Colaboración de Paco Pérez
JESÚS ES ACLAMADO COMO MESÍAS
Isaías, un hombre
del Señor, les enseñaba cómo cumplir sus mandatos: Caminando con humildad, sabiendo escuchar a quienes nos hablan, regalando las palabras que den ánimo a quienes lo necesitan y nos
escuchan, aceptando la violencia con
la que nos reciben algunos y ofreciendo
la otra mejilla y, si nos insultan, no
dando la espalda a quienes lo hacen ni escondiéndonos
pues el Señor siempre estará a
nuestro lado.
Con
el paso de los años esa línea de
predicación se repitió con Jesús pues también
predicó a los hombres la práctica de
“amar y perdonar”, “curar a los
enfermos”, “acoger a los marginados sociales”, “no promover revueltas”, “ser
justos”… ¿Podían ser peligrosos estos consejos y prácticas?
El pueblo lo acogió bien pero quienes dominaban el poder religioso, político y económico comenzaron
a verlo como un peligro… ¿Por qué?
La
religión establecía para el arrepentimiento y el cumplimiento de quienes iban descarriados unos sacrificios pero Él no
se ajustaba a esas normas sino que se reunía
con ellos para hablarles y compartir, no les exigía nada ni les
hacía reproches, les aconsejaba cambiar pero lo hacía sin presiones y por
eso unos se marchaban y otros se quedaban junto a Él.
En
aquellos tiempos la religión estaba viciada, no se ajustaba al mensaje de Dios y lo peor de todo es que quienes
estaban al frente creían que la verdad era suya y que Jesús era un impostor.
Los
cimientos de la política también temblaron
cuando Él apareció enseñando a las
gentes sencillas su mensaje de cambio
personal y proclamando que el “Reino
de Dios" estaba cerca.
¿Cómo
podía entender el representante del “Imperio
de Roma” que Jesús hiciera esto
para cumplir la voluntad de Dios si el Cesar le imponía a él gobernar de manera contraria, es decir, con totalitarismo
y guiado por los impulsos de su
voluntad? ¿Qué reino era el suyo?
Las
enseñanzas de Jesús eran pacíficas pero totalmente contrarias a
lo que practicaba “Roma” y por eso
fue considerado un peligro para sus intereses.
La
“religión” y la “política” tenían un punto común, la “economía”, y ese tema, para perdición
de la humanidad, era entonces, y aún los es, demasiado goloso para quienes actúan
al margen de Dios.
El
Templo de Jerusalén lo habían convertido en una fuente de ingresos grande para
los que vivían de la religión y para
el Imperio. Todo marchaba muy bien
para ellos pero vino Jesús y un día
actuó violentamente contra quienes vendían
y cambiaban monedas en el mercadillo que había instalado en el “atrio” del Templo y, mientras los reprendía, les decía: [Escrito
está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la habéis convertido
en cueva de ladrones (Mateo 21, 13).]. Los entendidos afirman que
este gesto no iba dirigido a quienes recibieron los efectos de su acción sino
al poder político y religioso.
Esta
es la realidad que se fue gestando durante los años que Jesús estuvo predicando
el “Reino de Dios” y con este ambiente
crispado subió a Jerusalén para la fiesta
de “Pascua”. En ella recordaban que 1513 años antes de Jesús
el pueblo escogido abandonó Egipto. Por
esa razón la celebración de esta fiesta podía
entenderse como símbolo de la “LIBERACIÓN del SUFRIMIENTO” que allí
vivieron y del “CAMINAR con ESPERANZA”
para conseguir una “VIDA NUEVA y MEJOR”.
¿Cuándo se reunió Jesús a cenar con sus discípulos fue para cumplir con la tradición
o lo hizo por otra razón?
Como los entendidos profundizan mucho pues nos ofrecen
versiones diferentes sobre el verdadero motivo de ella pero yo, como no viajo
tan lejos, me quedo más cerca y también ofrezco mi versión: Enseñarnos a compartir en familia los problemas
y los alimentos.
Cuando las familias nos reunimos y comemos… ¿Planteamos también nuestros problemas?
Opino que lo venimos haciendo para celebrar eventos
y considero que ya ha llegado la hora de darle un cambio pues creo que cuando
acabe la pesadilla de Covid19 sólo
lo podrán hacer como antes las familias que no hayan tenido que llorar pero sin
olvidarse de quienes sufrieron sus efectos; darán gracias a Dios,
por la salud que no perdieron y porque Él
ha acogido a todos los fallecidos, y le pedirán
que dé consuelo a las familias
afectadas.
Es
de suponer que para Jesús no fueron
una sorpresa los acontecimientos que ocurrieron después pues sabía
que al denunciar la injusticia que había en la sociedad, para cambiarla e
intentar así construir otra mejor, no agrada nunca a los poderes fácticos que gobiernan con injusticia los destinos de las personas. Por eso acabó en la CRUZ y lo que hacemos en
nuestros tiempos es un fiel reflejo
de lo que sucedió entonces pues la MENTIRA
y la INJUSTICIA se siguen utilizando
sin miramientos para que la VERDAD
no resplandezca.
Lo
que Jesús hizo por las personas no se lo
tuvieron en cuenta éstas pues, cuando
les llegó el momento de estar a su lado, lo vendieron, no lo acompañaron
en su dolor cuando oraba, huyeron de
su lado, lo negaron, lo insultaron, prefirieron a Barrabás…
Pablo nos recuerda
que Jesús se comportaba como un
hombre cualquiera, a pesar de su condición divina, razón por la que se puso a
la altura de los más humildes y acusado
injustamente fue condenado a morir
crucificado, recibiendo la peor de las muertes.
Dios no lo
abandonó y lo encumbró donde le correspondía.
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