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sábado, 25 de enero de 2020

JESÚS NOS LLAMA


Colaboración de Paco Pérez
¿LO SEGUIMOS?
Los grupos humanos siempre han estado enfrentados y en nuestros días también pero si profundizamos un poco nos percatamos pronto de que el origen de estos problemas siempre estuvo, y está, en las mismas debilidades humanas: Creernos superiores por el hecho de “pertenecer a”, considerar que nuestro camino es el único, tender con facilidad a romper, unir poco y olvidarnos pronto de que la unión facilita el éxito y la ruptura conduce al fracaso.
Comportándonos así es fácil crear un clima social negativo y de ahí que en Palestina existieran diferencias irreconciliables entre Judea, Samaria y Galilea… ¿Por qué?

Los judíos se consideraban la élite porque tenían la ciudad santa de Jerusalén, el Templo y un nivel cultural más elevado que los demás; a los samaritanos los acusaban de herejes y paganos porque daban culto a Dios en el monte Garizim, sagrado para ellos, y a los galileos los tenían por incultos y paganos, como eran muy nacionalistas les denunciaban sus injusticias.
Si nos fijamos en las enseñanzas de la Biblia nos percataremos de que Dios siempre actúa pero lo hace con su método. Nosotros le pedimos y necesitamos respuestas inmediatas pero Él las da cuando lo cree oportuno o nos corresponde.
¿De qué sirvió a los judíos tenerlo todo favorable para ser los mejores si no demostraron la grandeza que decían tener cuando vino Jesús y, al no saber reconocerlo, lo mataron?
De nada. Cuando Jesús fue a Jerusalén denunció la mentira humana que había organizada en el Templo, con sus acciones rechazó las interpretaciones erróneas que los doctores de la Ley hacían de ella y la miseria en que tenían que vivir las personas por la mala gestión de los poderes oficiales.
Los judíos, amparados en la creencia de su grandeza, cuando Jesús hacía sus prodigios ellos opinaban despectivamente de Jesús y decían: [De Galilea no puede venir nada bueno.].
Jesús, con sus buenas obras y sin dar explicaciones, les demostró que los hombres podemos engañar a la sociedad durante un tiempo pero, más tarde o más temprano, se nos ve el plumero y entonces quedamos donde nos corresponde. Opino así porque considero que Él, para valorar a las personas, no se fijaba en cómo vestían o qué decían sino en qué hacían con los demás y en cómo eran por dentro… ¿Por qué digo esto?
Porque Jesús no se equivocó al elegir a los galileos como discípulos, y más incultos no podían ser. Leemos MATEO 4, 18-22:
[Paseando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores.
Les dijo: venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron.
Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.].
También consideraban muy mal a los samaritanos por no subir al Templo de Jerusalén a dar culto a Dios y sí hacerlo en Garizim pero esos planteamientos quedaron sin valor porque los evangelios nos enseñan con sus ejemplos que Jesús se retiró a orar en el “Monte de los Olivos”… ¿Por qué no se fue al Templo de Jerusalén?
Porque Él enseñaba de verdad, lo que decía lo hacía de manera sencilla y práctica, por eso creo que lo importante es rezar y no el lugar donde lo hagamos.
También apoyó la grandeza de los samaritanos cuando les enseñó una parábola y, poniendo a uno de ellos como hombre bueno en ella, no dejó muy claro que ellos sí tenían un comportamiento ejemplar con el prójimo… ¿Por qué no puso a los judíos de ejemplo?
El pueblo había sufrido la deportación, consideraban que Dios los había abandonado y su ignorancia les hacía reprocharle lo que les había ocurrido pero Él siguió ejecutando su plan con rectitud y nombró al profeta Isaías para que en esos días complicados que les esperaban él les anunciara las cosas futuras, los mantuviera unidos durante el cautiverio, no se olvidaran de sus principios, no perdieran la esperanza de la liberación y para que les anunciara que el Mesías vendría.
Unos ocho siglos después, Jesús ya había cumplido su misión, se habían organizado en distintas ciudades algunas comunidades cristianas como fruto de la intensa labor evangelizadora que el apóstol Pablo realizó. Él tenía un grupo de colaboradores y, cuando iba a visitar las comunidades, ellos quedaban al frente. Cuando estaba de viaje los orientaba con CARTAS porque hasta él llegaban noticias de las disputas que había y con ellas intentaba que no se perdiera lo logrado, mandándoles consejos sabios y objetivos. Como ejemplo leemos 1ª Corintios 3, 5-9:
[Yo planté, Apolo regó, pero Dios produjo el crecimiento. Por tanto, ni el que siembra es gran cosa ni el que riega, sino Dios el que hace crecer. El que siembra y el que riega van a lo mismo, y cada uno recibirá su propio salario proporcionado al trabajo. Pues somos colaboradores de Dios; y vosotros sois la finca de Dios, la construcción de Dios.].
Queda muy claro que nuestra misión es arrimar el hombro para construir pero nunca para romper lo que con esfuerzo se ha levantado.






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