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sábado, 16 de enero de 2021

SEGUIR A JESÚS

                        Colaboración de Paco Pérez

¿LE RECONOCEMOS CUANDO PASA CERCA O NOS LLAMA?

Nunca fue fácil intentar seguir los caminos del Señor como tampoco lo fue reconocer su llamada pero es cierto que el Señor siempre ha encontrado la forma más adecuada para elegir a las personas que le servirían dignamente.
En las lecturas encontramos algunos modelos diferentes para acceder al discipulado a trabajar por el Reino, uno de ellos es el ejemplo de Samuel. Éste, desde pequeño fue consagrado al culto del santuario, en él vivía junto a Elí y éste lo enseñó a identificar la llamada de Dios.
Según el contexto histórico de los hechos, la primera capital del Estado de Israel, durante 369 años, fue Silo y en ella se levantó el santuario que acogió el “Arca de la Alianza” y el culto a Dios. Elí era consciente de que las cosas no marchaban bien y por eso veía cercano el final de Silo, esos temores se cumplieron pues la maldad de sus hijos era un hecho constatado.
Con la elección del profeta Samuel se inició el camino de intermediación entre Dios y su pueblo, es decir, él les comunicaba con antelación lo que les ocurriría en el futuro, siempre se cumplió lo que les anticipó.
Cuando Jesús comenzó su manifestación pública el procedimiento empleado para elegir a sus discípulos cambió. A Samuel Dios lo llamó pero los discípulos que acompañaron a Jesús se sintieron empujados hacia Él por el mensaje de renovación que comenzó a proclamar JuanEl Bautista”, es el caso de Andrés, y los que teniendo inquietudes para cambiar su comportamiento conocieron al Mesías por otros y, atraídos por ÉL, decidieron seguirle hasta el final, es el caso de Pedro, éste acudió por las noticias recibidas de su hermano Andrés.
Pablo también evangelizó y formó comunidades cristianas en diferentes lugares. Un tiempo después aparecieron problemas en ellas y por eso tuvo que reconducirlos enviándoles cartas para aclararles los malos entendidos surgidos, en este caso escribió a los de Corinto, una ciudad en la que sus habitantes vivían en un estado de degeneración enorme. En la carta enviada los orientó sobre el problema surgido en aquella comunidad con un hecho real de “fornicación”, no lo hizo con la intención de establecer prohibiciones sino para corregirles una mala interpretación y para enseñarles qué debían seguir haciendo en el futuro.
Aquellos nuevos cristianos justificaban seguir con sus viejas costumbres “fornicadoras” agarrándose a unas palabras que les comunicó Pablo en una ocasión y que fueron mal interpretadas por ellos: [“Todo me está permitido”]. Con la carta les corrigió ese error aclarándoles el verdadero sentido de ellas: [Hermanos: “Todo me está permitido”, pero no todo es conveniente. “Todo me está permitido”, pero no me dejaré dominar por nada.].
Así les aclaró que antes de hablar de lo que está permitido o prohibido se debe establecer qué es prioritario y qué no en cada momento porque, a veces, debemos actuar pensando que, estando permitido, a lo mejor no procede hacerlo porque nos alejaría más del plan de Dios.
 
 
 

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