Colaboración de José Martínez Ramírez
VIAJANDO
Aquella
que en la barra del bar de un tren,
tomaba
ron, cola y por la risa de su escote,
se
le escapaba, sin querer entre el vaivén,
la
palabra acompáñame, nene, en este trote.
Aquella
que en un barco, en la ría de Santander,
escuchaba
a Sabina y oteaba el horizonte.
Mecida
por el viento y las olas me dijo, ven.
Y
yo, la acompañé y hablamos de Don Quijote.
Al
salir del excusado me dijo que era de Jaén.
Qué
extraño, verdad, que este barco aún flote.
Nos
regalamos fluidos, vestía un blanco satén.
Le
pedí su teléfono, no me dijo ni el nombre.
Aquella,
en la barra de un pub, me dijo… ¿A quién?
Te
espero a ti y cambiamos en tren a Chicote.
Luego
volvimos a la playa de Bilbao, en un andén,
se
despidió, no me olvides mi vida, y me dio un besote.
A
Rosa, Mari Carmen, de América era Zoé.
Pura,
Lola, Mari, como olvidar a Rosa Conde.
Aquellas
de nombre bíblico, Raquel y Salomé.
Y,
con las que nunca compartí el nombre.
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