Colaboración de José Martínez Ramírez
Los
enamorados, cogidos de la mano,
sueñan
susurrándose al oído.
Traeré
para ti una nube de cantos,
de
rosas, madreselvas y rocío.
Limpiaré
con lágrimas tu quebranto,
las
que salen de mis emociones con brío.
Qué
lejanía de besos y abrazos,
con
tu risa me quedo, con tu tacto.
Con
el sol y sus lenguas de miel te canto,
tormenta
dorada mía, sin ti qué frío.
La
vida, sin corazón, me dejo el llanto.
Lejos,
en tu ciudad, mi ojo sombrío
adivinó
tu talle, tu lindo encanto.
Quedó
desierta la boca, el verbo vacío.
Qué
lejanía de besos y abrazos,
con
tu risa me quedo, con tu tacto.
Te
fuiste tranquila hacia la playa, alejando.
Yo
era una botella acabada, entre el griterío.
Pasaron
muchos años, no sé cuántos,
sobre
mi hombro la soledad y el estío.
En
mí aun luchan leones y cristianos,
aquellos
primeros besos, con otros vacíos.
Qué
lejanía de besos y abrazos,
con
tu risa me quedo, con tu tacto.
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