmitir a los vecinos de Villargordo el valor de lo sagrado, el misterio del amor que llevan en su corazón durante todo el año y que en los días de Semana Santa ponen a flor de piel en nuestro pueblo sin temor y sin recato.
La Hermandad es, por lo tanto, vehículo de expresión de la conciencia colectiva y madre que acoge a los hermanos creyentes, que son destinatarios y proveedores de la misma salvación. Ello implica que todos tenemos que ver con la salvación de todos. En la Hermandad debemos esperar con todos y colaborar con todos para que ni uno solo quede perdido. Por eso es necesaria la oración de los hermanos por los hermanos ante el mismo Padre de todos, para que Cristo sea nuestro defensor e intercesor.
A todos los cristianos, y a los cofrades especialmente en estas fechas de Semana Santa, nos corresponde mostrar el rostro de Cristo sin las desfiguraciones que esta sociedad actual nuestra pretende imponerle, movida por intereses particulares de determinados colectivos. Vamos a vivir unos días en los que hay que mostrar en público nuestra fe y sabemos que no son tiempos propicios para ello; que a Cristo se le pretende apartar día tras día de la vida de las personas y colocarlo en una especie de panteón de héroes; que el Santo Nombre de Dios apenas se pronuncia en público. Vivimos tiempos de desapego a lo Sagrado bajo el pretexto de que hay que ser moderno, ¡como si el amor a Dios fuera un valor marcado por los tiempos!.
Los cofrades tenemos que vivir esa conciencia de pertenencia y así alimentarnos de nuestra propia vida personal y de la de la comunidad. Seamos cristianos concretos, integrándonos de una manera eficaz en Nuestra Parroquia, en nuestro grupo o Hermandad. Porque, si decidimos vivir nuestro cristianismo en solitario, corremos el serio peligro de ir siendo desnudados de nuestra identidad cristiana por esta cultura atea imperante con la que nosotros también, inconscientemente, estamos colaborando.
Es una tarea ardua la que se pide a las Hermandades, es cierto. Pero no están solas, el Espíritu Santo, verdadero motor de la Iglesia, sabrá orientar en cada momento cada uno de sus pasos en la dirección correcta, para que consigamos una auténtica y nueva expresión de la fe en nuestra sociedad, la construcción de un nuevo tejido de la fe en la Iglesia.

Amigo cofrade,
el Señor te ha elegido
para que seas su testigo
en medio del pueblo.
Amigo cofrade,
Dios puso en ti la semilla
que día tras día se hace vida
y testimonio del Cielo.
Amigo cofrade,
con una actitud humilde
el mismo Cristo nos pide
una mirada en silencio,
y un corazón que le diga:
Aquí tienes, Señor, mi vida,
Tuya es, yo te la ofrezco.

    

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