Colaboración de Paco
Pérez
EL ESPÍRITU SANTO, NUESTRO PROTECTOR
El hombre, en su relación
con Dios, debe valorar el concepto que tiene de Él y cómo práctica
el hecho religioso.
¿Por qué debemos
comportarnos así?
Porque, como todo cambia
con el paso de los años pues por esa realidad la religiosidad hay que meditarla
desde dos vertientes distintas: Antes de Jesús y después de
Él.
Antes de Jesús, los hombres habían sido educados para mirar
a Dios desde un planteamiento
equivocado, Él era el “señor” y ellos sus “siervos”. Desde esa visión de la
realidad sólo tenían un camino válido, cumplir escrupulosamente la Ley para presentarse después ante Él bien cargados de méritos y confiados
en que así los aceptaría.
Desde esta perspectiva se nos muestran dos mundos
distintos y bien diferenciados, en uno estaba Dios, la perfección, y en
el otro la imperfección, el hombre y la naturaleza.
Si razonamos un poco comprenderemos que el hombre y la naturaleza son obra de Dios
y por eso no podemos ser la
imperfección. Luego, algo fallaba en nuestras relaciones con Dios
y ese algo había que buscarlo en el erróneo esquema religioso tradicional
que nos habían enseñado.
Después de Jesús
el planteamiento anterior cambió cuando Él
les habló del Espíritu, del Hijo y del Padre; así fue como estableció la modificación en las relaciones
del hombre con Dios.
Con esta sencillez anuló esa práctica errónea anterior
para que el hombre y la creación fueran elevados a la categoría
sagrada con que fueron creados y que la práctica errónea los había confundido.
Ahora debemos olvidarnos de lo caduco que se deriva
de la relación “siervo-señor” que mantenían con Dios para
pasar a la práctica que Jesús nos mostró,
la de “Padre-hijo”.
Desde
entonces, el hombre deberá
relacionarse con el Padre siguiendo
el ejemplo de vida que nos enseñó Jesús.
Por eso, lo que debemos hacer es vivir cada día, en nuestras relaciones con la
familia y la sociedad, como Él lo
hizo.
En nuestros días, debemos preguntarnos… ¿Hemos cambiado los “cristianos” la práctica de nuestras
relaciones con Dios para que éstas sean
las de “Padre-hijo” o seguimos atascados todavía en “siervo-señor”?
El diácono Felipe, compañero de Esteban en la labor evangelizadora, nos enseña el camino de la evangelización cuando, perseguido, tuvo que huir de Jerusalén después del martirio de su compañero para evitar que el Sanedrín acabara con él. Huyó a Samaría, tierra de gentiles, para continuar
con su labor, lo hacía tan cargado de fe que las palabras y acciones sanadoras
que realizaba fueron muy bien recibidas por la población, se convirtieron y le
pidieron ser bautizados.
En Jerusalén,
desde la distancia, siguieron su trabajo evangelizador y por las noticias que recibían
enviaron a Pedro y a Juan para que comprobaran los avances
logrados. Con esta acción, la unidad
de la Iglesia que estaba en peligro
por las diferencias que habían surgido entre los “hebreos” y los “helenistas”
se restableció al quedar limadas con aquella visita y, además, el acto que
realizaron con los nuevos bautizados por Felipe,
consistente en la
"imposición de manos" y la
"oración sobre los fieles"
dieron al Bautismo su esencia,
recibir el Espíritu Santo.
Pedro les proponía
que siempre dieran gloria a Cristo y
que estuvieran preparados para transmitir su esperanza a quienes estuvieran
cerca de ellos o se les acercasen pidiendo ser ayudados con la evangelización.
Ante esta posibilidad se nos aconseja que estemos preparados para saber dar
testimonio y hacerlo con humildad, respeto y en conciencia para que así,
quienes nos acusan de ser unos malos seguidores de Cristo, reciban algo bueno de nosotros y queden confundidos.
También les recordó que es mejor sufrir haciendo el bien que haciendo el mal. Para
que lo entendieran mejor les puso como ejemplo lo que sufrió Jesús para salvar a los hombres.
Antes,
Jesús les anunció en la “última cena” que se marcharía con el Padre, que no nos abandonaría, que nos
mandaría al Espíritu Santo y que Él se revelaría a quienes lo amen y guarden sus mandamientos.
En
el acto de la “última cena” se nos
enseña que en ella se oficializó el acto de la Eucaristía –compartir
alimentos, alegría y dolor- pero a mí me parece que es más amplio su contenido.
Por ejemplo…
Jesús, en Juan 14, 15 les dijo: [Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.].
Aceptar a una persona
tal y como es sólo es posible si tenemos fe y por ella llegamos a amarle de verdad, lo que hacía Jesús con todos, y una vez que hemos
logrado esa situación el cumplir los
mandamientos no será por una situación de imposición sino porque tendremos
tan asimilada esta forma de vida que se convertirá en nuestra fuerza impulsora
a diario.
En
Juan 14,16 les anunció: [Yo le pediré al
Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la
verdad.].
Luego, el Espíritu
Santo quedó encargado de acompañarnos a diario para que no nos desviemos.
No obstante, debemos aceptar que quienes viven atrapados en el mundo no lo
escucharán y caminarán por esos caminos equivocados que esclavizan.
Quienes no se aparten del verdadero camino sí verán
las ayudas del Espíritu.
Aman a Jesús
plenamente quienes practican sus valores y se esfuerzan por comportarse con el
prójimo como Él nos enseñó.
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