Colaboración de Paco Pérez
TIEMPO DE MEDITACIÓN PERSONAL Y CAMBIO DE CONDUCTA
Hoy,
en el Génesis 2, 7-9; 3, 1-7, se nos
muestran las verdades que todo cristiano nunca debió, y debe, olvidar:
Nuestro
ORIGEN: [Dios, el hacedor de todo, nos regaló el Edén. Éste era un lugar maravilloso donde poder vivir, en él no nos
hubiera faltado de nada y nuestra felicidad hubiera sido completa.
Los hombres deberíamos habernos limitado a
tomar lo recibido, respetando las condiciones que Él nos puso, y a disfrutarlo.].
La
TENTACIÓN nos probó la fortaleza
espiritual que teníamos: [El “mal” se
presentó de manera placentera al hombre, le regaló el oído con propuestas ambiciosas, éste lo creyó, no respetó al Creador y su decisión libre fue
una lamentable metedura de pata que le hace seguir agarrado a la comida, el
vestido, el dinero, las vacaciones, el cuerpo...].
Este
planteamiento lo seguimos repitiendo en nuestros días y los hombres sin
rechazar la tentación que nos
propone el “mal”, es lamentable pero
así es.
Jesús nos enseña
hoy, en el texto de Mateo 4, 1-11
qué el camino que recorrió en su CUARESMA fue ayuno, oración, tentación, rechazo, renuncia a la cosas materiales terrenales, abrazarse a la
justicia, no aprovecharse del poder para hacer ostentación de fuerza…
Debemos
elegir entre los valores que nos
propone Dios y los del mundo.
La Iglesia, en este tiempo espiritual, propone
que nos fijemos en el ejemplo de Jesús, que interpretemos acertadamente su
proceder y que encaucemos el
nuestro. Para que estas acciones se pongan en marcha de manera comprensiva, permanente y fecunda se nos aconseja que la Palabra de Dios sea nuestro faro y para ello se nos pide que leamos, en Lc 16,19- 31, la parábola del “Hombre
rico y el pobre Lázaro”. En este relato podemos encontrar la fórmula del comportamiento humano hacia los demás,
acción fundamental para conseguir la verdadera
felicidad y la vida eterna.
Los
personajes nos muestran dos realidades de siempre, la “pobreza” y la “riqueza”
extremas. Mientras unos nadan en la abundancia otros no tienen nada para comer,
mientras el pobre busca ayuda el rico no se acuerda de preguntarle por cuál es su
problema, aquel cree que se merece su abundancia y, supongo, que también
considerará que el menesteroso está así por su culpa… ¿Cuántos están en nuestros días en la indigencia por culpa de quienes no
se cansan de acumular robando?
Estos
hombres que han sido pisoteados por el “egoísmo”
humano aparecen en la sociedad marginados y, a la vez, quienes se lo causaron
son vitoreados y agasajados.
Este
error debe ser corregido porque debemos valorar a las personas por cómo son y
qué hacen en la sociedad para mejorarla.
El
rico no supo valorar que la
necesidad de Lázaro le brindó la
oportunidad de preocuparse por él y ayudarle, con esa acción hubiera resultado
grato a Dios pero su acción causó el
efecto contrario porque el que se ganó el cariño de Él fue el pobre con su
sufrimiento silencioso.
Estas
situaciones son llamadas que se nos hacen para que nos convirtamos y cambiemos
de comportamiento. El
dinero nos hace vanidosos y ciegos, por
eso evolucionamos hacia la
apariencia, es decir, intentamos comunicar a los demás lo que nos podemos
permitir hacer. Ese comportamiento nos enseña que para este hombre sólo existe
él y que las personas que están a su alrededor no merecen su atención.
En
Mt 6,24 se condena el amor al dinero y por eso nos dice: [Nadie puede estar al servicio de dos amos.
Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al
primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.].
Debemos
meditar y asimilar que estamos de paso aquí y que un día deberemos rendir
cuentas “en el más allá” como Lázaro y el rico.
¿No hemos aprendido nada de lo que les
ocurrió cuando viajaron hasta ese lugar?
Deberíamos
cambiar y empezar a hacer en la tierra ya aquello que Dios nos pide porque si hacemos como el rico, allí, no seremos
atendidos como Lázaro.
Si
el cristiano considera que la Cuaresma es el tiempo idóneo en el que tiene
que cambiar y luego, cuando acaba, se olvida el resto del año de sus
obligaciones con el prójimo pues yo, el primero, tendré que aceptar que ese
pensamiento encierra un gran error… ¿Por
qué opino así?
Porque
el tiempo propicio para mejorar mi praxis
cristiana es todos los días del año, sin interrupción. Limitarme a estos
días para asear un poco mi espiritualidad es incorrecto porque según ese
comportamiento sólo debería comer en Cuaresma,
lo digo porque la espiritualidad también es un alimento, pero como tres
veces todos los días… ¿Qué nos ocurriría
si sólo lo hiciéramos en estos cuarenta días?
Moriríamos
y por eso nuestra fe está en baja forma o enterrada… ¡¡¡Sálvese el que pueda!!!
San Pablo nos recuerda dos
hechos ocurridos con intencionalidad contraria, sucedieron con una distancia
temporal enorme y esas acciones regalaron a los hombres unas consecuencias
diametralmente opuestas por los efectos que les causaron.
La
desobediencia de Eva y Adán nos ocasionó la muerte
corporal y espiritual.
La
MUERTE y la RESURRECCIÓN de Jesús nos regalaron la SALVACIÓN a todas las personas.
Si
esta realidad espiritual que tenemos no la comprendemos es porque la fe no fue
cuidada por nosotros de manera adecuada y ahora no nos empuja a dar los frutos que
necesitamos para ser correctos.
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