Colaboración de Paco Pérez
Moisés subió al monte
Sinaí y le habló Dios. El pueblo se había quedado abajo,
desde la distancia veían las manifestaciones externas de ese encuentro entre
ambos, estaban asustados y permanecían en ladera del monte esperando su regreso.
Ahí fue donde se inició el rito de la “alianza”
entre Dios y el pueblo de Israel. No perdamos de vista estos dos elementos “alianza” y “pueblo”.
Durante
el tiempo que permaneció Moisés
arriba Dios le habló y le dio
impresas “Las TABLAS donde ÉL nos
escribió su LEY”, cuando bajó se la presentó al pueblo de Dios en forma de “decálogo”
y las gentes, cuando lo escucharon, se comprometieron a cumplirla.
Después,
Moisés va poniendo en marcha,
ajustado a lo que recibió del Padre, la forma de cumplir con Él, para ello les
reguló el culto y empezó el rito: [Un sacrificio de “comunión” y la “aspersión”
con sangre del altar y de los asistentes.].
En
estos sacrificios una parte del
animal se ofrecía a la divinidad y la
otra servía de alimento a los
participantes. Era una fiesta de fraternidad en la que se expresaba la “común-unión” de los asistentes, “entre sí” y con “la divinidad”.
Así
arranca la “Primitiva Alianza” de Dios con el hombre, tenemos que entender
que la sociedad estaba orientada hacia los ritos religiosos en los que se
adoraba a diversos ídolos.
Después
del Sinaí y, con el paso de los años, Dios va madurando el cambio para que la
venida de su Hijo venga en el momento más adecuado. Después de producirse el nacimiento de Jesús todo sigue su orden
natural y así es como suceden los hechos históricos de su educación familiar y
religiosa, el cumplimiento de sus obligaciones con el judaísmo, la manifestación
pública de su mensaje y su pasión, muerte, resurrección y ascensión al Cielo.
Así es como se establece la “Nueva
Alianza” de Dios con el pueblo y aún sigue vigente, hasta el final de los
tiempos.
Si
nos fijamos bien comprobaremos que hay elementos comunes en ambas. En las dos
se contempla la presencia de la “sangre”,
en la “Antigua” procedía de los
animales ofrecidos en sacrificio y en la “Nueva”
es derramada por Jesús en la cruz.
Si
nos detenemos comprobaremos que hay una diferencia abismal, como también es
abismal el logro que se obtiene con la “Nueva”:
Redimir al hombre del PECADO.
Hoy,
la Iglesia celebra el día del “CORPUS
CHRISTI” y en la lectura del evangelio se puede comprobar la tradición
cristiana de aquel tiempo: [Reunirse en
la fiesta y celebrarla compartiendo los alimentos del pan y del vino.].
La
actual asamblea cristiana de la Eucaristía
también es una celebración comunitaria para compartir
Jesús
tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo
repartió pero no lo comió. Simbólicamente,
nos dio su cuerpo en forma de pan y, por el pan, nos incorpora a Él.
En
cambio, Jesús tomó la copa y la bendijo e inmediatamente se la
entregó a los reunidos sin decir nada y bebieron, se afirma con claridad que
todos bebieron de ella. Después de hacerlo, Jesús les explica el significado de
la copa: [La sangre derramada es la
consecuencia de su muerte violenta y beber de ella significa aceptar la muerte
de Jesús y comprometernos a seguir trabajando en la tarea de la salvación.].
"Comer el pan" y "beber de la copa" son actos
inseparables y no se puede aceptar la vida de Jesús sin aceptar su entrega
hasta el fin. Por lo anterior, el compromiso de quienes siguen a Jesús incluye
una entrega total por su causa y el evangelio. Participar en la Eucaristía es renovar el compromiso
hecho en el bautismo de seguir a Jesús hasta el final.
No
se debe olvidar que la “Nueva Alianza”
derogó a la “Antigua”.
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