Colaboración de Paco Pérez
En
la época de Jesús, la “casta de los
fariseos” tenía el poder en el “Sistema
religioso” casi siempre, un ejemplo negativo de cómo entender y aplicar lo
que Dios nos pide que hagamos. Pasan los años y se puede comprobar que en el S.
XXI nuestro mundo religioso no se ha liberado de esa lacra y sigue
administrando el mensaje de Dios sin abandonar la mentalidad aplicada en el
pasado por los “fariseos”… ¿Por qué lo digo?
Porque
la parábola del “Buen pastor” está en
la Biblia para leerla, conocerla y ponerla en marcha. No está para que, después
de haberla leído, cerremos el libro al acabar y nos olvidemos del asunto hasta
que la leamos de nuevo.
Cuando
Jesús estaba entre ellos les reprochaba que
con sus prácticas religiosas tenían al pueblo humilde recluido con los preceptos y las prácticas del templo. Se lo decía porque hacían lo
mismo que los pastores cuando regresan del campo con sus ovejas por la noche,
las encierran en el redil para que no se muevan de allí y, al día siguiente, las
llevan otra vez a dónde ellos consideran que deben hacerlo… ¿Les preguntan a ellas qué desean hacer ese
día o adónde quieren ir a comer?
Jesús les había
dicho que Él era “el buen pastor” y
esa afirmación los tenía muy preocupados… ¿Por
qué?
Porque
en el A.T. los profetas habían acusado,
en muchas ocasiones, a los dirigentes de Israel de ser “malos pastores” debido a que explotaban al pueblo en beneficio
propio. Jesús también les acusó,
muchos años después, de que hacían cualquier cosa para seguir disfrutando de
sus privilegios: mentir, matar si era necesario... Al hacerlo los comparó con el
pastor de ocasión y no de vocación, porque “aquel no se preocupa por las ovejas y
éste sí”.
Al repetirse
las acusaciones de los profetas y de Jesús, salvando las distancias en el
tiempo en que fueron realizadas, los
fariseos comprendieron que Éste podía
ser de verdad el Mesías esperado y que,
de ser así, ya se les podía acabar su medio de vida, sus privilegios y su práctica
diaria de aprovecharse, en beneficio propio, de la fe de la gente sencilla… ¿Por qué los acusaron?
Porque
el poder religioso y el poder político, junto con los sacerdotes del Templo, traficaban con
lo que generaba el culto.
Jesús
no protagonizó la escena de los latigazos a los mercaderes y cambistas porque
quisiera condenarlos, no. Su acción fue contra los doctores de la ley, el poder
político y los sacerdotes.
Lo
hizo porque los otros engañaban y Él les enseñaba que hicieran buenas obras para
que éstas ayudaran al prójimo… ¿Se
comprende mejor, ahora, por qué lo mataron?
Si
APLICAMOS esta realidad histórica a
nuestros días considero que debemos tomar posturas personales claras, después
de REFLEXIONAR. Para empezar, os
propongo estos dos puntos:
1.-
Todo cristiano debe conocer el contenido de la Biblia desde la primera letra hasta la última.
2.-
Jesús nos regaló la IGLESIA, todos
estamos en ella, y lo hizo para que continuara divulgándose su mensaje entre
los hombres… ¿Qué vamos a divulgar si no
conocemos nuestro Libro Sagrado?
Y,
para mí, lo más esencial… ¿Cómo vamos a
querer a quien no conocemos?
Quien está con el hombre, sin buscar nada a cambio, está con Dios y Éste
con él.
Pablo y Bernabé, igual que hacía Jesús,
acudieron el sábado a la sinagoga para cumplir con las prácticas religiosas de
entonces, éstas consistían en hacer la lectura de los textos de las Sagradas Escrituras y, una vez
acabadas, venían las explicaciones sobre lo leído que daba el lector, éste
podía serlo cualquiera de los presentes.
Las
gentes humildes acogieron sus mensajes bien y por ello, el sábado siguiente, ya
acudió toda la ciudad. Los judíos con responsabilidades religiosas también
formaban parte del “pueblo escogido por Dios” pero no quisieron recibir su mensaje y, por el contrario, incitaron
a las personas distinguidas del lugar contra ellos y los persiguieron.
Entonces,
Pablo y Bernabé se sacudieron los zapatos, les respondieron con las palabras
que habían recibido de Dios y se marcharon a otro lugar. Allí predicaron a los
“gentiles”, gentes de buen corazón, y
éstos sí los acogieron, recibieron su mensaje con fe, salvaron su alma y
quedaron ilusionados con el mensaje que les llevaron.
El mensaje de Dios no es de unos cuantos y para unos pocos sino de todos y
para todos, con la salvedad de que sólo arraiga con fuerza entre quienes lo
viven a diario con sencillez y amor.
Quienes
acogen a Jesús con fe y después se sienten empujados con su fuerza ya trabajan para que su mensaje
dé frutos abundantes, padecen por ello y Él los acogerá cuando viajen a su Reino.
El
texto del Apocalipsis se revela a la
Iglesia para ayudarle a descubrir el
verdadero sentido de su historia. En su relato está: Cristo, resucitado y victorioso, y las fuerzas del mal que actúan contra ella.
En
la Iglesia coexistirán siempre la gracia y el pecado, la fidelidad y
la infidelidad y le anuncia su
enfrentamiento con el “mundo judío”
y el Impero Romano.
Encontramos
a Dios sentado en su trono y dueño
absoluto de la historia; el “libro
sellado” que contiene su proyecto sobre el mundo y, por último, el Cordero. También, lo que va a suceder y
los dueños del secreto.
La
revelación del significado de la
historia se nos hace de manera progresiva en el “Libro de los siete sellos”. Éstos, a medida que se van rompiendo,
su secreto va quedando al descubierto.
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