Colaboración de Paco Pérez
ES
EL INICIO DE UNA VIDA NUEVA
El pueblo de Israel celebraba varias fiestas al año, cada una tenía su relato histórico y cada uno guardaba relación con los hechos que incidieron sobre la vida de sus habitantes. En esas fechas las personas acudían a Jerusalén y eso hacía que en la ciudad hubiera mucha gente. Unas fechas antes de la fiesta de Pascua Jesús había hecho milagros y eso ocasionó, junto a sus enseñanzas, que las personas del lugar y los visitantes se ilusionaran con Él y lo buscaran. Los jefes judíos, por el interés que despertó en el pueblo y, sobre todo, porque no querían perder el poder, decidieron acabar con Él.
En nuestros días los católicos también tenemos algunas fiestas religiosas durante el año y cada una de
ellas tiene su origen, en estas fechas caminamos hacia la Semana Santa y recordaremos
que los judíos crucificaron a Jesús, que murió y que resucitó. En los actos de esta fiesta también hay mucha presencia humana pero no hay
comparación en el fondo pues aquella acabó en
un drama necesario para que la semilla enterrada brotara después y los
cristianos se guiaran ayudados en aquellas enseñanzas.
En la actualidad, opino, la celebración se
parece poco a lo que Jesús enseñó porque hay mucha tradición y
poca siembra de semillas y cambio personal… ¿Estará Jesús
de acuerdo con estas celebraciones?
Jesús, al hablar de la necesidad de cambiar, confirmó el anuncio que realizó Jeremías cuando comunicó al pueblo que la “Alianza” que Dios había hecho con ellos, después de salir de Egipto, sería renovada con el paso de los años con la “Nueva Alianza” y que con ésta ya no habría que ir mostrando a las gentes quién era el Padre y que sólo se nos pediría que “cambiemos y nos convirtamos”.
Pasaron los años, vino Cristo
y, como Dios que era, supo lo que le iba a ocurrir pero, como hombre, tuvo miedo de
morir y pidió al Padre que le ayudara para no sufrir la muerte. Así nos enseñó que no desearla
es una reacción humana lógica si en nuestro diálogo con Él acabamos
exponiéndole nuestra
aceptación de los hechos y dejando en sus manos el desenlace final para que así se haga su voluntad y no la nuestra.
Jesús, con su decisión de aceptar la
muerte, regaló a las personas de todos los tiempos el perdón de los pecados y la salvación.
Si la semilla debe morir para que nazca la nueva
planta… ¿Cómo no vamos a desear la muerte
de los viejos comportamientos para que nazcan en las personas otros nuevos que les
empujen a realizar cosas distintas?
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