Colaboración de Paco Pérez
NADA OCURRE POR
CASUALIDAD
Algunos,
al sembrar, esparcen buenas semillas y al
recolectar recogen buenos frutos pero también los hay que compran
semillas de clase inferior y luego obtienen cosechas de categoría mediana o baja.
Esta realidad agrícola puede ser aplicada en cualquier otra actividad y, para
no tener que viajar muy lejos, en España podríamos aplicarla en
la política.
Si
los votantes partiéramos de esa evidencia entonces deberíamos estar de acuerdo
en que estamos rolando pendiente abajo y por ello no nos queda más opción
válida que intentar buscar una solución razonada al declive que ha tomado la
gestión de nuestra Patria y hacerlo unidos por el único camino que nos
queda… ¡Olvidarnos de las ideologías a la hora de emitir el VOTO y hacerlo sin
ataduras para salvar a España!
¿Lograríamos el objetivo actuando así?
No
lo puedo afirmar pero estoy seguro que lo mejor es concentrarlo en alguien que
realmente nos ofrezca gestionar para el bien de todos, que lo haga con
propuestas que sean realizables y después, cuando se siente en el sillón, que no
nos presente castillos utópicos sino realidades. Hacerlo así sería para que esa
persona obtuviera una MAYORÍA ABSOLUTA y no tuviera que hacer pactos con
quienes sólo piensan en ellos para vivir del cuento chino de la política de
panfleto, es decir, la que sobrevive con “bulos” para confundir al votante
inculto y sectario, llegar al sillón y después seguir haciendo lo contrario de
lo que prometió en campaña.
Antes
de ir a las urnas el VOTANTE deberá informarse bien si quiere encontrar un
LÍDER que le ofrezca un proyecto real; que sea culto y tenga experiencia
profesional o de gestión; que le genere confianza; que esté avalado por profesionales
responsables que amen de verdad a España y conozcan su valía como persona;
que en su trayectoria profesional ofrezca luces y esté vacía de
sombras; que en su currículum figuren logros académicos brillantes, verídicos y
no falsos o plagiados; que tenga una fuerte personalidad que le ayude a transmitir
confianza al electorado y, sobre todo, que se comprometa a restaurar el
orden lógico que hemos disfrutado durante la Transición Democrática y que
ahora está perdido.
¿Qué
debemos pedir a ese LÍDER para que acabe con el modelo ruinoso que nos han
impuesto?
La
elaboración de presupuestos que no estanquen la economía nacional
y sí nos permitan cuadrar las enfermizas cuentas del Estado. Como es lógico,
contemplando en ellos ajustes que no ahoguen a los débiles y sí ayuden a
seguir marchando de forma que los INGRESOS superen a los GASTOS y
no al revés, como viene siendo la norma habitual ahora. Así se podría intentar disminuir
la DEUDA PÚBLICA y, de paso, que no aumentara más el DÉFICIT.
Un
ejemplo digno de respeto nacional es la gestión que se está haciendo en Madrid
y Andalucía, este reconocimiento no es hacer campaña a favor de ellos
sino ponerlos como ejemplos de mejora real pues están aplicando bajadas de
impuestos, no hay fraude, gestionan con honradez y por
eso son creíbles.
Quienes
aspiren a ser buenos LÍDERES, es mi opinión, deberían arreglar lo
que nos han estropeado los actuales, no preocuparse de descalificar sino
sólo de gobernar y evitar así lo que hacen los actuales con
frecuencia, viajar a ese pasado dictatorial reciente cargado de sombras
en todas las formaciones pero ellos sólo se acuerdan de airear los del “franquismo”,
les sugiero que lean la historia y así comprobarán que no dicen la verdad. Algunos
de estos señores, cuando nadie los conocía, calificaban de casta a otros
políticos por haber cometido el delito de militar en otros partidos con cuotas de poder. Un tiempo
después ellos también probaron el guiso, les gustó tanto que un tiempo después salieron
corriendo para visitar las inmobiliarias, comprarse grandes viviendas como los ricos
y después, una vez instalados en ellas, ordenaron poner en la puerta del
inmueble vigilancia pero no lo hicieron con empresas de seguridad privada sino con
funcionarios de los Cuerpos de Seguridad del Estado, esos a quienes ellos aman
tanto, pero les salía más baratos y evitaban que les hicieran “escraches”,
éstos indeseables son los mismos que inventaron esa moda cruel que tanto
daño ha hecho a ciertas personas.
También
opino que es muy necesario retocar la Ley Electoral para lograr que el VOTO
valga igual en todo el territorio nacional y que los partidos que aspiren a
sentarse en el Congreso y el Senado presenten candidaturas en toda
España y que se rijan por las mismas reglas que los grandes. Después de
una primera vuelta, aquellos que no superaran el listón no podrían participar
en la segunda vuelta pero sí concentrar su voto desilusionado en el partido que
ellos decidieran. Así no tendríamos la sangría económica que nos ocasionan
ahora las periferias y que el montón de mastines rabiosos que tienen adiestrados
se muerdan entre sí en sus respectivas autonomías y evitaríamos el chantaje que
ahora practican con los apoyos. Me encantaría, aunque algunos vendedores
de molinos de viento digan que no sería democrático, que en una segunda vuelta quedaran
reducidos los candidatos a dos para que el ganador gobernara en
solitario y sin chantajes. Con esta opción las urnas dirían quienes nos gobernarían
durante cuatro años y evitaríamos que las minorías chantajistas siguieran
viviendo del cuento mientras arruinan a España.
Como
“nada ocurre por casualidad” pues las fuerzas de la naturaleza actuarán
solas, así se cumplirá que “no hay mal ni bien que cien años dure” y
entonces es posible que las urnas nos traigan el orden cuando ya no tenga
España remedio. Si deseamos, de verdad, que esto no ocurra deberemos
pensar que ya tenemos bastantes cosechas perdidas por culpa de las malas
semillas que están sembrando estos mediocres e inmaduros políticos en nuestra
sociedad.
Tenemos
un Presidente que subió al “sillón” con un programa que ya
sugería lo que nos esperaba… ¡No es no!
Con
estas mimbres sólo podía hacer este señor malos cestos con los que PAGAR
las nuevas exigencias de quienes le apoyan pero, como van y vienen con demasiada
frecuencia, pues se rompen pronto, el dinero se gasta con alegría y entonces lo
justifican diciendo que “el dinero público no es de nadie”.
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