EL PASEO 4
Colaboración de José Carlos Castellano
Pub "Don Pancho”
Plaza de la Constitución
Villargordo (Jaén)
ESPAÑA
Capítulo III
¡La juventud tenía, por fin, un local de esparcimiento¡
Más adelante éste salón, donde se hacían los bailes, se transformó de nuevo y se convirtió en sala de juegos recreativos. En la misma se instalaron los siguientes juegos: una mesa de billar, otra de ping-pong, dos futbolines y varias mesas electro-mecánicas, el mantenimiento corría a cargo de José Carlos Castellano.
El salón de la planta baja también se volvió a cambiar en un bar que quedó muy reducido y coqueto, con grandes ventanales al paseo y la barra en paralelo al mismo. A la derecha de la barra, una máquina de discos con las últimas novedades discográficas. Los clientes, con cinco ptas. podían elegir sus dos canciones preferidas.
Colgando del techo dos ventiladores con grandes aspas. A la derecha de la barra una escalera de hierro, con peldaños de madera, construida por los hermanos Gómez, carpinteros metálicos locales, ésta daba acceso al salón superior.
Durante esta época se montaban, en la mesa de billar, grandes partidas de “Treinta y una” o "Los Civiles" y de “Cuarenta y una”, sobre todo en los días de invierno que llovía y no se podía ir a la aceituna.
Jugadores habituales de “Cuarenta y una”: José Carlos “Pancho”, Miguelillo “El caejo”, Domingo “El morralero”, Juan José “Bendito”, Bartolomé, Blas “Pancho padre”, Antonio “Pancho”, Juanito “El sereno”, etc. Algunas veces, nos reuníamos hasta dieciséis jugadores, número máximo posible… ¡Un follón total!
Jugadores habituales de “Cuarenta y una”: José Carlos “Pancho”, Miguelillo “El caejo”, Domingo “El morralero”, Juan José “Bendito”, Bartolomé, Blas “Pancho padre”, Antonio “Pancho”, Juanito “El sereno”, etc. Algunas veces, nos reuníamos hasta dieciséis jugadores, número máximo posible… ¡Un follón total!
Juan José “Bendito” jugaba muy bien pero tenía mala suerte. El juego comenzaba poniendo cada jugador un duro y le daban bola para numerar en el orden de tirar para hacer los “41 puntos”, el primero en lograrlos ganaba. Juan José recibía la bola, se ponía las gafas, la miraba y, casi siempre, recibía el 16 ó el 15. Nosotros estábamos todos pendientes de sus gestos, ver su reacción y después mondarnos de risa. Las bolas volvían a ser metidas en la petaca de cuero, era como una botella, para ser agitadas por el responsable del juego. Éste ajustaba las cuentas y comunicaba el premio. Todos estábamos formados alrededor del “artesón” para que Blas “Padre”, José Carlos, Antonio o Juanito repartieran las bolas de contar puntos, la mejor era el 16. Todos, incluido Juan José, mirábamos la bola recibida con mucho cuidado para que nadie supiera el número, él se retiraba a un ventanal alejado porque su vista estaba ya mayor. Un día protagonizó la anécdota histórica de ese juego al comprobar que después de recibir el dieciséis para tirar ahora la suerte le adjudicaba el uno para contar puntos. Lo gracioso vino cuando se cagó en todo y lanzó la bola al hueco de las escaleras y ésta bajó a la planta inferior, saltando de escalón en escalón.
Las risas fueron incontenibles y siempre estará en el recuerdo esa escena inolvidable.
La “Treinta y una” o "Los Civiles" tenía un protagonista principal, Jesús Andrés Castellano “Pancho”. Éste aparecía cuando cerraba la ferretería y al llegar metía el follón para que “las carambolas” o la “Cuarenta y una” se suspendieran y se implantara este otro juego. Éste tenía otras reglas, sus practicantes eran menos técnicos y el jolgorio tremendo.
Un personaje celebre de este juego fue Miguel Alarcón “El moruno”. El apodo le venía por su pequeña estatura y ésta era, y es, un inconveniente para el juego del billar. Le faltaba un palillo para completar los “treinta y un” puntos, erró y pasó la bola cerca. Su desencanto le hizo culpar a la bola de su fallo y pronunció esta simpática e inolvidable expresión: ¡Perra bola!
Otro personaje célebre de estas partidas fue Juan Jiménez “El rucho”. Casi nunca estaba pendiente de su turno para tirar. El responsable de mesa preguntaba:
- ¿Quién es el número tal?
El respondía desde donde estaba con gran voz:
- ¡El animal!
Como su técnica era escasa él tiraba sin miedo y en más de una ocasión ocurrió que las bolas empezaron a dar vueltas y a derribar palillos, los otros jugadores se felicitaban, al ver el montón de puntos que había acumulado, porque quedaría eliminado. Contaban los puntos y decía el responsable de mesa comunicaba:
- Cuarenta puntos Juan, te salva el uno.
Como “El rucho” no sabía ni el número que llevaba, se metió la mano en el bolsillo, la miró y dijo:
- ¡Ahí lo tienes!
En más de una ocasión Juan José “Bendito”, que estaba en puertas de tirar y de ganar la partida, se quedó con la miel en los labios por culpa de las “ruchadas”, calificativo popular que se adjudicó a las tacadas que, como la reseñada, proporcionaban una gran decepción a los contrincantes.
Este señor es “El rucho”, tenía entonces diecinueve años y era muy amigo de “Atila”, la mascota que vivió en el “Bar Deportes” durante un tiempo.
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