Colaboración de Paco Pérez
Desde
el comienzo de los tiempos y de manera casi generalizada, el hombre padece una
enfermedad incurable: El deseo de
acaparar propiedades terrenales.
En
Israel existían dos formas de explotar la tierra: El latifundio y la propiedad en
común, ésta se explotaba en
régimen cooperativo o en familia.
Cuando
los romanos ocuparon Israel transformaron
el sistema de propiedad de la tierra.
Les impusieron el cobro de impuestos, esta acción contribuyó a que los campesinos
se fueran empobreciendo poco a poco y, consecuentemente, se endeudaban. Esta
situación obligó a muchos pequeños propietarios a tener que vender sus tierras
y así fue como éstas se concentraron en los latifundios. Esta realidad hizo que sus propietarios fueron cada
vez más ricos y los pobres más pobres. El gran terrateniente acumulaba sin
cesar las riquezas y éstas le permitían vivir de sus rentas. Este modelo
económico estaba muy extendido en tiempos de Jesús, sobre todo en Galilea.
Cuando
Jesús les hablaba en parábolas lo hacía de una manera
totalmente cierta porque no se inventaba la historia, Él se limitaba a
hablarles de los hecho reales de su entorno y que eran conocidos por quienes
estaban escuchándolo. Con esta forma de mostrar la realidad de su entorno, nos
enseñó que no podemos vivir dándole la espalda a los problemas de los demás.
Sus
reflexiones reflejaban lo que Él pensaba de aquello que cada día ocurría en su
entorno, lo que veía y de las vivencias que tenía con ellos.
¿Hacemos nosotros eso o sólo nos preocupamos
de las cosas de nuestra familia?
Si
nos implicamos con el entorno aprenderemos
cosas del mundo y de la vida, de lo que vale y lo que no… Nuestra riqueza experimental
será mayor o menor en la medida en que nos impliquemos con los demás en sus problemas
y situaciones.
Por
seguir ese camino Jesús conocía muy
bien lo que les ocurría y no dudó en denunciar con energía cuál era el origen
de los problemas de aquella sociedad… ¡¡¡Los
RICOS y el DINERO excesivo que acumulaban!!!
La riqueza
endurece el corazón de los hombres y los aparta de los otros hombres, los
POBRES.
Él consideraba que
con este proceder había un gran peligro para el hombre: El dinero, así entendido, pasaba
a ocupar el primer valor de la vida y sustituía
a Dios. Esto ocurre cuando abrazamos la avaricia
y nos hacemos enemigos de Dios. El verdadero camino es abrazar los
valores del Reino: La entrega,
la unión, la lealtad, el respeto al otro, el deseo de compartir lo
que se tiene, la fuerza para esperar y construir un mundo justo. Estos valores se oponen al tener y acumular.
La
idea de igualdad con que Dios nos
creó se fue diluyendo a medida que la codicia
se fue instalando entre los hombres y ya se comenzó a sufrir los efectos de las
diferencias sociales. Lo que Dios nos regaló había que repartirlo en montones
iguales pero cuando unos fueron más grandes que los otros la realidad se
impuso: Si unos comían más era porque
otros comían menos.
Por
este planteamiento simple, en los tiempos de Jesús, quienes compraban cosas
eran considerados como LADRONES.
Esta
filosofía de vida incluía a los bienes materiales y al honor, la amistad, el
amor…
Ahora,
el pensamiento es diferente y por él se considera que toda persona puede tener
todo lo que desee y, además, de manera ilimitada.
En la Palestina de Jesús se pensaba que todo tenía sus
límites porque ya había sido distribuido de manera igualitaria.
Por
este planteamiento las personas honorables sólo se interesaban por las cosas
que eran suyas y no se preocupaban ya de conseguir algunas más porque ya pertenecían
a otros.
La
persona que mantiene un comportamiento
serio y responsable durante su
vida cotidiana, cumple con sus
obligaciones, observa lo que sucede
a otras personas o a ella misma y REFLEXIONA
sobre lo que vio o experimentó… ¿Qué
sucede después a quienes se comportan así?
Estas
personas cuando ven el desastre que hay en su entorno entran en crisis y experimentan
un fuerte desengaño pues comprueban
que no pueden modificar lo que les
ocurre a los demás o a ellos mismos. Esta es una estampa propia del proceso destructivo en el que puede
caer el hombre por los efectos del desengaño.
No obstante, algunos opinan que no es tal y por ello lo consideran como un acto
honrado en el que la persona se atreve a enfrentar las verdades de la vida,
propias o ajenas, y a sacar sus conclusiones finales.
Los
planteamientos modernos son el fruto de que el hombre actual es un “hombre viejo”. Lo es porque vive
aferrado a un comportamiento que le hace buscar la acumulación de dinero y poder.
Lo peor es que seguirá siéndolo mientras no comprenda que ese dios es una
inutilidad y que debe abandonarlo. Si logra descubrir la realidad de su error,
a tiempo, dar el paso del cambio será la consecuencia lógica de haber
comprendido que seguía caminos equivocados y que haberlo hecho le hará transitar
por el Camino del Reino, lo logrará
cuando abandone todo lo que elevó con su comportamiento idólatra a una categoría
equivocada.
Cuando
alguien preguntaba a Jesús sobre qué hacer ante sus problemas Él no lo
sermoneaba, le ponía ejemplos reales de la vida. Hoy nos relata el caso de una
persona que idolatraba el atesorar cosas en abundancia para así
tener una seguridad en el futuro. Este comportamiento egoísta se lo desmontó
con una REFLEXIÓN lógica: [No tiene sentido acumular hoy porque no
sabemos si mañana estaremos vivos.].
Esta
realidad es la que nos hará buscar lo que de verdad tiene sentido aquí, si
logramos comprenderla ya podremos ir a su encuentro.
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