Colaboración de José Martínez Ramírez
La
noche de aquel día festivo
llegó
como llegan las cosas
que
más duelen, sin motivo.
Apenas
en un segundo, las carnosas
y
ardientes rosas de coral lascivo,
quemaron
los míos gustosas.
Mientras,
el lacerante y lesivo
puñal
de la indiferencia -reposa
invisible-
ibas clavando esquivo
en
mi costado, lenta y graciosa.
Treinta
y tantos años después miro
aquella
cicatriz tan hermosa,
porque
sigue sangrando como el olivo,
cada
diciembre, de pétalos de rosa.
Fui,
para ti, como la luna o el cautivo
suelo
sobre el que alegre y pomposa
Descansa
la piedra inerte del cultivo
que
jamás dio fruto, color, ni sombra.
Pero
como yo soy así y mi delictivo
e
incorregible pulso no me abandona,
me
acordé de ti por culpa de este tiovivo
que
es la vida de mascaras y que una y otra
vez
vuelve tan terco, puntual y adictivo.
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