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miércoles, 10 de junio de 2015

LAS PIEDRAS DE LA ERMITA

Colaboración de José Martínez Ramírez
                 
                    I
Impasibles al ritmo, quietas,
Ninguneadas; yo quisiera:
Ausente a las miradas del ojo,
ser piedra para estar airoso
y, siempre, a tus pies discreta.

Cristo de la Salud, y te prometa
quieto, pequeño y bondadoso;
en todas las noches de Villargordo,
rendirme transparente a tu belleza
con mi pluma inhábil y discreta.

                 
                     II
Caminar de las manos virtuosas
de los oprimidos, pomposos,
marginados, ausentes y poetas.
Encanecidas e inertes, secretas,
los hombres con los ojos acuosos
os rinden homenajes copiosos,
sin saberlo. Escondidos bajo vuestras
barrigas, mientras rugen las tormentas,
se esconden los grillos fastuosos
y cantan. mientras cicatrizan gozosos.
Las heridas del caminante y su nieta,
de sangre celeste son estas piedras.
Vagan por jardines de mirtos sedosos,
entre acordes de violines primorosos.
Surgen los labios de Zeus y Electra
de noble marfil su divinidad inquieta.
Las nubes pasan con sus grandes ojos,
columnas de plata traen para el coloso.
Cuando nadie lo ve, el cristo se sienta
Mientras, triste, el horizonte contempla.


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