Colaboración de Paco Pérez
CONFIAR EN DIOS Y ESPERAR, EL CAMINO
Siempre preocupó a las personas el no estar preparadas para transitar por la vejez y, para amortiguar las posibles consecuencias futuras, se impusieron con tiempo medidas preventivas para que esa nueva situación les resultara más llevadera. Durante años trabajaron fuerte, no despilfarraron, ahorraron, no valoraron la importancia que tenía relacionarse en el entorno, no conocieron el sabor de la generosidad y cada día se fueron haciendo más egoístas. Al vivir tan ocupados en estos menesteres el tiempo se les pasó con rapidez y se jubilaron, pronto les aparecieron los achaques físicos y comenzaron a visitar las consultas médicas y los hospitales. Al presentarse ante ellos esta nueva realidad se vieron desbordados y se preguntaban… ¿Qué hemos hecho mal para estar ahora así?
Al tener tiempo para todo se dieron cuenta que el error cometido fue no percatarse
a tiempo que habían luchado para conseguir un bienestar material, dinero
y propiedades, pero éste no les servía ahora para solucionarles los
achaques de salud. AL tenerla deteriorada comprendieron que fue un error
actuar así porque en cualquier momento les llegaría la llamada del Padre
para presentarse ante Él y ese día lo acumulado se quedaría aquí porque es
perecedero y porque a ese viaje se va sin equipaje.
Si este modelo de comportamiento lo venimos practicando desde el comienzo
de los tiempos… ¿Por qué seguimos sin rectificarlo?
Porque el pensamiento ofuscado por el miedo a lo desconocido,
lo contrario de tener fe en Dios, nos impide mirar al futuro confiando
en el Padre.
Lo hacíamos mal cuando se nos aconsejaba ser desprendidos, ayudar al
necesitado y ser responsables pero a pesar de ello continuábamos de espaldas a
todo y después, cuando estamos en el final del viaje, seguimos sin rectificar y
nos refugiamos en las visitas al templo para que los santos nos arreglen
el entuerto que hemos cometido, que ellos intercedan por nosotros y que el Padre
nos acoja.
El evangelio nos enseña que debemos vivir con responsabilidad ejerciendo nuestra
profesión, siendo honrados y estando atentos y vigilantes para que siempre
podamos responder a quienes nos pidan cuentas pues no sabemos ni el día ni la
hora en que lo harán.
Con Abraham y su familia aprendemos que tener un buen comportamiento
y fe en Dios es la esencia de nuestra creencia para que el
edificio de la religiosidad no se nos derrumbe. Sara no tenía edad de
engendrar y, confiando en el Padre, tuvo a Isaac. Abraham
fue probado, tenía que sacrificar a Isaac, no dudó a la hora de hacerlo y
su confianza en Dios fue reconocida y premiada.
Estas personas que obedecieron murieron y no presenciaron el cumplimiento
de las promesas que les hizo el Señor. Nosotros decimos que tenemos fe
pero si la adversidad nos visita la perdemos y nos encaramos con Él.
El texto de la Sabiduría pretendía ayudar a los fieles judíos que
vivían en una comunidad de origen helenista para que no perdieran la fe
al sentirse agobiados por las circunstancias que les impedían mantenerse firmes
en ella: vivir
en minoría
dentro de una comunidad cuyo pensamiento religioso era diferente y por eso recibir
humillaciones, ser perseguidos con insistencia… El Señor, por medio de los profetas, les anunció la liberación pero también
les recordó que, a pesar de ello, nada quedaría sin ser juzgado por quien lo
conoce todo, el Padre.
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