Colaboración de Paco Pérez
Nazaret fue
determinante en la vida de Jesús porque allí creció; se educó en un ambiente
familiar en el que la unión iba más allá de las cuatro paredes de la casa
paterna pues compartían espacios y se ayudaban, hacerlo así era lo cotidiano;
aprendió a vivir en contacto con la naturaleza, así conoció sus
particularidades y por eso empleaba ejemplos inspirados en ella para sus
enseñanzas; acudía a la sinagoga del pueblo los sábados y participaba… ¿Esta realidad fue casual o todo entraba en
los planes del Padre?
En
otra ocasión comenté que quienes no han leído el AT afirman convencidos que con
el NT es suficiente y hoy, para mí, en las lecturas se puede comprobar que esa
postura es errónea… ¿Por qué?
Todo
se enseña y aprende, por eso no hay mejor método que la práctica diaria de las
cosas. En la primera lectura aprendemos qué hacía el pueblo
en la sinagoga el día del Señor: Asistían al culto, compartían y los sacerdotes
animaban a los participantes a estar alegres porque era el día del Señor.
En
la segunda se nos muestra que todos
los bautizados formamos parte de un solo cuerpo, la Iglesia, y que estamos
asistidos por el Espíritu Santo. Recibimos un mensaje de unidad y, por
consiguiente, de ayuda mutua… ¿No vivían
en Nazaret con esa estructura familiar donde todos iban a una, guiados por los mayores?
En
el texto del evangelio se confirma
la validez del AT. A través de él se
puede descubrir la acción lenta, pero continuada, que Dios realiza sobre los
hombres para que se cumplan los tiempos y los hechos de sus mensajes. En el
pasado se anunciaba, para mantener viva la esperanza de las personas, la venida
de un Mesías y lo que haría. Con el paso de los años, un día acude Jesús a la
sinagoga según era costumbre, le dieron el libro y escogió un pasaje en el que
se enumeraban los prodigios anunciados en el pasado y Él, al llegar el turno de
las explicaciones, les dijo: [Hoy se
cumple esta Escritura que acabáis de oír.]
El
problema de ese anuncio, para Jesús, estuvo en las esperanzas que el texto que les
leyó había despertado desde hacía muchos años en el pueblo oprimido por Roma,
por él creían que el Mesías sería un caudillo fuerte que derrotaría a los
romanos, los liberaría de su opresión y los expulsaría de aquel lugar. Las
palabras de aquel día no fueron la solución que esperaban sino todo lo
contrario porque su mensaje liberador no contemplaba incitarlos a proceder con
odio y violencia, fue totalmente contrario porque los animó a practicar la paz y el amor.
Ellos deseaban
escuchar palabras de muerte y Jesús sólo sabía hablar desde la vida. Para comprender
su mensaje debían ver con claridad algo que no era ni es fácil, que era Hijo
del Padre y conocía de manera experimental a Dios, de ahí que les hablara de
que era necesario amar la vida, sumergirse en ella, abrirse al mundo y escuchar
la creación. Eso es lo que aprendió mientras vivió en Nazaret. También aprendió
allí que la familia lo era todo y
que fuera de ella las personas quedaban
desprotegidas.
Quienes
conocen esta realidad descubren que sólo en la familia podemos encontrar el
verdadero camino de la vida y que alejados de ella nos perderemos.
Los
graves problemas que padecemos ahora tienen su origen en la pérdida de esa
identidad familiar. Se ha acusado a los padres de ejercer en el pasado una
rigurosa disciplina, donde el padre lo dirigía todo en la organización del clan…
¿Hemos mejorado o empeorado desde que
hemos eliminado esa línea?
Sabemos
bien que hemos entrado, por la ley del péndulo, en unos tiempos caóticos donde
los hijos ocupan ahora la cúspide del clan y las consecuencias no pueden ser
peores, para qué exponerlas si las conocemos todos.
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