Colaboración de Paco Pérez
RECTIFICAR ES EL CAMINO
La
religiosidad de las personas estuvo, y está, ligada a la tradición que había, y
hay, en el lugar donde nacían y por eso adoraban a los dioses.
Josué
solucionó ese problema convocando al
pueblo y a los representantes de las tribus para pedirles que reflexionaran
y decidieran si abandonaban la idolatría o daban culto al verdadero Dios, el
que los liberó de los sufrimientos que tenían en Egipto. Cambiaron y aceptaron
al Señor como único Dios.
Pasaron los años, el pueblo esperaba la venida del Mesías pero no lo reconocieron en Jesús porque sus palabras y acciones no fueron comprendidas, ni por los discípulos, porque al anunciarles su muerte consideraron que todo era un fracaso y no una buena noticia… ¡No comprendieron que su muerte era necesaria para salvarnos!
Sus
palabras llamaban al seguimiento pero muchos no lo comprendieron, lo criticaron
y se alejaron de Él. Sólo continuaron a su lado unos pocos discípulos y le
manifestaron su fidelidad pero, cuando tuvieron que demostrarla, huyeron.
¿Le
damos la espalda nosotros?
Puede
ocurrir cuando, a diario y solos, tenemos que responder con justicia ante los
temas de la vida o cuando acudimos a los concurridos actos que hemos convertido
en tradiciones o costumbres: Asistir a la misa semanal o de difuntos; visitar
las imágenes a diario para tocarlas o encenderles velas; acompañarlas en
procesión y, al acabar, despedirnos hasta el año próximo…
Algo
debe cambiar porque las personas han pasado de tener a Dios en el centro de sus
vidas a mostrarse indiferentes… ¿Por qué?
Porque
se nos mostró a Dios como no es, un Padre que nos espera en actitud
fiscalizadora para ajustarnos las cuentas y castigadora, imagen que no se
corresponde con las enseñanzas de Jesús.
También
porque tenemos una religión que potencia el culto a las imágenes pero no se
programa en las parroquias una “Escuela Bíblica” en la que profundice para
conocer mejor a Dios, se lea Éxodo 20, 1-6 y se comprenda lo que hacemos… ¿Sólo
eso?
Debemos
cambiar el compromiso cristiano de manera individual, yo el primero, en todos
los ámbitos.
Pablo
nos ayuda aconsejando que haya armonía en la familia y la sociedad y, como
ejemplo, les puso una comparativa tomando como referencia las relaciones entre
la Iglesia y Jesús y la mujer y el hombre. En ella Cristo es la cabeza visible
de la Iglesia, ésta está bajo su protección y ambos trabajan en perfecta unión,
empujados por el amor. Siguiendo ese patrón de comportamiento, el hombre
protegerá a la mujer y los dos defenderán muy unidos la familia y, empujados
por el amor, se respetarán y ayudarán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario