Colaboración de José Martínez Ramírez
Quiéreme
como al perro de tu casa,
como
al gusano que pasa
y
muere aplastado por tu pie.
Quiéreme
como el fuego a la brasa
y
como el agua que resbala
por
otros labios que añoré.
Quiéreme
como al verbo de tus cartas
Y
a la ausencia que no casa
con
lo que yo tanto recordé.
Quiéreme
sin contemplaciones ni tasas,
aunque
tus besos canallas
me
asesinen otra vez.
Quiéreme
aunque no te vea la cara
y
mis manos ya cansadas
te
imaginen en otra piel.
Quiéreme
como un niño a su mañana,
como
a un alma abrazada
en
tus brazos otra vez.
Quiéreme
como si yo reinara
en
un corazón que estalla
cada
día como ayer.
Quiéreme
como sus amantes a Diana,
como
el frío de invierno a la llama
sin
preguntas ni porqués.
Quiéreme
aunque no le veas la cara
a
lo que ocurrirá mañana
a
la hora del café.
Quiéreme
cuando dejes de quererme, el alma
sólo
abrace y los cuerpos sean amenazas
en
las cosas del querer.
Quiéreme
cuando la luna llena y blanca
suba
buscando estrellas muy lejanas
en
tus labios de alfiler.
Quiéreme
como cuando, en mis sueños,
me
llevabas sonriendo
y
decías que me amabas…
¡Hoy,
más que ayer!
Quiéreme
sin capítulo final,
con
la melodía de un beso
y,
entre abrazos y conciertos,
se
deshace el vendaval.
Se
estremece la armonía
y
tiembla la pupila del deseo
tras
el huracán…
Quiéreme.
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