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sábado, 10 de septiembre de 2022

RESPETAR LAS NORMAS Y JUZGAR A LOS DEMÁS, LO FÁCIL

 Colaboración de Paco Pérez

ARREPENTIRSE Y SER MISERICORDIOSOS, LO DIFÍCIL

La religiosidad del pueblo estaba influenciada por la tradición del lugar y por esa razón la idolatría estaba tan arraigada entre ellos.

Cuando Moisés liberó al pueblo que estaba cautivo en Egipto, durante un tiempo, deambularon por el desierto y un día subió al monte requerido por Dios pero, en su ausencia, el pueblo acordó retornar a la idolatría al sentirse abandonados, hicieron un becerro de metal y le daban culto. Ante esos desmanes el Señor comunicó a Moisés que iba a destruirlos pero con él y su descendencia formaría un gran pueblo. A pesar de ello él intercedió por ellos, le pidió que no los castigara, le puso como argumento el amor que tenía a las personas y los compromisos que había contraído con Abraham, Isaac y Jacob, el Señor lo escuchó.

   

Pasaron los años, vino Jesús y su comportamiento rompió los moldes que aún había en aquella sociedad tradicional pues ella les señalaba con las personas que debían relacionarse y con las que no pero Él no siguió esas costumbres cuando les hablaba o se reunía a comer con quienes eran etiquetados por los buenos ciudadanos, los fariseos y escribas, como pecadores. En este grupo marginal entraban los pastores pues eran acusados de alimentar a sus animales en las propiedades ajenas. 

Para corregir esos equivocados comportamientos les propuso tres parábolas cuyo tema nos muestra lo cotidiano de entonces: Un señor que pastorea un pequeño rebaño pierde una oveja y él acude en su ayuda porque para él tenía mucho valor, una señora que pierde una moneda que adornaban su tocado y que ella guardaba con mucho cariño y un hijo que, al no estar satisfecho con su situación en la casa paterna, reclamó al padre su herencia para vivirla la vida en libertad y mejor.

Con los personajes de estos ejemplos Jesús nos enseña a preocuparnos por los débiles y a rechazar el egoísmo. El pastor, la señora y el padre pierden la oveja, la moneda y el hijo pero reaccionan y nos muestran lo bueno de las personas, sufrir por la pérdida de aquello que aman e intentar solucionar los problemas que se presentan. Es cierto que no es lo mismo la pérdida de una oveja, una moneda o un hijo pero toda pérdida duele porque lo importante no está en el valor material o en la cantidad sino en el sentimental.

El pastor, la señora y padre nos enseñan a no perder la esperanza y a tener confianza en el Señor.

En el hijo pródigo se nos muestra la figura del padre que ama a sus hijos, lo escucha, respeta las decisiones libres que toman y nunca deja de amarlos, aunque sus decisiones estén equivocadas: El hijo menor le exigió su herencia, recibió el tercio del total, lo dilapidó, sufrió, regresó arruinado y el padre lo acogió pero el hijo mayor, al enterarse de su regreso, se comportó muy mal empujado por la ofuscación que le ocasionó el egoísmo y no perdonó los errores que cometió el hermano, hizo lo contrario que nos enseñó Jesús.

Las decisiones que tomamos las personas, en el ejercicio pleno de nuestra libertad, unas veces nos conducen al éxito y otras al fracaso y cuando esto ocurre no hacemos como el hijo pródigo… ¡Reconocer el error y pedir perdón!

El pueblo de Dios fue liberado de la esclavitud pero actuando con libertad se entregó a la idolatría y se olvidó de la libertad recibida… ¿Dios lo castigó?

Pablo anima a las personas a proclamar la palabra de Dios aunque no tengan una vida ejemplar pues el Señor, a pesar de todos nuestros errores, nos perdona y nos empuja a seguirle para que demos testimonio de Él. El mejor ejemplo que les puso fue relatarles la vida que él llevó hasta que Jesús lo llamó y entonces decidió romper con su pasado y volcarse totalmente con la evangelización.

Luego, Dios no castiga y sí perdona, nuestros actos son quienes nos condenan.

Señor, qué paciencia tienes con todos pues siempre estás a nuestro lado y nosotros aún seguimos en las nubes.  

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