Colaboración de José Martínez Ramírez
Por
los años cuarenta del anterior siglo nuestra querida España se encontraba en la
más completa ruina moral y económica, ahí me quedo. He tomado esta decisión porque
de esa historia escriben otros que la conocen mejor.
A
mi chacho Bernardo le tocó cumplir
el servicio militar en Cataluña, cuando allí nadie hablaba catalán
públicamente, ya sabemos el motivo todos los españoles.
Con
este escrito sólo quiero contarles una anécdota muy curiosa que él me contó
hace ya algún tiempo y lo hago con la única intención de que se conozca y para
que no se pierda.
El
chacho anda cerca de los noventa años y, cuando visitamos a los chachos y se le
presenta la oportunidad él me la vuelve a contar, porque le gusta verme
disfrutar. Le gusta verme reír mientras lo hace. Aún mantengo esa capacidad a
pesar de todo.
Al
soldado Bernardo lo destinaron al Escuadrón de Caballería y no fue una
casualidad, no. Ocurrió porque, cuando llegaron al acuartelamiento los reclutas,
el sargento encargado de recibirlos les
preguntó:
-
¿Quién entiende de caballos?
Pues
bien, a él se le ocurrió levantar la mano y fue un error grueso. Opino así
porque lo más parecido a un caballo que había visto eran los ruchos del cortijo “El Berrueco” y algún mulo que otro. Al
levantar la mano debió pensar que se iba a pasar la mili sobre una potranca
visitando la Sagrada Familia y demás monumentos.
Cuando
le llegó al caballista Bernardo la
hora de comenzar a demostrar sus cualidades ecuestres lo hizo mediante una
orden directa de un superior y éste le presentó a su compañero de trabajo, un
tal Puyol. Ambos recibieron de
inmediato la orden de limpiar las caballerizas que había en el cuartel. Así que
para empezar, de cabalgar… ¡Nada de nada!
Lo
que sí hacía todos los días con su compañero era limpiar las cuadras.
El
soldado Puyol, según cuenta él, un
día tuvo un tropiezo y derramó donde no debía el estiércol, con tan mala suerte
para él que unos minutos después recibieron la inspección del capitán de la
compañía y éste, cuando vio el estierco derramado en el lugar que no debía
estar gritó:
-
¡Puyol! –le espetó el capitán.
Cuando
se presentó Puyol ante el capitán, y
después de los saludos de rigor, éste le preguntó muy alterado:
-
¿Quién ha tirado el estiércol?
El
soldado Puyol le contestó con
decisión:
-
¡Bernardo Armenteros, mi capitán!
Cuando
Bernardo salió del arresto, lo
primero que hizo fue buscar a Puyol,
como el que busca oro, lo trincó del pecho y, mientras se cagaba en sus muelas,
le dio dos sonoras bofetadas.
Mientras
lo cuenta mi chacho se mira la palma de la mano derecha y la mueve de derecha a
izquierda. Ese es el momento en el que no puedo evitar reírme cada vez que
recuerda los hechos históricos descritos.
Hace
unos días me encontraba en su casa de visita con Rosario y salió en televisión
el escándalo financiero protagonizado por la familia de Jordi Puyol y que es bien conocido por todos. Cuando terminó de
escuchar la noticia me miró y, a pesar de todos sus años, me dijo:
–
Ves, han pasado los años pero sigue de sinvergüenza igual que antes. Se tenía
bien merecidas las dos guantadas que le di.
Yo
no le aclaré que el Puyol de las
noticias no era el soldado al que él le dio los dos guantazo y preferí que
siguiera disfrutando con la hazaña de haberlo guanteado en el cuartel cuando
eran soldados. Lo que sí le dije fue:
-
Chacho, eres un genio.
-
¿Por qué me dices eso sobrino?
-
Porque, en su momento, fuiste un adelantado y, antes de tiempo, descubriste
quién era y le diste lo que se mereció –le contesté.
Estoy
seguro de que no comprendió mis palabras de aquel día pero lo que sí entendí
bien desde el primer momento es que el chacho Bernardo; un hombre bueno y
honrado como pocos sí hizo justicia con el mentiroso, lo que no se hace en
España, y por eso dejé que él siga confundiendo a su compañero con el honorable
Jordi Puyol i Soley para que se lo
pase muy bien pensando en el merecido correctivo que le dio por lo que le hizo
el día del estiércol.
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