Colaboración de Paco Pérez
CUIDANDO EL MÁS ACÁ
Pedimos
al Señor poseer cosas terrenales que hemos elevado a una categoría injusta sabiendo
que son perecederas y que nos esclavizan. Ocurre cuando, abrazados a la ambición,
vivimos en un ambiente irreal que nos impide, al no defender la verdad y la justicia,
estar cerca de Dios, lo único que no es perecedero.
Salomón comprendió, antes de reinar, que la sabiduría era el mejor regalo que podía pedir a Dios, lo hizo y se la concedió. Con ella tomó decisiones justas y fue reconocido como un gran rey.
La
palabra de Dios siempre ayuda a guiar o enderezar los pasos de quienes la
escuchan con el deseo de cambiar o mejorar, con Jesús alcanzó lo máximo y
después nosotros debemos practicar sus enseñanzas para no quedarnos estancados
en la lectura, la escucha o en preocuparnos mucho por el más allá y poco del
más acá, el prójimo. Ante estas opciones reales debemos preguntarnos… ¿Hacemos
lo que nos enseñó Jesús o sólo cumplimos con las tradiciones humanas?
El
joven rico, preocupado por el tema del más allá, se acercó a Jesús para
negociar su salvación, lo hizo en términos mercantiles al preguntarle por lo
que hacía falta y le mostró las facturas que ya había pagado.
Jesús,
durante el dialogo, comprobó que sólo le preocupaba reservar en el más allá su
plaza de hotel para cuando viajara. Él debió creer que allí, con su dinero,
podría seguir haciendo lo mismo que aquí, no tener problemas. Con la respuesta de
Jesús comprendió que no había hecho sus deberes pues le faltaba lo más
importante, solucionar las necesidades del necesitado.
¿Qué
nos diría hoy Jesús a quienes hemos sido educados en la creencia de que siendo
buenas personas y cumpliendo con las tradiciones religiosas estaremos salvados?
Las
costumbres familiares y localistas deberán ser insuficientes porque miran
demasiado al cielo y poco hacia quienes caminan a nuestro lado en situación de
exclusión social pues, si algún día se nos acercan, les damos algo
insignificante de lo que nos sobra y respiramos satisfechos.
Hoy,
también encontramos el correctivo para las personas que dicen ser buenas mientras
califican a otras como malas, Jesús aclaró ese error diciendo:
-
[¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.].
Los
discípulos también se preocuparon por el Reino, Pedro lo preguntó a Jesús y Él
les aclaró sus dudas.
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