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lunes, 12 de noviembre de 2012

LA QUINTA DEL GLOBO

Colaboración de Ramiro Aguilera

En lo referente a los soldados  viene el nombre de los quintos desde que el rey Juan II de Castilla impuso que uno de cada  cinco varones sirviera en el ejército.  Por extensión,  en tiempos mucho más recientes,  se llamaban “quintos” a todos los muchachos que al año siguiente iban a hacer el servicio militar obligatorio.
Tristemente famosa fue,  a nivel nacional, “la quinta del biberón” en los finales de la desgraciada guerra incivil que asoló y llenó, con sangre de hermanos, nuestra patria y se le  llamó así porque se obligó a niños de 16 años a servir en el ejército.
La “historieta” que voy a contarles es mucho más inocente y reciente,  los protagonistas son todos villargordeños y seguro que muchos conocéis a los que la ocasionaron y, por si algunos quieren negarlo, os adjunto la foto que inmortalizó el acontecimiento.  Fue la última quinta que se midió en Villargordo.
El domingo que se medían los quintos era una fiesta especial  para los futuros soldados y sus familias, se hacía en la primavera, en el salón de plenos del Ayuntamiento y estando presente el alcalde y el resto de la autoridades locales. Se consideraba como la entrada a la mayoría de edad y los participantes se sentían el centro del mundo, acudían todos con sus  mejores ropas  y con muchas ganas de juerga.
Tenía yo, como Médico Titular, que  medir a todos y cada uno de los mozos  y ese  año muchos de los quintos eran amigos por lo que quise gastarles la primera novatada de la “mili”.
Compré  un montón de globos de distintos colores en el quiosco de Anilla y, conforme iba midiendo a los mozos, les decía que tenían que inflar un globo y guardarlo para que “los militares analizaran los gases” y que cuando termináramos los recogería “la autoridad competente”.
Así fue cada uno inflando y guardando su globo.  Sólo uno de ellos tuvo problemas para hacerlo.
El globo que le di tenía la boca pegada, él lo intentaba, no podía, se presentó a mí muy preocupado y tuvimos esta conversación:
- D. Ramiro, no puedo inflar el globo.
Pepe, el municipal de Torrequebradilla, estaba anotando los resultados de las mediciones en un documento oficial. Entonces me dirigí a él y le dije:
- Anote usted... ¡No puede inflar el globo!
El muchacho tenía la aspiración de ingresar en las Fuerzas de Seguridad del Estado y, cuando escuchó mis palabras, debió de pensar que se le fastidiaba su deseo. Reaccionó y se tiró desesperado sobre la mano de Pepe y le dijo:
- ¡No escriba usted nada todavía, por favor! ¿No voy a tener yo cojones de inflarlo? ¡Éste lo inflo yo aunque reviente!
Fue un espectáculo observarlo en su esfuerzo y, al final, lo logró.
Al terminar las mediciones los bajé a la puerta del Ayuntamiento para que una foto inmortalizara el momento y así, en el futuro, ninguno de los participantes pudiera negar que infló  su globo.
Después de la foto los mandé a que nuestro siempre recordado, admirado e inolvidable Juanito “Tropezón”  les recogiera los globos. Acudieron masivamente al Tropezón y yo me perdí corriendo por miedo a las represalias cuando descubrieran que fue LA PRIMERA NOVATADA.
                                                                                                                           Ramiro Aguilera

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