Colaboración de Paco Pérez
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO
Creo que
la FE es un regalo que recibimos por
nuestra creencia, para tener creencia hay que conocer, para conocer hay que buscar
y por este planteamiento yo me pregunto… ¿Nos
preocupamos los cristianos de conocer a Dios?
Quienes
recibieron ayudas de Jesús y convivieron
con Él a diario sí tuvieron la
oportunidad de conocerlo pero la
realidad histórica nos confirma que, aunque convivieron a diario con Él, no lo conocieron como verdadero Hijo de Dios porque no comprendieron
sus enseñanzas y por eso lo vendieron, lo negaron, lo condenaron, lo
crucificaron, murió y después, cuando resucitó, la increencia de algunos lo obligó
a tener que mostrarles las heridas para que las tocaran y creyeran.
¿Seguimos necesitando tocar para creer?
Ahora,
la única oportunidad que tenemos los cristianos de conocer a Dios, algo, es
visitando la Biblia para leerla… ¿Lo hacemos así?
¿Tiene sentido que seamos bautizados cuando
tenemos unos días o meses y que después nos olvidemos de la parroquia hasta la
catequesis de Primera Comunión o Confirmación, el cursillo prematrimonial, las bodas
o los funerales?
Entiendo
que la creencia debe ser el fruto lógico
que se recoge después de sembrar en nuestro corazón la “semilla del amor a Dios
y al prójimo” pero por desgracia seguimos
adorando a muchos dioses y por eso no tenemos tiempo de conocer a Jesús y, mucho menos, de reparar en quienes diariamente caminan a nuestro lado arrastrando
problemas de envergadura.
Los
cristianos… ¿Nos sentimos satisfechos
con este comportamiento?
La
fiesta de Pentecostés nos recuerda
que nada debe permanecer anclado en el pasado, que todo debe evolucionar como
fruto de nuestro intento de buscar algo mejor y que para conseguirlo deberemos
hacerlo con la ilusión del que camina hacia algo nuevo, diferente y mejor.
Toda
fiesta religiosa da gloria a Dios pero
Pentecostés, en el pasado, era pagana-agrícola pues coincidía con el final
de la siega de la cosecha y le presentaban a la divinidad los primeros frutos.
Para los
primeros cristianos fue el comienzo de
una “alianza nueva” y la enseñanza de unos principios que no
estaban grabados en tablas de piedra sino en el espíritu y en la libertad
de las personas. En
nuestros tiempos, los cristianos recordamos en la fiesta de Pentecostés que el Espíritu Santo vino después que Jesús resucitara.
¿Para qué?
Para
que la Iglesia iniciara su andadura,
que Él fortaleciera la FE de las personas y que les ayudara a comprender
lo que no habían asimilado conviviendo con Jesús.
Para conseguirlo les dio la valentía necesaria para proclamarlo y el don de lenguas,
por él cada uno de los presentes escucharon el mensaje de los apóstoles en sus
propia lengua.
Esta
gracia recibida fue la consecuencia de mostrarse generosos con los demás, todo lo contrario de lo que les ocurrió a
los hombres egoístas que subieron a
la “torre de Babel” y por ese
comportamiento, cuando descendieron, ya no lograban entenderse entre ellos.
La Iglesia comenzó a dar sus primeros
pasos en la labor de evangelización porque Dios
no nos quiere inmovilistas, encerrados en nosotros y complicados. Para solucionar este
problema nos regaló la presencia de su Hijo
y Él, con su ejemplo, nos enseñó el
camino del cambio.
Pablo nos recuerda
la grandeza del Espíritu como impulsor
de la UNIDAD en la diversidad de la
vida: Un solo Dios; la misma FE; el mismo Bautismo; una sola familia,
la de los “hijos de Dios”… Esta
propuesta estará en peligro siempre en la sociedad si las personas nos
olvidamos de los principios que Jesús nos
enseñó para avanzar y los sustituimos por la envidia, el egoísmo y la mentira.
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