LA VENTA DE “VILLA CONCHITA”

 Colaboración de Paco Pérez

LO QUE PUDO SER, Y NO FUE

RECORDANDO A D. ÁNGEL MÉNDEZ ORBEGOZO

Hace tiempo publiqué la historia de unos villargordeños que trabajaban en el “molino aceitero” de esta finca de olivar y, mientras lo hacía, recordé las cosas buenas que D. Ángel hizo por las gentes de nuestro pueblo. Ocurrió porque siempre que escuché a las personas mayores hablar de él lo hacían con respeto, se mostraban muy agradecidos por lo que hizo aquí y lamentaban que unos milicianos republicanos lo mataran en Jaén… ¿Por qué lo hicieron?

No sé qué razones tendrían para ejecutarlo pues aquí sólo se comenta de él que fue un hombre que ejerciendo su profesión hizo cosas importantes en la capital y en otros pueblos de la provincia. Hace ya tantos años de estos hechos que hasta es posible que las generaciones actuales ni se hayan preguntado en más de una ocasión… ¿Quién fue D. Ángel Méndez Orbegozo para que le pusieran su nombre a una calle de nuestro pueblo?

Un honrado ingeniero que trabajaba en la fábrica que había en Las Infantas (Jaén), realizaban en ella el tratamiento de los minerales, allí trabajaron muchos villargordeños y era conocida popularmente como “Óxidos y Pinturas.

Además, en su tiempo libre, hacía proyectos para la construcción de futuras obras en la capital y en algunos pueblos de la provincia, examinaba para el carnet de conducir… Una prueba de ello está en el acta individual que entonces se expedía y en el carnet acreditativo del permiso que se expedía.

Estos breves apuntes sólo son, a mi entender, una muestra de su gran preparación profesional, no sé qué recuerdo guardarán de él en la capital y en otros pueblos pero en  Villargordo es buenísimo pues hizo cosas que mejoraron la vida laboral y familiar de muchas personas al posibilitarles la firma de las escrituras de sus propiedades, fue en 1889, y un tiempo después logró que el Marqués de Modéjar donara tierras y dehesas, con esta acción aparecieron los primeros pequeños propietarios y, más adelante, aumentaron éstos cuando el Sindicato Obrero Católico que él dirigía realizó el reparto de las propiedades del marquesado, ocurrió en la década de los años veinte del pasado siglo.

Esta acción posibilitó que muchas familias adquirieran parcelas, que se plantaran nuevos olivos y que se construyeran molinos de aceite dentro del casco urbano.

Veamos las huellas históricas de lo realizado por D. Ángel en unos documentos que conservamos en mi familia, son la confirmación de aquel logro, porque eran de D. Cayetano López Pérez, mi abuelo materno:

1.- Recibo de una parcela adquirida, tiene dos caras con los datos identificativos de ella: La cantidad total del valor de la parcela que se compraba, las firmas de las personas que intervenían en el acto documental -el comprador y el Presidente del Sindicato- y el sello de dicho organismo.

2.- Recibo de la parcela adquirida en una cara, los datos identificativos de ella, la cantidad parcial que se entregaba a cuenta y señal, las firmas de las personas que intervenían en el acto documental -el Presidente y el Tesorero del Sindicato- y el sello de dicho organismo.

3.- Recibo de la parcela adquirida por otro villargordeño,  D. Luís Pérez Quiles, también en dos caras; los datos identificativos de ella; la cantidad que se entregaba, en ésta era el 15% del total a cuenta y señal; las firmas de las personas que intervenían en el acto documental, el Tesorero del Sindicato y un señor de la Comisión Interventora, y el sello del Sindicato.

Éste documento tiene unas curiosidades dignas de ser tenidas en cuenta. El día 7 de mayo de 1928 compró la parcela el señor Luís y siete días después, el 12 de mayo de 1928, se la vendió a mi abuelo. En la primera cara del documento, en su parte superior, se identificó a mi abuelo y se tachó el nombre del comprador, D. Luís. En la otra cara este señor declaró que cedía sus derechos a mi abuelo, firmó y reconoció la venta realizada.

