Colaboración de Paco Pérez
COMPARTIR ES EL CAMINO
En
el pasado los hombres eran respetuosos
con las normas religiosas y las cumplían,
por eso ofrecían a Dios los primeros
frutos de las cosechas antes de comérselos.
Eliseo, hombre
elegido por Dios, dirigía una
comunidad de personas creyentes y un señor cumplidor de ellas le entregó los
productos de su ofrenda… ¿Qué hizo
Eliseo?
Le recogió sus ofrendas pero, sabedor de que el pueblo necesitaba comer, prefirió cambiar la tradición y las repartió entre los necesitados. Así les enseñó que en aquellos
momentos era más prioritario dar de comer a quienes estaban hambrientos que
cumplir con las normas de la religión. Con esa decisión realizó dos acciones
valiosísimas: Multiplicar los alimentos,
mediante un acto de fe, y, por amor al prójimo, les dio de comer.
Pasaron
los años y Jesús confirmó, de manera
práctica, que Eliseo actuó de manera
correcta. Lo hizo cuando repitió la acción similar de dar de comer a las
personas que lo seguían, éstas iban atraídas por la esperanza que les despertó la realización de las curaciones.
Una
vez más Jesús se nos muestra en su
doble condición de hombre y Dios. Como hombre se compadeció de los hombres que necesitaban comer y
actuó para solucionarles esa necesidad. Como
Dios enseñó que debemos tener confianza en el Padre cuando actuamos, algo que sólo se logrará si nuestra fe es
verdadera.
Cuando
la multitud reunida recibió ese generoso trato ya no lo dudaron, Jesús era el Mesías esperado y, como Él
sabía que querían proclamarlo rey, se retiró solo al monte.
El
comportamiento de Jesús fue
totalmente contrario al de los hombres: Él
ayudaba y huía del poder terrenal pero ellos siguen robando y peleándose por
sentarse en el sillón.
Un tiempo
después Pablo
les enseñó que para seguir al Señor
tenían que estar atrapados por su
mensaje y caminar, guiados por Él, con comportamiento humilde, amable
y paciente.
Si
ponemos en marcha esta práctica la sociedad se mantendrá UNIDA y la PAZ será
posible. Esta recomendación la encontraremos en Efesios 4, 4-5: [Hay un solo
cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que habéis sido
llamados. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y un solo Dios,
padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.].
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