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martes, 13 de noviembre de 2012


ATARDECER 
EN 
VILLARGORDO, ALMENARA Y JAÉN


Colaboración de Paco Pérez



Después de unos días de lluvia intensa y de pocas salidas al entorno pues, la verdad, me apetecía dar una vuelta por el cinturón urbano para romper la monotonía de esos días: canales llorones; el sillón heredado de mi abuelo Paco resultaba ya más duro que de costumbre; teclas que, por efecto camaleónico, regalaron su color a los nublos; toser como un abuelo de gancha desgastada por el uso; Paracetamol con cuentagotas para evitar la acumulación de residuos en el hígado, por si acaso esa leyenda de clínica es verdadera pues me previne; pañuelos viajando desde el cajón al bolsillo del pantalón y, después de una breve estancia en él, nuevo viaje hasta el canasto de la ropa sucia que hay junto a la lavadora; limpieza de fosas nasales, según el nivel del manantial… Este panorama repetitivo aburría al más divertido.
Necesitaba mucho desentumecer la musculatura de las piernas porque las notaba tensas, débiles y propensas a presentarme algún inoportuno episodio no deseado de calambres. A ciertas edades, cuando percibes estas realidades corporales la mejor respuesta para las secuelas de la  inactividad es su antónima, la actividad.
Al diagnóstico final de mi situación  llegué porque había notado que, además de los efectos musculares, mi facilidad para conciliar el sueño estaba pasando por el trance de la dificultad y no deseaba que D. Insomnio se instalara en mi mente.
Al marcharme para tomar el típico café vespertino de las cuatro observé que el nublado presente en nuestros cielos tenía algunas ofertas interesantes para los que amamos  “El tercer ojo”.

 En la cafetería compartí comentarios, café y tablero con mi joven amigo José Mª Delgado Marfil. Estuvimos solos un buen rato, nos dimos unas cuantas palizas y la última víctima fui yo. Como en ese momento se presentó Manolillo “Tropezón” pues me tocaba abandonar el sillón para que lo ocupara él y entonces decidí abandonar el local, marchar a casa para poner en marcha el proyecto, coger la cámara y salir a caminar.
Eran la 17:45 y los cielos estaban ofreciendo cosas interesantes. Caminaba por la calle “La parra”, oteaba el horizonte, abrí la máquina y le hice los ajustes manuales que siempre le pongo para estas escenas de atardecer o de amanecer.
Tenía casi decidido girar hacia la carretera de Torrequebradilla pero me encontré con Antonio Moreno “El Mumo”, me preguntó que adónde iba, le contesté que a fotografiar los nublados y entonces él me señaló hacia el cielo que tenía a mis espaldas, cuando lo observé cambié de ruta. Este giro inesperado me encaminó hacia la calle “El pilar” y por ella me dirigí hacia las eras de la “Dehesa Boyar”, caminé hasta la carretera de Torrequebradilla y “Cerro San Cristóbal”, así fue como pude obtener estas escenas villargordeñas:


























































Son casi iguales pero no están repetidas, fíjense bien.



Caminaba por la carretera con dirección a casa, junto a “MIAMI II” y se paró un vehículo, eran mi hijo y Roco. Me invitaron a subir y Manuel Antonio puso rumbo a Almenara, quería que yo captara los últimos rayos de luz del día desde aquel paraje. Paró el vehículo en la loma desde la que se divisan la cortijada y Jaén. 













Mientras captaba las imágenes Roco se lo pasó bomba dando saltos de un lugar para otro.












Jaén, desde la distancia.
Acabada la sesión Manuel Antonio abrió la puerta y el animal subió, yo no me percaté de nada raro pero mi hijo, que ya conoce las costumbres de su perro, le obligó a entregarle el regalo que llevaba guardado en la boca para sus amiguillos, mis nietos… 
¡¡¡Una piedra del tamaño de un puño adulto!!!
Ahora, como despedida, os regalo lo que encontré hace unos días en un jardín después de llover:

¿Les han gustado?
Me alegro, porque hemos tenido el mismo sentimiento.
La muestra ofrecida es pequeña, piensen que el número total de disparos realizados fueron treinta y cinco.
¿Merece la pena vivir en nuestro pueblo?
Yo opino que sí y he aportado, como siempre procuro hacer en mi vida, la prueba de mi afirmación. Aquí se aburren muchos y unos pocos nos dedicamos a ser felices explotando lo que hay en nuestro entorno.



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