En este documento se demuestra que en aquellos años la firma puesta en cualquier papel, sin pasar por el notario, era una escritura y ahora te ocupan una vivienda ilegalmente y no pueden intervenir las autoridades para echar a los delincuentes.

D. Ángel también intervino en el cambio de propiedad de un molino de aceite, éste era del Marqués de Mondéjar y lo adquirieron tres señores: El “Rubio de Almenara”, Juanico “El Dormilón” y Juanico “Canela”. Al tener estos señores sus propiedades en Almenara le llamaban en el pueblo el “Molino de los labradores o de los “Almenareños”. Un tiempo después lo adquirió D. Juan Millán García, éste lo arrendó unos años más tarde a un grupo de agricultores de nuestro pueblo. Documento de ese arrendamiento.

Un año después lo adquirieron en régimen de cooperativa y lo bautizaron como “Fábrica de aceite SAN JUAN”. Dicha adquisición se realizó después de una Asamblea Constitucional a la que asistieron los socios fundadores, entre ellos se encontraba Dª Rosa Antonia Martos Mendoza -mi abuela materna-, se redactó el acta con el acuerdo y la relación de asistentes en el anverso del documento acreditativo de dicho acto y en el reverso plasmaron su firma dichos socios fundadores. 

Os he invitado a realizar este viaje al pasado para que muchos años después retomemos este recuerdo relacionado con nuestros olivares y así, con ambos hechos históricos, nos demos cuenta de lo que se ganó en el pueblo con D. Ángel y lo que se perdió algunos años después sin él.

En la década de los cincuenta la “Hacienda el Palo”, también conocida como “Villa Conchita”, tenía unas dieciocho mil olivas y en aquellos años pertenecía a D. Saturnino, un señor que residía en Sevilla y que solía venir por Villargordo en Navidad. Yo era entonces un niño pero recuerdo muy bien su presencia en nuestra parroquia la Nochebuena para asistir a la “Misa de Gallo” o “Misa de los Pastores”, siempre acudía acompañado de su numerosa familia y cuando llegaba el momento de comulgar él se ponía al frente de ellos para ir a recibir la Eucaristía.

Unos años después puso la finca en venta, las estacas que delimitaban las parcelas eran visibles pues algunos villargordeños ya las habían escogido y el precio que se había sido fijado -comentario popular- para cada olivo rondaba las 10 000 pesetas, ahora sería ese precio una ganga pero en aquellos años era muy elevado. Unas fechas después, desconozco los motivos, se rompieron esos planteamientos iniciales y el total de la finca se vendió a un señor, que no residía en nuestro pueblo, al módico precio de 4 000 pesetas -también según los comentarios que circularon por Villargordo-, y el pueblo lamentó lo ocurrido. Un poco tiempo después, este nuevo propietario vendió la mitad de su reciente adquisición a un precio más elevado a dos nuevos propietarios y así la finca quedó reducida fraccionada. Pero no quedó ahí la cosa porque no tardó mucho en romperla de nuevo para realizar una nueva venta y por esa razón ahora son varios los propietarios.

Estas son las injusticias que ocurren en la vida, aunque sean actos jurídicos legales, pues con sólo mover los papeles las cuentas bancarias se ven muy incrementadas.

¿Qué hubiera ocurrido si el precio de venta hubiera arrancado en 4 000 pesetas, como se vendió después, y no en las 10 000 pesetas? ¿Y si hubiera gestionado su parcelación otro D. Ángel dándole otro enfoque a la gestión, hubiera estado ahora Villa Conchita en manos de varios propietarios o de muchos villargordeños?

Si en Villargordo casi todo el pueblo tiene alguna parcela es por la honrada intervención profesional que realizó D. Ángel Méndez Orbegozo pero unos años después, cuando las dos Españas se enfrentaron cargadas de egoísmos y de pugnas políticas inútiles, no se supo valorar lo bueno que había hecho este ingeniero en el ejercicio de su profesión, a pesar de ello lo apresaron y lo fusilaron.

Cuando se puso en venta “Villa Conchita” esa finca daba mucho trabajo a las personas de nuestro pueblo durante todo el año y, de manera especial, con la recolección y la molienda de la aceituna.