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sábado, 30 de julio de 2016

ACAPARAR, LA ENFERMEDAD INCURABLE DE TODAS LAS ÉPOCAS

Colaboración de Paco Pérez
Desde el comienzo de los tiempos y de manera casi generalizada, el hombre padece una enfermedad incurable: El deseo de acaparar propiedades terrenales.
En Israel existían dos formas de explotar la tierra: El latifundio y la propiedad en común, ésta se explotaba en régimen cooperativo o en familia.

Cuando los romanos ocuparon Israel transformaron el sistema de propiedad de la tierra. Les impusieron el cobro de impuestos,  esta acción contribuyó a que los campesinos se fueran empobreciendo poco a poco y, consecuentemente, se endeudaban. Esta situación obligó a muchos pequeños propietarios a tener que vender sus tierras y así fue como éstas se concentraron en los latifundios. Esta realidad hizo que sus propietarios fueron cada vez más ricos y los pobres más pobres. El gran terrateniente acumulaba sin cesar las riquezas y éstas le permitían vivir de sus rentas. Este modelo económico estaba muy extendido en tiempos de Jesús, sobre todo en Galilea.
Cuando Jesús les hablaba en parábolas lo hacía de una manera totalmente cierta porque no se inventaba la historia, Él se limitaba a hablarles de los hecho reales de su entorno y que eran conocidos por quienes estaban escuchándolo. Con esta forma de mostrar la realidad de su entorno, nos enseñó que no podemos vivir dándole la espalda a los problemas de los demás.
Sus reflexiones reflejaban lo que Él pensaba de aquello que cada día ocurría en su entorno, lo que veía y de las vivencias que tenía con ellos.
¿Hacemos nosotros eso o sólo nos preocupamos de las cosas de nuestra familia?
Si nos implicamos con el entorno aprenderemos cosas del mundo y de la vida, de lo que vale y lo que no… Nuestra riqueza experimental será mayor o menor en la medida en que nos impliquemos con los demás en sus problemas y situaciones.
Por seguir ese camino Jesús conocía muy bien lo que les ocurría y no dudó en denunciar con energía cuál era el origen de los problemas de aquella sociedad… ¡¡¡Los RICOS y el DINERO excesivo que acumulaban!!!
La riqueza endurece el corazón de los hombres y los aparta de los otros hombres, los POBRES.
Él consideraba que con este proceder había un gran peligro para el hombre: El  dinero, así entendido, pasaba a ocupar el primer valor de la vida y sustituía a Dios. Esto ocurre cuando abrazamos  la avaricia y nos hacemos enemigos de Dios. El verdadero camino es abrazar  los valores del Reino: La entrega, la unión, la lealtad, el respeto al otro, el deseo de compartir lo que se tiene, la fuerza para esperar y construir un mundo justo. Estos valores se oponen al tener y acumular.
La idea de igualdad con que Dios nos creó se fue diluyendo a medida que la codicia se fue instalando entre los hombres y ya se comenzó a sufrir los efectos de las diferencias sociales. Lo que Dios nos regaló había que repartirlo en montones iguales pero cuando unos fueron más grandes que los otros la realidad se impuso: Si unos comían más era porque otros comían menos.
Por este planteamiento simple, en los tiempos de Jesús, quienes compraban cosas eran considerados como LADRONES.
Esta filosofía de vida incluía a los bienes materiales y al honor, la amistad, el amor…
Ahora, el pensamiento es diferente y por él se considera que toda persona puede tener todo lo que desee y, además, de manera ilimitada. En la Palestina de Jesús se pensaba que todo tenía sus límites porque ya había sido distribuido de manera igualitaria.
Por este planteamiento las personas honorables sólo se interesaban por las cosas que eran suyas y no se preocupaban ya de conseguir algunas más porque ya pertenecían a otros.
La persona que mantiene un comportamiento serio y responsable durante su vida cotidiana, cumple con sus obligaciones, observa lo que sucede a otras personas o a ella misma y REFLEXIONA sobre lo que vio o experimentó… ¿Qué sucede después a quienes se comportan así?
Estas personas cuando ven el desastre que hay en su entorno entran en crisis y experimentan un fuerte desengaño pues comprueban que no pueden modificar lo que les ocurre a los demás o a ellos mismos. Esta es una estampa propia del proceso destructivo en el que puede caer el hombre por los efectos del desengaño. No obstante, algunos opinan que no es tal y por ello lo consideran como un acto honrado en el que la persona se atreve a enfrentar las verdades de la vida, propias o ajenas, y a sacar sus conclusiones finales.
Los planteamientos modernos son el fruto de que el hombre actual es un “hombre viejo”. Lo es porque vive aferrado a un comportamiento que le hace buscar la acumulación de dinero y poder. Lo peor es que seguirá siéndolo mientras no comprenda que ese dios es una inutilidad y que debe abandonarlo. Si logra descubrir la realidad de su error, a tiempo, dar el paso del cambio será la consecuencia lógica de haber comprendido que seguía caminos equivocados y que haberlo hecho le hará transitar por el Camino del Reino, lo logrará cuando abandone todo lo que elevó con su comportamiento idólatra a una categoría equivocada.
Cuando alguien preguntaba a Jesús sobre qué hacer ante sus problemas Él no lo sermoneaba, le ponía ejemplos reales de la vida. Hoy nos relata el caso de una persona que idolatraba el atesorar cosas en abundancia para así tener una seguridad en el futuro. Este comportamiento egoísta se lo desmontó con una REFLEXIÓN lógica: [No tiene sentido acumular hoy porque no sabemos si mañana estaremos vivos.].
Esta realidad es la que nos hará buscar lo que de verdad tiene sentido aquí, si logramos comprenderla ya podremos ir a su encuentro.





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