Colaboración de Manuel Sánchez García
Sí.
Me dijiste tú a mí.
Mi
corazón cantaba de alegría, confusión y nervios;
como canta calandria
mañanera al despertar el día.
Sí.
Me dijiste tú a mí.
Cuando
juntamos nuestros labios nos quedamos pegados, como escarcha que cae sobre las
siembras.
Sí.
Me dijiste tú a mí.
Mi
corazón brotó de alegría como brotan los campos españoles, en el mes de
noviembre tras las primeras lluvias.
Sí.
Me dijiste tú a mí.
Yo
te calé tan profundo que nunca olvidarás ese primer beso, el que te di con
tanta dulzura y que duró una eternidad.
Sí.
Me dijiste tú a mí.
Tus
ojos como dos toritos negros de fuego, no se separaban de los míos que eran dos
puentes hacia los tuyos.
Sí.
Me dijiste tú a mí.
Somos
una misma hoja seca de un árbol pero, siempre unida, inseparable hasta cuando
se echa a volar en primavera.
Sí.
Me dijiste tú a mí.
En ese preciso instante
fuiste mía, sólo mía, cuando te entregaste a mí con esa inocencia salvaje que
yo te amansé.
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