Colaboración de José Martínez Ramírez
Impasibles
al ritmo, quietas,
Ninguneadas;
yo quisiera:
Ausente
a las miradas del ojo,
ser
piedra para estar airoso
y,
siempre, a tus pies discreta.
Cristo
de la Salud, y te prometa
quieto,
pequeño y bondadoso;
en
todas las noches de Villargordo,
rendirme
transparente a tu belleza
con
mi pluma inhábil y discreta.
II
Caminar
de las manos virtuosas
de
los oprimidos, pomposos,
marginados,
ausentes y poetas.
Encanecidas
e inertes, secretas,
los
hombres con los ojos acuosos
os
rinden homenajes copiosos,
sin
saberlo. Escondidos bajo vuestras
barrigas,
mientras rugen las tormentas,
se
esconden los grillos fastuosos
y
cantan. mientras cicatrizan gozosos.
Las
heridas del caminante y su nieta,
de
sangre celeste son estas piedras.
Vagan
por jardines de mirtos sedosos,
entre
acordes de violines primorosos.
Surgen
los labios de Zeus y Electra
de
noble marfil su divinidad inquieta.
Las
nubes pasan con sus grandes ojos,
columnas
de plata traen para el coloso.
Cuando
nadie lo ve, el cristo se sienta
Mientras,
triste, el horizonte contempla.
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