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domingo, 28 de enero de 2024

LA PALABRA

 Colaboración de Paco Pérez

NUESTRA OBLIGACIÓN ES MOSTRARLA

Dios dijo a Moisés que en el futuro comunicaría al pueblo sus mensajes a través de los profetas. También le expuso qué deberían respetar, qué no y qué consecuencias podrían sobrevenir a los profetas y a las personas que no cumplieran sus leyes.

Pasaron los años y Jesús vino para culminar la obra del Padre, enseñarnos el camino del Reino. Él también visitaba el Templo y la Sinagoga. Al hacerlo, se mostraba cómo era y dejaba una profunda huella entre quienes presenciaban sus explicaciones pues les impactaba el dominio que tenía de los temas, la claridad de sus exposiciones y el espíritu crítico que empleaba cuando les hablaba de las realidades que les hacían padecer aquellos que vivían en la opulencia manejando el sistema religioso-político.

Sus mensajes no gustaban a las autoridades porque denunciaba que las enseñanzas religiosas y las leyes civiles sólo servían para que los poderosos disfrutaran de una forma de vida cómoda mientras el pueblo vivía en la indigencia por las cargas impositivas y emocionales que les imponían.

En el evangelio se nos muestra, como ejemplo, a una persona que actúa influenciada por las directrices equivocadas de la sinagoga, eso la empuja a sentirse ofendida con Él porque les destapaba lo negativo que allí se hacía.

En nuestros días, también nos encontramos con personas que hablan con violencia cuando defienden sus ideologías influenciados por los mensajes equivocados que reciben, al hacerlo no son ellos mismos sino el pensamiento sectario que recibieron de los políticos o los religiosos. 

Después de Jesús la labor evangelizadora continuó y nos encontramos a Pablo y sus seguidores. Éstos se plantearon cuál debía ser el estado ideal de las personas que decidieran servir al Señor, hacerlo desde el matrimonio o desde el celibato. Para Pablo, quienes se casaran, tendrían unas obligaciones que les podrían distraer del servicio al Señor pues, además, también deberían atender las necesidades de los cónyuges y los hijos. Por esa razón les recomendaba el “estado célibe” para atender al Señor plenamente. Su reflexión no iba encaminada a prohibirles casarse sino a que supieran valorar de antemano, antes de elegir, las realidades de “la vida matrimonial” y “el servicio a Dios”. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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