Colaboración de Paco Pérez
El
día 3 de mayo, en las primeras horas de la mañana, caminaba con Mari por el
paseo que bordea el cauce del río Chíllar en dirección Norte y por su margen
derecha.
Lo
hacíamos a la altura del parque infantil y, de pronto, reparé en el espectáculo
inusual que nos ofrecía el pavimento, un conjunto de suciedad cuyos componentes
eran el fruto de aquel árbol, las “moras”
que había caídas, y las manchas originadas por los transeúntes al pasar por
allí y pisarlas.
Alcé
la mirada para observar el ramaje, comprobar cómo estaba la morera de frutos y entonces, estando en
ese proceso observador, la mente me transportó a una imagen de la niñez. Cuando
tuve el cartoncillo en mi poder comprobé que estaba muy deteriorado, me esforcé
pero sólo pude reconocer la imagen de Domingo
Jiménez Almagro “El morralero” y
la mía, a los otros niños no los identifiqué porque sus imágenes estaban muy
difuminadas y por eso no puedo decir sus nombres.
En
Villargordo había dos moreras muy célebres, sus moras eran
blancas y muy dulces, una en la “Plaza de la Iglesia”. La que aparece a la
derecha de la imagen.
La
otra, mucho más grande y frondosa, estaba en “El Paseo”, delante del edificio de “El Sindicato”, cuyo solar es hoy ocupado por el Ayuntamiento.
Una
tarde estábamos un grupo de diablillos intentando comernos unas cuantas "moras" por el único procedimiento que conocíamos y que era usual entre la
chiquillería, tirar piedras a la morera y derribar sus “moras”.
Primero
tirábamos los proyectiles, esperábamos que cayeran e inmediatamente nos
lanzábamos a por ellas. Aquella tarde no hicimos un cambio de planes y mientras
las cogíamos y comíamos, estábamos en cuclillas. Sin esperarlo, una piedra de caída
retardada se deslizó en picado y sin avisar sobre la cabeza de Domingo. La primera reacción del grupo
fue mondarnos de risa, incluido él. Cuando estábamos en esa estampa, él debió
de sentirse algo y se llevó la mano a la zona de impacto, se palpó durante unos
momentos con ella y cuando la retiró… ¡¡¡Sorpresa,
su palma de la mano estaba impregnada de sangre!!!
El
grupo enmudeció y Domingo tornó su
rostro risueño por un grito de preocupación… ¡¡¡Sangre!!!
Inmediatamente
comenzó a llorar y salió corriendo hacia su casa y la escena, con los que
quedamos, volvió a recuperar su tono jocoso.
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