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sábado, 8 de junio de 2019

PENTECOSTÉS


Colaboración de Paco Pérez
LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO

Creo que la FE es un regalo que recibimos por nuestra creencia, para tener creencia hay que conocer, para conocer hay que buscar y por este planteamiento yo me pregunto… ¿Nos preocupamos los cristianos de conocer a Dios?
Quienes recibieron ayudas de Jesús y convivieron con Él a diario sí tuvieron la oportunidad de conocerlo pero la realidad histórica nos confirma que, aunque convivieron a diario con Él, no lo conocieron como verdadero Hijo de Dios porque no comprendieron sus enseñanzas y por eso lo vendieron, lo negaron, lo condenaron, lo crucificaron, murió y después, cuando resucitó, la increencia de algunos lo obligó a tener que mostrarles las heridas para que las tocaran y creyeran.
¿Seguimos necesitando tocar para creer?

Ahora, la única oportunidad que tenemos los cristianos de conocer a Dios, algo, es visitando la Biblia para leerla… ¿Lo hacemos así?
¿Tiene sentido que seamos bautizados cuando tenemos unos días o meses y que después nos olvidemos de la parroquia hasta la catequesis de Primera Comunión o Confirmación, el cursillo prematrimonial, las bodas o los funerales?
Entiendo que la creencia debe ser el fruto lógico que se recoge después de sembrar en nuestro corazón la “semilla del amor a Dios y al prójimo” pero por desgracia seguimos adorando a muchos dioses y por eso no tenemos tiempo de conocer a Jesús y, mucho menos, de reparar en quienes diariamente caminan a nuestro lado arrastrando problemas de envergadura.
Los cristianos… ¿Nos sentimos satisfechos con este comportamiento?
La fiesta de Pentecostés nos recuerda que nada debe permanecer anclado en el pasado, que todo debe evolucionar como fruto de nuestro intento de buscar algo mejor y que para conseguirlo deberemos hacerlo con la ilusión del que camina hacia algo nuevo, diferente y mejor.
Toda fiesta religiosa da gloria a Dios pero Pentecostés, en el pasado, era pagana-agrícola pues coincidía con el final de la siega de la cosecha y le presentaban a la divinidad los primeros frutos. Para los primeros cristianos fue el comienzo de una “alianza nueva” y la enseñanza de unos principios que no estaban grabados en tablas de piedra sino en el espíritu y en la libertad de las personas. En nuestros tiempos, los cristianos recordamos en la fiesta de Pentecostés que el Espíritu Santo vino después que Jesús resucitara.
¿Para qué?
Para que la Iglesia iniciara su andadura, que Él fortaleciera la FE de las personas y que les ayudara a comprender lo que no habían asimilado conviviendo con Jesús. Para conseguirlo les dio la valentía necesaria para proclamarlo y el don de lenguas, por él cada uno de los presentes escucharon el mensaje de los apóstoles en sus propia lengua.
Esta gracia recibida fue la consecuencia de mostrarse generosos con los demás, todo lo contrario de lo que les ocurrió a los hombres egoístas que subieron a la “torre de Babel” y por ese comportamiento, cuando descendieron, ya no lograban entenderse entre ellos.
La Iglesia comenzó a dar sus primeros pasos en la labor de evangelización porque Dios no nos quiere inmovilistas, encerrados en nosotros y complicados. Para solucionar este problema nos regaló la presencia de su Hijo y Él, con su ejemplo, nos enseñó el camino del cambio.
Pablo nos recuerda la grandeza del Espíritu como impulsor de la UNIDAD en la diversidad de la vida: Un solo Dios; la misma FE; el mismo Bautismo; una sola familia, la de los “hijos de Dios”… Esta propuesta estará en peligro siempre en la sociedad si las personas nos olvidamos de los principios que Jesús nos enseñó para avanzar y los sustituimos por la envidia, el egoísmo y la mentira.





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