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domingo, 17 de abril de 2016

JESÚS ES NUESTRO PASTOR… ¿RECONOCEMOS SU VOZ? ¿LO OBEDECEMOS? ¿SEGUIMOS SUS CONSEJOS?

Colaboración de Paco Pérez                       
En la época de Jesús, la “casta de los fariseos” tenía el poder en el “Sistema religioso” casi siempre, un ejemplo negativo de cómo entender y aplicar lo que Dios nos pide que hagamos. Pasan los años y se puede comprobar que en el S. XXI nuestro mundo religioso no se ha liberado de esa lacra y sigue administrando el mensaje de Dios sin abandonar la mentalidad aplicada en el pasado por los “fariseos”… ¿Por qué lo digo?

Porque la parábola del “Buen pastor” está en la Biblia para leerla, conocerla y ponerla en marcha. No está para que, después de haberla leído, cerremos el libro al acabar y nos olvidemos del asunto hasta que la leamos de nuevo.
Cuando Jesús estaba entre ellos les reprochaba que con sus prácticas religiosas tenían al pueblo humilde recluido con los preceptos y las prácticas del templo. Se lo decía porque hacían lo mismo que los pastores cuando regresan del campo con sus ovejas por la noche, las encierran en el redil para que no se muevan de allí y, al día siguiente, las llevan otra vez a dónde ellos consideran que deben hacerlo… ¿Les preguntan a ellas qué desean hacer ese día o adónde quieren ir a comer?
Jesús les había dicho que Él era “el buen pastor” y esa afirmación los tenía muy preocupados… ¿Por qué?
Porque en el A.T. los profetas habían acusado, en muchas ocasiones, a los dirigentes de Israel de ser “malos pastores” debido a que explotaban al pueblo en beneficio propio. Jesús también les acusó, muchos años después, de que hacían cualquier cosa para seguir disfrutando de sus privilegios: mentir, matar si era necesario... Al hacerlo los comparó con el pastor de ocasión y no de vocación, porque “aquel no se preocupa por las ovejas y éste sí”.
Al repetirse las acusaciones de los profetas y de Jesús, salvando las distancias en el tiempo en que fueron realizadas, los fariseos comprendieron que Éste podía ser de verdad el Mesías esperado y que, de ser así, ya se les podía acabar su medio de vida, sus privilegios y su práctica diaria de aprovecharse, en beneficio propio, de la fe de la gente sencilla… ¿Por qué los acusaron?
Porque el poder religioso y el poder político, junto con los sacerdotes del Templo, traficaban con lo que generaba el culto.
Jesús no protagonizó la escena de los latigazos a los mercaderes y cambistas porque quisiera condenarlos, no. Su acción fue contra los doctores de la ley, el poder político y los sacerdotes.
Lo hizo porque los otros engañaban y Él les enseñaba que hicieran buenas obras para que éstas ayudaran al prójimo… ¿Se comprende mejor, ahora, por qué lo mataron?
Si APLICAMOS esta realidad histórica a nuestros días considero que debemos tomar posturas personales claras, después de REFLEXIONAR. Para empezar, os propongo estos dos puntos:
1.- Todo cristiano debe conocer el contenido de la Biblia desde la primera letra hasta la última.
2.- Jesús nos regaló la IGLESIA, todos estamos en ella, y lo hizo para que continuara divulgándose su mensaje entre los hombres… ¿Qué vamos a divulgar si no conocemos nuestro Libro Sagrado?
Y, para mí, lo más esencial… ¿Cómo vamos a querer a quien no conocemos?
Quien está con el hombre, sin buscar nada a cambio, está con Dios y Éste con él.
Pablo y Bernabé, igual que hacía Jesús, acudieron el sábado a la sinagoga para cumplir con las prácticas religiosas de entonces, éstas consistían en hacer la lectura de los textos de las Sagradas Escrituras y, una vez acabadas, venían las explicaciones sobre lo leído que daba el lector, éste podía serlo cualquiera de los presentes.
Las gentes humildes acogieron sus mensajes bien y por ello, el sábado siguiente, ya acudió toda la ciudad. Los judíos con responsabilidades religiosas también formaban parte del “pueblo escogido por Dios” pero no quisieron recibir su mensaje y, por el contrario, incitaron a las personas distinguidas del lugar contra ellos y los persiguieron.
Entonces, Pablo y Bernabé se sacudieron los zapatos, les respondieron con las palabras que habían recibido de Dios y se marcharon a otro lugar. Allí predicaron a los “gentiles”, gentes de buen corazón, y éstos sí los acogieron, recibieron su mensaje con fe, salvaron su alma y quedaron ilusionados con el mensaje que les llevaron.
El mensaje de Dios no es de unos cuantos y para unos pocos sino de todos y para todos, con la salvedad de que sólo arraiga con fuerza entre quienes lo viven a diario con sencillez y amor.
Quienes acogen a Jesús con fe y después se sienten empujados  con su fuerza ya trabajan para que su mensaje dé frutos abundantes, padecen por ello y Él los acogerá cuando viajen a su Reino.
El texto del Apocalipsis se revela a la Iglesia para ayudarle a descubrir el verdadero sentido de su historia. En su relato está: Cristo, resucitado y victorioso, y las fuerzas del mal que actúan contra ella.
En la Iglesia coexistirán siempre la gracia y el pecado, la fidelidad y la infidelidad y le anuncia su enfrentamiento con el “mundo judío” y el Impero Romano.
Encontramos a Dios sentado en su trono y dueño absoluto de la historia; el “libro sellado” que contiene su proyecto sobre el mundo y, por último, el Cordero. También, lo que va a suceder y los dueños del secreto.

La revelación del significado de la historia se nos hace de manera progresiva en el “Libro de los siete sellos”. Éstos, a medida que se van rompiendo, su secreto va quedando al descubierto.



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