Colaboración de Paco Pérez
EL PERDÓN ES LA RESPUESTA
Siempre
hubo violencia en la sociedad y, como
consecuencia de ella, malestar y lágrimas… ¿Hemos logrado cambiar esta realidad con el paso de los años?
No. Opino así porque considero que ha sido un fracaso no haber avanzado en el campo del diálogo para conseguir limar las asperezas y evitar el dolor que causan los enfrentamientos. También, porque no hemos erradicado el egoísmo, el principal causante de nuestros problemas, él sigue actuando y cuando llama a nuestras puertas se las abrimos, pasa y se aprovecha de nuestro gesto para destrozar la convivencia familiar y social.
Las
huellas rancias de esta realidad las
encontramos en el texto de Samuel, en él se nos muestra el egoísmo,
el odio, la violencia y el perdón en los actos de dos personajes históricos,
Saúl y David. El rey deseaba matar a David
por haber sido un valiente luchando a su servicio y éste, informado de lo que
el rey quería hacerle, huyó para salvar la vida.
Estando
acosado por Saúl y su ejército, David entró una noche en el
campamento del rey y tuvo la oportunidad de matarlo mientras dormía rodeado de los
soldados. Pudo hacerlo porque Dios hizo
que un profundo sueño afectara a todos, esa ayuda que recibió David fue la
prueba que le puso y él le respondió perdonando al rey la vida porque
sabía que Saúl era el “ungido” de Dios. Con este gesto
nos enseñó a las personas que, para vencer al egoísmo y al odio, debemos
ser fieles a Dios y respetar lo que Él
nos pide que hagamos.
Pasaron
los años y el pueblo de Israel fue sometido por Roma y gravado por el invasor con
unas cargas impositivas insoportables. Esta circunstancia empujó a los
judíos a sentirse agobiados, a no aceptar los abusos que les
impedían vivir con normalidad y a no desear su presencia militar entre
ellos. El malestar era tan grande que había revueltas, el sumo sacerdote apaciguó a la población para hacerles aceptar
el sistema tributario que les impuso Roma. El logro alcanzado fue
el fruto de la manipulación ejercida por quienes vivían en la opulencia:
El Sanedrín, los sacerdotes y los políticos.
No
obstante, también hubo ciudadanos que no aceptaron el acuerdo y les mostraron
su disconformidad organizándose de manera clandestina para luchar contra Roma, lo hicieron fundando el
grupo rebelde conocido como los “Celotas”. Éstos se reunían en secreto
para organizarse y tomar decisiones, fabricaban sus armas y también las robaban
a los romanos, luchaban con las guerrillas, cometían atentados contra el poder…
Los romanos les respondían
apresándolos, encarcelándolos, crucificándolos y vendiéndolos como esclavos.
Los “Celotas” actuaban así porque no
entendían qué era el “Reino de Dios”
y, como lo idealizaban desde una visión terrenal y egoísta, entendieron
que los judíos debían dominar a los otros pueblos y no al revés.
Aceptaban la monarquía, el Templo, los
sacerdotes y la sinagoga porque eran instituciones necesarias en todos los tiempos.
No obstante, reconocían los errores de ellas y por ello les proponían
cambiar. Odiaban a los romanos y a los judíos que colaboraban con ellos y esperaban que el Mesías fuera un rey que, ungido por
Yahvé, viniera para que el “Reino de Dios” se instaurara entre ellos
de manera definitiva, el Señor repartiera las propiedades de los ricos,
eliminara las deudas y liberara a los esclavos.
Cuando se manifestó Jesús les enseñó con
su ejemplo el amor, el perdón y la ayuda al necesitado pero
chocó con el egoísmo de aquel
entorno que sólo buscaba la materialidad en sus planteamientos. Recordemos
que lo condenaron convencidos de que era inocente y por esa realidad,
para salvarlo, le propusieron al pueblo que eligiera entre Él y Barrabás, un “Celota”
violento.
En
nuestros días, para lograr la salvación, deberemos poner en marcha el deseo de cambiar lo que no funciona en
nosotros, la familia, la comunidad,
la nación y la Iglesia de Cristo…
¿Cómo hacerlo?
En
LUCAS 6, 27-38 se nos propone el método
de caminar comprometidos con los últimos de la sociedad,
plantearnos qué pensamos de la propuesta, qué venimos haciendo
sobre lo que se nos pide en ella y, por último, deberemos decidir qué opción vamos
a tomar.
Pablo nos comenta que
las personas tenemos un origen y por eso respondemos en función de él. Jesús nos mostró su realidad, que era hombre y Dios, y, como somos hermanos suyos, pues también somos hijos del Padre. Por este planteamiento tan
simple debemos tener el deseo, el convencimiento y la
esperanza de que si Jesús murió
por todos y resucitó pues nosotros también recibiremos ese premio al
final de los tiempos.
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