Colaboración de Paco Pérez
JESÚS ES EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA
El
Evangelio refleja la
conversación que mantuvo Jesús con
sus discípulos durante la “Última Cena” y queda claro que en ese
momento todavía no habían asimilado quién era realmente, se lo demostraron con
las preguntas que le hacían y las respuestas que Él les daba. A pesar de ello les dijo cómo era la casa del Padre y que se iría a prepararles un
sitio. Este mensaje es alentador porque, con su misericordia infinita, nos
acogerá a todos.
Para
comprender mejor el mensaje de Jesús
os propongo LEER en Juan 14 estos versículos:
11: [Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en
mí. Si no, creed a las obras.].
Les
pedía que tuvieran fe en Él pero se lo puso todavía más fácil
aconsejándoles que dieran preferencia a
las obras buenas, lo que Él
hacía cada día con los demás.
4: [Y donde yo voy, ya sabéis el camino.].
Estas
palabras desconcertaron a Tomás y le
dijo:
5: [Señor, no sabemos dónde vas, ¿cómo podremos saber
el camino?].
Después
de haber presenciado su día a día aún no habían entendido el ejemplo de vida
que les dio cuando curó a los enfermos, consoló a los afligidos, escuchó los
problemas ajenos, dio de comer al que se le acercaba, les habló del Padre con palabras sencillas… ¡Ese es el
“CAMINO” que Jesús nos pide que recorramos!
Pero
el desconcierto fue en aumento después de que les dijera:
7-8: [Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora lo
conocéis y lo habéis visto.
Le dice Felipe:
- Señor, muéstranos al
Padre y nos basta.].
Les habló de que Él y el Padre eran el mismo y Felipe
nos confirma que el hombre necesita ver para creer, luego es un problema que
tenemos los hombres porque no hemos sabido cuidar la fe que se nos regaló al nacer y después al pasar por el hecho
religioso de puntillas.
Al
morir Jesús, sus seguidores
comenzaron a dar pasos para consolidar los cimientos de la primitiva comunidad
cristiana que se estaba organizando, formaron grupos de trabajo y se
repartieron las responsabilidades para así ayudar mejor a los apóstoles. En uno
de éstos estaban los judeo-cristianos, cuyos antepasados eran de origen griego, y a ellos les encargaron
la función de servir la comida en la mesa comunitaria pero lo que realmente
hicieron fue predicar la Palabra. Con
su trabajo, la comunidad cristiana
de Jerusalén vivió una forma de
predicación nueva porque Esteban y Felipe, dos de
ellos, lo hacían siguiendo el ejemplo de Pedro y los apóstoles
pero con unas formas más directas, lo que ocasionó que la comunidad
experimentara una evolución grande.
Éstos actuaban así porque interpretaron el mensaje de Jesús al pie de la letra y, como hizo Él en su momento, criticaban
las prácticas del Templo y la
interpretación errónea que hacían de la Ley,
por este proceder los fariseos se
opusieron a ellos, eran mal vistos
por los poderes de siempre y la comunidad
cristiana evangelizaba siguiendo dos líneas de actuación distintas, la de los apóstoles era respetada y la de éstos sufría la persecución.
Es
evidente que la Palabra, siendo una y clara, siempre fue motivo de discrepancias entre quienes seguían a Jesús y por las diferentes formas que
hubo, y hay, de interpretar qué se debe hacer y qué no. Ahí está, para mí, la
causa por la que seguimos estancados en la cáscara
de sus palabras y no somos capaces de profundizar hasta la pulpa de ellas,
donde está lo esencial… ¡El prójimo!
La
línea que seguían Esteban y Felipe era más evangélica pues se preocupaban de atender a los
necesitados, ellos lo hacían con las viudas que no tenían a nadie que las
ayudara.
Las
palabras de Pedro confirman que ese
camino era válido y nos recuerdan que Jesús,
el sostén del edificio que es la Iglesia,
fue rechazado y matado pero que todos los que intentan hacerle daño tropiezan
en Él y fracasan.
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