Colaboración de Paco Pérez
La Sagrada Familia, nos dejó un ejemplo
claro de cómo deben comportarse sus miembros. María y José se
preocuparon de que nada le faltara a Jesús,
lo que hacen todos los padres, y Él
les ayudaba a ellos en sus tareas. Cuando una familia está bien armonizada
estos comportamientos son habituales y todo marcha pero cuando nadie marca la
pauta a seguir el desorden se instala en ella y sus componentes no actúan con
unión, amor y respeto.
En
Eclesiástico 3, 2-6. 12-14 y en Colosenses 3,12-21 queda plasmado cómo debe ser el comportamiento que deben tener, entre
sí, los miembros de “LA FAMILIA”. También
realza Dios qué debemos hacer, qué no y qué consecuencias positivas o negativas
se nos pueden derivar por el comportamiento que tengamos los unos con los otros.
Estos
textos nos deben venir muy bien a los cristianos para tomar conciencia de la
situación en que se encuentra la convivencia en el seno de la “FAMILIA” y en el conjunto de nuestra sociedad,
ya va siendo hora de que hagamos algo bueno en esta dirección.
Mucha
gente se pregunta… ¿Qué puedo hacer yo
si soy muy mayor?
Ser
inconformista no está reñido con la
edad, es cuestión de razón, y de reconocer
que nos hace falta cambiar porque la sociedad se está dejando arrastrar por esa
peligrosa espiral de destrucción que se nos viene inoculando, desde la no creencia, para que aceptemos con
naturalidad el relativismo que nos
proponen con sus postulados falsos.
¿Debemos plantearnos el intentar
introducirle al modelo actual que tenemos de “FAMILIA” una mejora?
Considero
que sí, que debemos empezar hoy fijándonos en la Sagrada Familia y hacerlo profundizando en el contexto histórico en
que vivieron porque así comprenderemos mejor qué deberíamos hacer y qué no. El
modelo de vida familiar de entonces facilitaba que sus miembros fueran una
piña, que la comprensión facilitara la distribución de responsabilidades entre
sus miembros y, como consecuencia de ello, la ayuda mutua era el fruto maduro
que se regalaban. Por esta razón se da por hecho que Jesús ayudaba a su madre
en el molino, a su padre en la carpintería y por eso, como es lógico, Él debió
ser carpintero y entendido en todas las labores. También debemos recordar que
sus padres eran unos “judíos” muy
creyente y cumplidores de sus obligaciones religiosas… ¿Lo somos, o fuimos, nosotros con nuestros hijos? ¿No hemos dejado que los catequistas los eduquen,
o educaran, cuando es nuestra obligación?
José y María hicieron lo que les mandaba el “judaísmo” y por eso pudo Simeón proclamar lo que llevaba esperando hacer tanto tiempo.
Leemos LUCAS 2, 22-40:
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los
padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo
con lo escrito en la ley del Señor:
- [Todo primogénito varón será
consagrado al Señor, y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: un
par de tórtolas o dos pichones.].
Vivía entonces en
Jerusalén un hombre llamado Simeón,
hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu
Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: [Que no vería la muerte antes de ver al
Mesías del Señor.]. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con
el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo
tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
- Ahora, Señor, según tu promesa, puedes
dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los
pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Su padre y su madre
estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a
María, su madre:
- Mira, Éste está puesto para que muchos en
Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida, así quedará clara
la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.
Había también una
profetisa, Ana, hija de Fanuel, de
la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete
años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del
templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en
aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que
aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la “Ley del Señor”, se volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret.
El niño iba creciendo y
robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Si
reflexionamos un poco comprenderemos que los hechos mostrados no fueron fruto
de la casualidad y sí la consecuencia de una buena planificación familiar inicial,
de tener una creencia verdadera y de observar un cumplimiento estricto de lo que
se nos pide, ellos cumplieron como “judíos”
y nosotros debemos cumplir como “cristianos”.
Se
impone una meditación profunda sobre las causas de nuestra situación como “cristianos” para poder establecer después
unas pautas que nos permitan modificar nuestra conducta religiosa actual.
Si
el “Niño Jesús” comenzó su andadura religiosa
en compañía de sus padres es lógico que en nuestros días también sean éstos
quienes comiencen a inculcar a los suyos los planteamientos iniciales que den
forma y sustento, en el futuro, al edificio de su personalidad como personas y como “cristianos”.
¡¡¡FELIZ salida de AÑO y que en el
2018 encontremos el camino que nos permita conocer con claridad el “Hecho
religioso”!!!
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