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domingo, 12 de julio de 2015

JESÚS ENVIÓ A LOS APÓSTOLES A PREDICAR POR LAS ALDEAS

Colaboración de Paco Pérez

Siempre ha ocurrido lo mismo, el hombre se mueve atraído por lo que no es eterno, el dinero. Cuando lo tiene no sabe encontrar el mejor camino para él porque valora las cosas que realmente no valen, desprecia las que tienen un gran valor y, por eso, la mayoría termina sin encontrar el rumbo en su caminar diario: Se ufanan de su poder temporal, se construyen grandes mansiones, despilfarran con las compras y los gastos, ridiculizan a quienes tienen lo justo para vivir… ¿Son justos?

Desde siempre, Dios escoge a quienes considera adecuados para la predicación. No necesitan tener un buen nivel cultural, Amós era pastor y cultivador de higos, ahí está el ejemplo. Con los discípulos de Jesús ocurre igual porque lo importante es creer, el resto es obra de Dios.
Jesús envió a los apóstoles, de dos en dos, por las aldeas de Galilea para abrir camino al Reino de Dios. Cuando predicaban lo hacían en nombre de Jesús, expulsaban demonios y curaban enfermedades y dolencias por el poder y la autoridad que Él les había dado. Su misión era doble: Anunciar a la gente lo cerca que estaba Dios y curar a las personas de todo cuanto ocasionaba el mal y el sufrimiento en sus vidas.
Jesús habla de los discípulos como “pescadores de hombres” y le da un sentido salvífico y liberador: Rescatar a las personas del poder del mal y facilitarles su entrada en el Reino.
También nos enseñó un estilo de vida diferente y lo hizo con su manera de vestir; de equiparse; de actuar por las aldeas de Galilea; no llevando dinero, provisiones y zurrón porque proceder así significaba renunciar a la mendicidad para vivir confiado solo en la ayuda de Dios y en la acogida de la gente. Se presentarán con actitud de paz cuando se acerquen a las aldeas y no llevaran una túnica de repuesto, como ejemplo de que los seguidores de Jesús viven identificados con las gentes más indigentes.
Él vivía así y con su ejemplo los discípulos sólo tuvieron que seguirle e imitarle, cuando quedaron liberados de las ataduras terrenales.
Otra razón para ir de dos en dos fue porque entre los judíos era más creíble una noticia cuando venía atestiguada por dos o más personas. Cuando se acercaban a una casa deseando a sus gentes la paz, si los acogían bien se quedaban en ella hasta que salían de la aldea y si no se marchaban del lugar “sacudiendo el polvo de la planta de los pies”, era como decirles… ¡Allá vosotros!
Intentaban que, en las aldeas, comenzara a ser realidad una nueva forma de convivencia que se sustentara en unos valores radicalmente diferentes de los que ya tenían. Ahora, todos compartirán lo que ya tienen: Los enviados por Jesús aportarán su experiencia del Reino de Dios y su poder de curar y los aldeanos los acogerán en la mesa y en su casa.
El ambiente que se creaba en los pueblos era de alegría, ésta se extendía por toda la aldea y aumentaba al correrse la noticia de alguna curación porque celebraban que los enfermos podían integrarse de nuevo en la sociedad del lugar y sentarse de nuevo a la mesa con sus seres queridos. En aquellas comidas se estrechaban los lazos, caían las barreras y a los vecinos les resultaba más fácil perdonarse mutuamente sus ofensas.
Con esta humildad y sencillez comenzaron a experimentar la llegada del Reino de Dios.

El sencillo plan que Dios ideó para el hombre encuentra en la práctica que su Hijo puso en marcha el mejor ejemplo para que todos podamos cumplir nuestra parte si decidimos conocerla y después seguirle.




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