Colaboración de Paco Pérez
JESÚS ILUMINA
Las
personas tenemos un punto débil, criticar lo que otras dicen o proponen. Ocurre
cuando otras nos muestran una verdad y, al no comprenderla, la rechazamos sin justificar
con argumentos sólidos nuestra postura.
Cuando
Jesús les dijo que era “el pan bajado del cielo” lo criticaron porque se
sorprendieron con su afirmación pues ellos conocían a sus padres y que lo
habían visto crecer pero le rechazaron que dijera que “bajó del cielo”.
Al criticar sus palabras Él no se inmutó y continuó con su labor recordándoles que quienes comieron el maná en el desierto murieron porque no supieron valorar que la libertad que recuperaron fue un regalo de Dios por el amor que les tenía como Padre. Después les confirmó que quienes comieran el “pan de vida” -creyeran en sus palabras y practicaran sus enseñanzas- no morirían porque el Padre los salvaría con su muerte y posterior resurrección.
No
lo comprendieron porque habían sido educados de manera equivocada bajo la
influencia de las interpretaciones fariseas: Sólo serían salvados quienes cumplieran
la Ley. Así les presentaban a Dios en un plano tan comercial que cada persona cobraría
según cumpliera, es decir, no lo enseñaban como el Padre que ama y perdona sino
como el que premia y castiga en función de nuestra respuesta. Con Jesús cambió
el enfoque pues les presentó la salvación como un regalo de Dios que es Padre,
que ama a todos sus hijos y les ayuda.
El
judaísmo les distorsionó el mensaje, el pueblo no comprendió a Jesús y por eso lo
rechazaron.
Elías,
como Jesús, también caminó por el desierto de la incomprensión cuando defendió
al verdadero Dios ante la idolatría a Baal de un elevado número de falsos
profetas que eran apoyados por la esposa del rey. Fue valiente cuando, en el
templo, les propuso demostrarles que Baal y sus profetas no tenían ningún poder
extraordinario, le aceptaron el reto y su afirmación quedó probada en presencia
del pueblo, les aconsejó que sólo adoraran al verdadero Dios, el de sus padres,
y que abandonaran la idolatría.
Lo
amenazaron y huyó decepcionado por haber luchado contra lo imposible, se
desesperó, fue tentado y falló a Dios al pedirle la muerte. El Señor, como
Padre, lo perdonó, lo alimentó y le mostró el camino para que continuara
profetizando.
Pablo
nos aconseja que busquemos la paz en la familia y la sociedad, perdonando las
ofensas recibidas y ayudando a quienes tengan necesidades con actitud
desinteresada porque si nos comportamos así el Espíritu Santo se sentirá feliz
y nos ayudará.
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