Colaboración de José Martínez Ramírez
Con
tus trenzas acabadas, con tu sueño de noche,
con
tus ojos de abril, con tu voz apagada,
en
tus manos azules y tu pelo tan negro,
de
luz de gas de un candil.
Fulgor
que resbala en la fuente de tu piel de aceituna,
final
de septiembre, luna menguante de mañana invernal.
Maestra
de tórtolas, maestra de cola de pavo real
Y de visillos encalados de algas de mar.
La
noche subyace digna y perfilada,
tierna
e infatigable, como vuela la vida,
Confundida
en un segundo o a mil años luz,
Es
lo mismo. Que tu tacto aparezca distinguido
y
que tu voz engalane el sonido del viento.
Que
la luz y la escarcha duerman unidas
y
que tu voz despierte con suspiros de fresas.
Si
ayer dormitabas sobre nubes de seda
que
hoy, la noche, despierte suspendida y fugaz.
Una
niña descalza sueña con caracolas
en
su mar verdiblanco y busca aceitunas
de
plata y miel, sabe Dios donde irá.
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