Colaboración de Paco Pérez
LAS COSAS DE ANTONIO “EL AÑEJO”
En
Nerja, como en Villargordo, también
hubo personas que los mayores del lugar todavía recuerdan cuando la
conversación lo propicia. En este caso el viaje al recuerdo lo realizó José Béjar Lorenzo, un buen amigo que en su juventud, cuando
tenía 16 años, emigró con su padre hasta Brasil.
Dos años después, engañados y cansados de pasar calamidades allí, su padre
regresó a España, él continuó allí
unos meses más y finalmente también hizo de nuevo las maletas para emprender
una nueva aventura en Argentina.
En
este segundo país vivió bastantes años trabajando muy duro, conoció a una señora
argentina y se casó con ella, tuvieron tres criaturas, se convirtieron en
empresarios de un negocio que daba trabajo a once personas, era tratado en esa
etapa con respeto por banqueros y clientes pero un día los desastres políticos
que azotaron al pueblo argentino, cuando el “corralito”, los arruinaron y tuvieron que cerrar el supermercado. Esta
adversidad le hizo pasar de ser tratado como D. José cuando iba por la calle o visitaba los bancos a que nadie
los mirara; perdieron el sueño; enfermaron, José del corazón y tuvo que ser internado
para que pusieran un marcapasos que ya había sido utilizado en otro paciente y,
finalmente, regresaron de nuevo a España
sin recursos económicos, es decir, como se fue.
Al
llegar aquí le atendieron su problema y le salvaron la vida colocándole un
marcapasos nuevo, los achaques físicos y los sufrimientos no lo abandonaron, por
la edad, pero va tirando. Aquí también tuvo que pasar por el trance de ver como
la esposa no superaba las secuelas de salud que traía, la internaron en varias
ocasiones y, tras algunos internamientos, murió hace unos años. Después de ese
hecho él vive con una de sus hijas.
Nuestra
amistad se forjó en la cafetería, en ella coincidíamos todos los días por la
tarde, charlábamos y así nuestra relación se afianzó pues José es una persona formal, sincera y buena; de las que ya quedan
pocas.
Un
día le hablamos de los hechos graciosos que hace años fueron protagonizados por
personas inolvidables de Villargordo,
él también nos habló entonces de algunas personas geniales de Nerja y de las cosas que éstas
protagonizaron antes que él se marchara de aquí y que recordaba. Nos contó
muchas pero se recreó en las de una familia concreta, “Los Añejos”. Lo hizo porque una de las ocurrencias que protagonizó
uno de ellos, Antonio, la grabó en
una foto un turista y esa escena que fue tomada en Nerja viajó hasta Argentina.
Éstos
familia de raza gitana era muy popular y querida, porque no vivían como los de
su raza sino como cualquier otra familia paya. A ellos les afectaban los mismos
problemas que a las otras, vivían pobremente y se ganaban la vida como
buenamente podían y con honradez allá donde conseguían trabajar.
La
casa donde residían tenía las comodidades mínimas, por no decir ningunas, y por
esa razón las puertas siempre estaban abiertas de par en par para que todo el
que por allí pasara pudiera entrar pues el que nada tiene nada teme perder, esa
era la filosofía de ellos y en esos pilares sencillos sustentaban su felicidad.
La
grandeza de esta familia estaba en la honradez y en el buen humor que los
acompañaba allá por donde iban y, a pesar de su situación de extrema
indigencia, siempre tenían para todos los problemas que se les presentaban unas
ocurrencias geniales, las mismas que hacían reír a quienes estaban junto a
ellos en el momento de soltarlas.
Parece
ser que una mañana se encontraba Antonio
“El Añejo” sentado en el pollete
que había hecho él de obra en la calle, junto a la puerta de su casa, le
acompañaba su madre y hablaban tranquilamente de sus temas familiares. Estaban muy
distraídos con la charla y, sin esperarlo, observaron como un perro entraba en
la casa y Antonio intentó espantarlo
dándole un grito:
-
¡¡¡Piiiicho!!!
La
madre no se inmutó y lo calmó con esta ocurrencia:
-
Antonio, no le des voces que te que te
vas a estropear la garganta y luego no vas a poder cantar.
Él
comprendió el mensaje de la madre y le dijo:
-
Maaama, llevas razón. Es mejor dejarlo entrar
en la casa y, cuando no encuentre na, que se desengañe él solico y se vaya por
donde entró.
Un
día Antonio fue al cine y vio una
película española, en ella uno de los personajes interpretaba el papel de un “limpiabotas”, se ilusionó con esa
profesión por las cosas que hacía con el cepillo y un tiempo después decidió
probar suerte en el mundo laboral en esa profesión. Con su caja de útiles y
silleta recorría los establecimientos más concurridos ofreciendo sus servicios
y mientras trabajaba acudían los que pasaban para ver el número que montaba
dando crema al calzado, después tiraba el cepillo al aire dando vueltas, cuando
bajaba lo cogía con habilidad y ya comenzaba a darle lustre a los zapatos,
operación que repetía en más de una ocasión mientras lo hacía.
Un
día limpiaba los zapatos al alcalde, el cepillo voló, le pasó tan cerca de la
cara que se alarmó y le dijo:
-
¡¡¡Antonio, que en vez del zapato me vas
a limpiar el bigote!!!
Como
en Nerja siempre hay muchos turistas
pues cuando el cepillo volaba éstos se arremolinaban tras él si pasaban cuando
limpiaba y en esa ocasión uno de esos visitantes que vino de vacaciones hasta
el pueblo fue un español que había emigrado hasta San Juan (Argentina) y
al ver lo que hacía trabajando lo fotografió. Cuando estuvo de nuevo en Argentina reveló la foto, la amplió, la
llevó hasta el “Centro Andaluz” de
la ciudad y la colgaron en el salón. Un día José visitó el centro y cuando entró en él se llevó una sorpresa enorme
cuando vio que la fotografía era de Nerja
y que el “limpiabotas” también… ¡¡¡El
señor Antonio “El Añejo”!!!
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