Colaboración de José Martínez Ramírez
No
lo voy a nombrar porque creo que todos tenemos su nombre indigesto, aunque
algunos lo tengamos más atragantado que otros.
Mientras,
nuestros dirigentes dan vueltecitas en sus televisivas comparecencias alrededor
de la verdad y nuestros semejantes, “por
ahora”, van yéndose sin tan siquiera despedirse de sus allegados. Me cabrea
bastante cuando escucho las estadísticas, por ejemplo, que se dispara el
consumo de electricidad en los hogares y cae el de las empresas. Menuda
gilipollez… ¿A quién le interesa ese dato? O este otro que habla de los
vehículos operativos que tiene un cuerpo policial, el número de personas
identificadas, la cantidad de controles establecidos, etc.
A la inmensa mayoría
lo que le interesa saber son las soluciones sanitarias, cuándo van a dar
resultado; el tiempo que va a durar esta catástrofe, las medidas tomadas para
la ruina económica que viene y si volviendo a desenterrar a algún muerto y
llevándolo a otra tumba se podría solucionar algo. También podríamos intentarlo
sacando a los Reyes Católicos de la Catedral de Granada, a unos cuantos reyes de El Escorial o a mi tía Leonor
en Carchelejo (Jaén).
Creo
que los que trabajan todos los días quieren tranquilidad en esa incertidumbre
de su futura vida laboral, que es el pan de su casa, quieren que alguien les
diga que sobran medios para que las personas de la sanidad puedan desarrollar
su trabajo, y no lo cercano que está lo que llaman el pico. Italia lleva un mes
acercándose a él y nosotros unos pocos días. Así que déjense de maniobras de
distracción, que las películas del Oeste ya las vimos todas y abran la ventana
de la verdad, antes de que sople el viento tan fuerte que rompe las narices.
Reconocer
que se han equivocado en la gestión de esta crisis creo que les sería más rentable
en política porque es más honesto. Y la honestidad ablanda los corazones.
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