Colaboración de Paco Pérez
Hice
una visita virtual a Villargordo.info
y leí la entrevista realizada por Úrsula
Mª Jiménez a José Luís Castellano
Lerma. Éste es un joven villargordeño que hizo las maletas y se marchó para
Alemania en busca de un horizonte
laboral con reales posibilidades para su recién estrenada profesión, Diplomado Universitario en Enfermería (DUE).
En
ella abordaron temas de diversa índole pero me guardé en el baúl un tema
puntual: La impresión tan grata que
causó a José Luís, nada más llegar allí, la constatación del buen hacer de los
ciudadanos en el tema del “reciclaje”.
¿Por qué me impresionó este tema y no otros?
Porque
me ha recordado los malos hábitos que tenemos muchos ciudadanos sobre la misma
temática y, de manera especial, en Villargordo.
Suelo
caminar a diario y esa actividad lúdica me permite conocer, de manera real,
cómo responde nuestro pueblo en el campo del reciclaje de los residuos sólidos no degradables.
El
objeto de este escrito no es dar una lección al lector sobre qué son, sus
clases, el origen de ellos y el tratamiento de los mismos.
La
única razón que me ha movido a escribir estas líneas es para poner ante los
lectores una realidad que tenemos planteada en el pueblo y sobre la que no se
toman las medidas pertinentes para impedir la dejadez de obligaciones.
Cuando
en una sociedad se vive bajo los efectos de un sistema político férreo, las
escenas de nuestro entorno pueden darse también, es cierto, pero de vez en
cuando y no por norma. Cuando disfrutamos del sistema político ideal, la
democracia, relajamos los comportamientos y como nadie impone a la ciudadanía
las leyes vigentes, porque molestarían al personal, pues por esta realidad llegamos
a una situación en la que el infractor es conocedor de ello y entonces le desaparece
el temor de que su acción incorrecta sea tratada de manera justa, la sanción.
¿Tiene
que tener la sociedad un buen comportamiento ciudadano por temor o por deber y cultura?
Si
un grupo social se instala en el hábito de hacer mal las cosas por norma pues
es debido a que algo falla en el sistema y entonces será el momento de recordarle
a la sociedad en general o a la villargordeña en particular aquella frase que
popularizó mi abuelo: [Señores, ya ha llegado
el carro a la posada.]. Así es como él comunicaba, a quienes lo escuchaban,
que no se podía seguir haciendo lo mismo que antes y que había llegado la hora
de hacer, desde ya, algo diferente para dar solución al problema planteado.
De
un tiempo a esta parte hemos pasado de tener que tirar en los corrales terreros de nuestras viviendas
los desperdicios que se generaban en
ellas cuando se comía o la tierra que se recogía al barrer la calle o los mismos
corrales.
Todos
los años las familias limpiaban los restos acumulados y los transportaban a sus
campos para usarlos como materia orgánica en el abonado de las plantas que
tenían cultivadas. Pasaron los años mejoró esa situación porque pasamos de no
tener salubridad en las casas a poder disfrutar de un “Servicio Municipal de BASURA”; ésta se recogía en la puerta de
nuestras casas, la transportaban y la depositaban después en unos terrenos que
había junto a la carretera de Torrequebradilla, propiedad de nuestro
Ayuntamiento, dedicados a tal fin.
Unos
años más tarde, por razones económicas, cambió el modelo y entramos en un “Consorcio de Municipios”, siendo
ejercida esa labor por personal externo y no local. Para realizarla se nos ponen
contenedores, de distinta clases, se distribuyen por el casco urbano y
diariamente se retiran los restos acumulados en los de basura orgánica.
Es
una evidencia que tenemos una mejora muy
grande en estos servicios, que debemos usarlos con corrección y que no tenemos derecho a usarlos mal o destruirlos.
Aunque
parezca una idiotez, considero que es una bendición disponer de este servicio
público y la razón que me asiste para hacerlo es que sé valorar lo que tenemos ahora
porque he vivido la otra situación. Aquella etapa no era agradable pues la
acumulación de basura en las viviendas llevaba consigo malos olores y la presencia molesta de moscas, ratas y ratones en ellas.
En
teoría, ahora no deberíamos de
encontrarnos residuos sólidos tirados en el suelo de nuestro casco urbano o
en las periferias porque en todos los lugares públicos hay papeleras o
contenedores para que el ciudadano pueda depositar la basura que genera su
presencia en ellos cuando pasea, descansa o decide hacer “botellón”. Por desgracia la realidad es bien distinta y, en algunos
espacios de nuestro entorno, hay tirado de todo en el suelo.
Es
bueno pasear, llevar a los peques a las zonas recreativas o hacer los fines de
semana fiesta pero tomando conciencia de que no respetar las reglas del juego
medioambiental ocasiona un deterioro en los lugares visitados y con nuestro comportamiento
regalamos, a quienes nos visitan, una imagen calamitosa de nuestro pueblo.
Probablemente
no hemos pensado que las botellas,
las bolsas o el tetra brik que tiramos al suelo no lo recoge el viento, que alguien
debe de hacerlo y que ello lleva consigo un
gasto innecesario a las arcas municipales.
¿Qué ocurriría si las autoridades nos
multaran por no haber cumplido las leyes de uso y comportamiento en los
espacios públicos o por depositar los restos fuera de lo contenedores?
Lo
más seguro es que toda la familia se movilizaría para impedir la ejecución de
la multa pero no se preocuparía de obligar a su criatura a que pidiera
disculpas a la comunidad y que fuera a limpiar lo deteriorado.
Mi
propuesta de mejora para esta
problemática:
1.-
Una educación correcta del tema, con
la implicación de los sectores pertinentes: familia, centros educativos y Ayuntamiento.
2.-
Legislar unas normas de ámbito local que regulen los
comportamientos anómalos de uso en los espacios y contenedores.
3.-
Fase previa de advertencias, una vez
que éstas fueron aprobadas y ya entraron en vigor.
4.-
Aplicación de la normativa con rigor.
No
es un capricho lo que digo, es la constatación de la realidad que tenemos. Para
decir una cosa hay que demostrar lo que se dice y hacerlo con la sana intención
de mejorar la convivencia en nuestro pueblo, Villargordo, donde los DERECHOS
y los DEBERES guíen nuestro
comportamiento.
Dicen
que… ¡¡¡Una imagen vale por mil palabras!!!
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