ALMENARA, ANÉCDOTAS
CAPÍTULO XI-I
Colaboración de Paco Pérez
LA PRIMERA Y ÚLTIMA SERENATA “ALMENAREÑA”
La
JUVENTUD es una etapa muy bonita por
la que todas las personas tenemos que transitar durante nuestro “caminar por la vida”. Los expertos la
localizan entre los 10 y los 24 años y después la fraccionan en etapas: Pubertad, de 10 a 14; Adolescencia, de 15 a 19, y Juventud Plena, de 20 a 24 años.
Todos
sabemos que es un viaje fantástico que no tiene retorno, en este planteamiento
no creo que haya discrepancias pero donde es posible que no coincidamos es en
la manera en que cada viajante lo realiza porque las vivencias, los recuerdos y
las secuelas –si las tuvo- serán diferentes.
Los
escritores siempre han traído y llevado este tema en sus obras literarias,
tanto en prosa como en verso, para mostrarnos su grandeza.
Como prueba de lo dicho, voy a tomar prestada la estrofa que escribió Rubén Darío, el gran poeta
nicaragüense, en:
JUVENTUD, DIVINO TESORO
Juventud, divino
tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro
y a veces lloro sin querer.
Los
jóvenes siempre fueron inquietos, soñadores, traviesos y
también juiciosos, los menos… ¿Es que ya no lo son?
¡¡¡Ay, qué mal camino llevarán quienes no sean
así!!!
He
planteado este comienzo porque en la década de los CINCUENTA hubo un grupo de jóvenes que no paraban de hacer
trastadas, no habían salido de una cuando ya estaban metidos en la siguiente.
Me refiero a mi buen amigo y relator Francisco Moreno “Frasco el Trapero” y
a su grupo de inseparables: Martín
Berrio “Granero”, Pedro Manuel Moreno “Carpanto”, Manuel Moreno “Carabinas”,
Eleuterio Lombardo…
En
aquellos años bailar era complicado porque no había discotecas, las verbenas
populares se organizaban de fiesta en fiesta, las mujeres bailaban con otras
mujeres y los hombres se quedaban con la boca abierta mirándolas… ¡¡¡Esa realidad era la que había entonces!!!
De
vez en cuando, en las casas y con motivo de algún bautizo o petición de mano,
se organizaban bailes con música de “gramófono”,
el que era conocido popularmente en Villargordo
como “gramola”.
Según
me comentó Frasco, un domingo se
organizó en una casa de la calle Conde
Mejorada, conocida entonces como “Callejón
del Horno de Joaquín”, un guateque al que asistieron invitados la peña del
señor Frasco. Era una fiesta
familiar en la que él conoció a una muchacha que vivía con su familia en la
cortijada de Almenara, bailaron,
hablaron de diversos temas y se divirtieron mucho.
Parece
ser que ella no había frecuentado muchos bailes y la experiencia que tuvo
aquella tarde debió agradarle mucho y por esa razón le dijo a Frasco:
-
No he estado en muchas fiestas y creo que voy a venir más a menudo por el
pueblo.
-
¿Te está gustando bailar?
–
Mucho – le contestó ella.
–
Pues, si tú quieres cuando organicemos alguno te avisamos –le propuso él.
–
Muy bien, se lo diré a mis padres y ellos me traerán.
Cuando
le llegó a la muchacha la hora de marcharse a casa Frasco le dijo:
-
Si quieres te acompaño hasta tu casa.
–
No, me voy sola. Me están esperando mis padres y cuando llegue nos vamos para
el cortijo.
Se
despidieron y, como Frasco se quedó ya
sin pareja, pues su cabeza comenzó a darle vueltas a una idea y la maduró bien
para proponérsela a los amigos cuando se acabara el baile.
Ya
estaban paseando por la calle, comentaban cómo les había ido, se comunicaban
cuántos pisotones habían dado y recibido mientras bailaban… Cuando más ilusionados
estaban volando gracias a los recuerdos de la velada, sin que ellos lo
esperaran, les dijo:
-
¿Qué os parece si vamos hasta Almenara
y le echamos una serenata a mi
pareja de baile?
Manolo, que era muy
prudente, exclamó:
-
¡¡¡Tú estás loco!!!
Martín también se
opuso, pero razonando:
-
A estas horas es una barbaridad… ¿Quién va mañana a trabajar si viajamos hasta
allí, qué van a decir nuestros padres?
–
Yo creo que una locura más no nos hará daño – dijo Eleuterio.
–
Frasco, ya puedes estar sacando el carro
que la almenareña nos está esperando
– apoyó Pedro Manuel.
Se
fueron hasta la casa de Frasco,
actuaron de manera sigilosa para no hacer ruido, sacaron del corral el vehículo
a mano y con sumo cuidado, lo llevaron hasta la calle, mientras tanto Frasco visitó la cuadra y sacó un mulo
fuera, le pusieron el aparejo, lo metieron en los varales los miembros de la
cuadrilla y el promotor de la excursión entró a la casa para coger la “gramola” y los “discos”. Para calentar el cuerpo durante el viaje, el follonero Frasco visitó la alacena, agenció una
botella de anís dulce y, con trago va y trago viene, una barbaridad por aquí y
otra por allá, cuando llegaron al lugar de destino el vidrio aterrizó vacío
junto al camino.
Una
vez allí avanzaron en silencio, el carrero condujo el vehículo hasta la era
central de la cortijada.
Una
vez detenido el carro, Frasco colocó
el disco en el plato de la “gramola”,
dio varias vueltas a la manivela, el
mecanismo empezó a girar y las notas musicales comenzaron a volar por la era…
¡¡¡Estaban entusiasmados con lo que
estaban viviendo!!!
De
pronto y sin esperarlo, el silencio con que fueron recibidos se tornó en
ruidos… ¿Qué pasó?
Comenzó
a escucharse por todos los puntos del lugar:
-
¡¡¡Guau, guau, guau, guau!!!
Al
principio se escuchaban alejados pero cada vez estaban más cerca y, como si
hubieran sido llamados a formar ante el carro-orquesta,
se presentaron atraídos por la música y comenzaron a morder al mulo en las
patas. Éste reaccionó dando coces y saliendo en carrera con la comitiva encima,
el conductor condujo como mejor pudo el vehículo hacía el camino de regreso y, como
estaba tan oscura la noche pues una rueda pasó por encima de una piedra algo
grande, con el golpe de la rueda al pasar por encima de ella se rompió el carro
quedó estropeado, no pudieron parar al mulo y todos fueron a dar el porrazo en el
interior de la “Charca”.
Con
este final inesperado la serenata no acabó en tragedia de puro milagro, metidos
en el agua comenzamos a reír y Frasco
ya no me contó cómo y cuándo llegaron al pueblo, qué reacción tuvieron sus
padres... Deberemos imaginarnos el desenlace pero estoy seguro de que más de un
ganchazo se llevaría.
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