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domingo, 7 de junio de 2015

El CORPUS CHRISTI

Colaboración de Paco Pérez

Moisés subió al monte Sinaí y le habló Dios. El pueblo se había quedado abajo, desde la distancia veían las manifestaciones externas de ese encuentro entre ambos, estaban asustados y permanecían en ladera del monte esperando su regreso. Ahí fue donde se inició el rito de la “alianza” entre Dios y el pueblo de Israel. No perdamos de vista estos dos elementos “alianza” y “pueblo”.

Durante el tiempo que permaneció Moisés arriba Dios le habló y le dio impresas “Las TABLAS donde ÉL nos escribió su LEY”, cuando bajó se la presentó al pueblo de Dios en forma de  “decálogo” y las gentes, cuando lo escucharon, se comprometieron a cumplirla.
Después, Moisés va poniendo en marcha, ajustado a lo que recibió del Padre, la forma de cumplir con Él, para ello les reguló el culto y empezó el rito: [Un sacrificio de “comunión” y la “aspersión” con sangre del altar y de los asistentes.].
En estos sacrificios una parte del animal se ofrecía a la divinidad y la otra servía de alimento a los participantes. Era una fiesta de fraternidad en la que se expresaba la “común-unión” de los asistentes, “entre sí” y con “la divinidad”.
Así arranca la “Primitiva Alianza” de Dios con el hombre, tenemos que entender que la sociedad estaba orientada hacia los ritos religiosos en los que se adoraba a diversos ídolos.
Después del Sinaí y, con el paso de los años, Dios va madurando el cambio para que la venida de su Hijo venga en el momento más adecuado. Después de producirse el nacimiento de Jesús todo sigue su orden natural y así es como suceden los hechos históricos de su educación familiar y religiosa, el cumplimiento de sus obligaciones con el judaísmo, la manifestación pública de su mensaje y su pasión, muerte, resurrección y ascensión al Cielo. Así es como se establece la “Nueva Alianza” de Dios con el pueblo y aún sigue vigente, hasta el final de los tiempos.
Si nos fijamos bien comprobaremos que hay elementos comunes en ambas. En las dos se contempla la presencia de la “sangre”, en la “Antigua” procedía de los animales ofrecidos en sacrificio y en la “Nueva” es derramada por Jesús en la cruz.
Si nos detenemos comprobaremos que hay una diferencia abismal, como también es abismal el logro que se obtiene con la “Nueva”: Redimir al hombre del PECADO.
Hoy, la Iglesia celebra el día del “CORPUS CHRISTI” y en la lectura del evangelio se puede comprobar la tradición cristiana de aquel tiempo: [Reunirse en la fiesta y celebrarla compartiendo los alimentos del pan y del vino.].
La actual asamblea cristiana de la Eucaristía también es una celebración comunitaria para compartir
Jesús tomó  el pan, lo bendijo, lo partió y lo repartió pero no lo comió. Simbólicamente, nos dio su cuerpo en forma de pan y, por el pan, nos incorpora a Él.
En cambio, Jesús tomó la copa y la bendijo e inmediatamente se la entregó a los reunidos sin decir nada y bebieron, se afirma con claridad que todos bebieron de ella. Después de hacerlo, Jesús les explica el significado de la copa: [La sangre derramada es la consecuencia de su muerte violenta y beber de ella significa aceptar la muerte de Jesús y comprometernos a seguir trabajando en la tarea de la salvación.].
"Comer el pan" y "beber de la copa" son actos inseparables y no se puede aceptar la vida de Jesús sin aceptar su entrega hasta el fin. Por lo anterior, el compromiso de quienes siguen a Jesús incluye una entrega total por su causa y el evangelio. Participar en la Eucaristía es renovar el compromiso hecho en el bautismo de seguir a Jesús hasta el final.

No se debe olvidar que la “Nueva Alianza” derogó a la “Antigua”. 



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