Colaboración de José Martínez Ramírez
Jugaba
la Luna en primavera
y
el niño, solo y sorprendido,
la
contemplaba transido,
queriendo
coger su esfera.
Ella,
invitaba a tocar su cera,
él,
la tomaba sin hacer ruido
mientras
le susurraba al oído…
¡Cómo
te amo Luna lunera!
Siempre
contigo te sintiera
como
nunca yo he sentido,
siempre
estarás conmigo…
¡Sube
a esta biosfera!
Pero
el frío hizo que cayera
triste,
solo y aburrido…
¡Y
ya no quería mirar el niño
nada
más que a la Tierra!
Más
años de los que hubiera
querido
pasaron de un suspiro
y
probó, con mucho cuido,
lo
que la madre naturaleza
con
dulzura en sus labios pusiera
y
una tarde quedó dormido.
Sobre
la hierba estaba tendido,
al
despertar se desperezó
y
con asombro contempló
a
la Luna, soltando un suspiro.
Y
otra vez, a su querido,
en
sus ojos hizo que lloviera.
Yo
sólo buscaba la primavera…
¡Cómo
te sigo amando, Luna lunera!
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